No es de áreas de comercio o de millas marítimas sobre lo que escribo hoy. La Zona de Desarrollo Próximo (ZDP), concepto trabajado por el psicólogo ruso Lev Vygotski, aborda las intervenciones educativas desde el constructivismo, visión filosófica sobre cómo se aprende. Él afirma que el ser humano no es solo un producto del ambiente ni un resultado de sus disposiciones internas (personalidad, inteligencia, expectativas), sino una construcción propia que se genera día a día, en torno a las interacciones que ocurren en el marco de la cultura, el lenguaje y los vínculos sociales.

Actualmente, como apunta Ferrés, el mercado laboral se sorprende por la calidad de aspirantes que buscan empleo, con mentes fragmentadas, poco argumentativos y críticos, o con una creatividad desbordante, pero vacía en su discurso, propia de la cultura mosaico: “briznas sin orden, unidas al azar por simples relaciones de proximidad, de época, de adquisición, de asonancia, de asociación de ideas, sin estructura definida”. Y es que hace falta insistir, sin importar cuánto, que educar no es transmitir información que el alumno repite de memoria.

El aprendizaje es un proceso individual de construcción de significado a partir del cuestionamiento de los esquemas que ya se tiene: representaciones iniciales, ingenuas o incompletas de conceptos, prácticas, actitudes. Para resolver problemas más complejos, es imperativo que tales esquemas puedan someterse a la autocrítica, a través de la mediación o apoyo de otros con mayor conocimiento. Es decir, se requiere de un andamiaje, no solo para madurar y reorganizar lo que se sabe, sino para inventar un nuevo aprendizaje, momento que ocasiona una incomodidad productiva; una disonancia cognitiva que dispara reflexiones, revelaciones y hallazgos.

En otras palabras, la ZDP es la distancia que existe entre el nivel actual/real de desarrollo de una persona/grupo, determinado por su capacidad para resolver un problema, y el nivel potencial que podría alcanzar con la guía de otros con más experiencia. Ya que el aprendizaje ocurre a partir de la acción directa, el docente necesita conocer los conocimientos, creencias, valores, habilidades y vivencias de los alumnos, de forma que el acto de aprender derive en algo significativo para su vida personal, profesional y afectiva. La exploración de la ZDP es imprescindible para orientar la enseñanza hacia el mañana y el trabajo colaborativo es indispensable para lograrlo.

Educar es un desafío y es también una elección. Los buenos docentes llegan al aula con una propuesta, pero ajustan contenidos, metodologías, recursos didácticos y evaluaciones, en función de la exploración de la ZDP de sus estudiantes. Bien señala de Souza que no se aprende con la respuesta ya existente sino con la pregunta relevante que desafía el talento. Más allá de si el escenario en que se aprende es presencial o virtual, lo que importa es cuán oportunas son las preguntas para inquietar al saber previo.

Mientras redacto este artículo el ajetreo político es tal que no puedo resistirme a pensar cuál será la ZDP de los asambleístas, cuál la de los miembros de los partidos. (O)