El Premio Nacional Eugenio Espejo de 2024, en la categoría actividades literarias, ha recaído en el poeta y periodista Jorge Martillo Monserrate, guayaquileño nacido en 1957. Desde su época de colegial en el Eloy Alfaro, en el sur del puerto, Martillo escribía poemas que llamaban la atención de sus profesores. Acaso la escritura literaria le permitía encontrar una profundidad que no le salía fluidamente con la palabra hablada. Desde entonces, Martillo ha forjado una de las vidas literarias más fecundas en nuestro país. Cuando uno piensa en el autor Martillo aparece la figura del lector, el escritor, el investigador y el bohemio.

Formado en la antigua gran Escuela de Literatura en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil de fines de los años 1970 y comienzos de 1980, Martillo afirmó en las aulas universitarias su pasión por el estudio de la literatura. No solo que hizo las lecturas teóricas en libros propios y prestados que lo prepararon como lector, sino que despacio fue moldeando su voz como escritor. Escuchó con suma atención y respeto a sus maestros en las aulas y él mismo fue profesor en un medio en que en los colegios no había interés por leer. Y, al mismo tiempo que leía y estudiaba, vivía a plenitud la calle ruidosa y sus bares alegres.

Perteneció a la primera camada de talleristas de Miguel Donoso Pareja, en el taller del núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura, que juntó a escritores como Jorge Velasco Mackenzie, Edwin Ulloa y Fernando Itúrburu. En ese espacio, al mismo tiempo que se corregían sus textos, se celebraba el tono exultante de vitalidad que había en sus versos. Aviso a los navegantes (1987) fue su primer libro de poemas. Como poeta, destacan sus libros Fragmentarium (1991), Confesionarium (1996), Vida póstuma (1997), Últimos versos de un poeta decadente (2004) y El amor es una cursilería que mata: catálogo de ayuda, autoayuda y destrucción (2010).

La escritura de la crónica define también la obra de Martillo, pues ya desde 1985 empieza a publicar en diarios y revistas visiones y postales, especialmente de la ciudad de Guayaquil. Martillo es contemporáneo del boom latinoamericano de la crónica, género que le permitió adentrarse en la revelación de una ciudad distinta a la de la propaganda municipal y turística. Es un clásico su libro Viajando por los pueblos costeños (1991), a los que le siguieron La bohemia en Guayaquil y otras historias crónicas (1999), Guayaquil de mis desvaríos )crónicas urbanas( (2010), El carnaval de la vida de Julio Jaramillo (2019).

Fue muy justo premiar a Jorge Martillo, pero también sería estupendo que su obra se fuera reeditando para que un nuevo público reconozca el valor de su escritura y para honrar su trabajo con ediciones cuidadas (de las que ha carecido la mayor parte de los libros del premiado Martillo) que proyecten su trabajo por muchos años hacia el futuro. Como poeta, Martillo nos ha enseñado los sinsabores y los subidones del vivir, pues vida y arte en él están completamente identificados. Uno de sus versos conmueve: “Voy a tatuar alegría en mi corazón / Ya no me puedo bajar de este bus / Que sin frenos va hacia la muerte”. (O)