Se acusa a Rusia de contratar mercenarios sirios en la guerra contra Ucrania. Es una práctica prohibida por normas internacionales, pero para los mandos rusos parecen no existir reglas para la guerra de ningún tipo. Nos preguntamos, ¿por qué un país de 150 millones de habitantes, con el que puede ser el ejército más poderoso del mundo, recurre a combatientes extranjeros? Un mercenario es alguien que presta su contingente como guerrero a un país del que no es ciudadano ni residente en su territorio, a cambio de una remuneración. Esta definición sencilla no calza con la compleja realidad. Mercenarios existen desde que existe la guerra. Se los nombra en la Biblia, en Egipto se practicaba una forma intermedia de esclavitud y mercenarismo, los primeros bárbaros entraron a Roma con este pretexto, los contrataron incas y aztecas, en la Edad Media surgirían los condotieros, hasta el último avatar en este campo que son las empresas denominadas “contratistas militares privados” (PMC), entre las que destacan compañías rusas.
Resulta difícil distinguir al mercenario del voluntario, del que se alista en las filas de un ejercito porque supuestamente cree en la causa que este defiende. Pero todo mercenario dirá que va a la guerra por idealismo y todo voluntario recibirá alguna paga. En 1976, en Angola, se fusiló a unos pobres diablos que apoyaban a uno de los grupos enfrentados, mientras el país estaba ocupado por miles de “voluntarios” cubanos... conociendo los métodos utilizados por el castrismo para reclutar profesores y médicos, ya podemos imaginar qué tan ‘voluntarios’ eran los soldados que enviaba a morir en África. En buenas cuentas, si es amigo es voluntario, si es enemigo es mercenario; o visto desde otro punto de vista, los que apoyan a los triunfadores son voluntarios, los que estuvieron en el bando derrotado, mercenarios, así de fácil.
En ciertos países hay cuerpos de soldados foráneos como la Guardia Suiza del Vaticano, el cuerpo de gurkas nepalíes en el Reino Unido y la Legión Extranjera en Francia, los Gobiernos de los respectivos países garantizan su legalidad y no aceptan que se los llame mercenarios. Los dictadores argentinos en la guerra de las Malvinas dijeron que si capturaban gurkas no les darían trato de prisioneros de guerra, sino el de delincuentes comunes, como se da a los mercenarios. Estos montañeses del Himalaya tienen fama de sanguinarios, cuando limpian sus dagas se cortan adrede un dedo y beben su propia sangre. Su presencia en el campo de batalla más que una eficacia táctica, tiene el propósito de aterrorizar al enemigo. Los combatientes reclutados entre naciones diferentes, con costumbres feroces y apariencias extrañas, se usan como arma psicológica. Algo así buscó Putin en esta misma guerra al publicitar la entrada en combate de batallones de chechenos, ciudadanos rusos, pero islámicos, que se demostraron crudelísimos terroristas en las revueltas en su país. Los sirios, cuyos parientes serían militantes del Estado Islámico, capaces de decapitar a sangre fría a rehenes y filmarlo, podrían constituir un elemento disuasivo en la invasión de Ucrania. (O)