El primer año de gestión del presidente Daniel Noboa ha sido calificado de varias maneras: un fracaso para algunos, un éxito para otros, mediocre para unos más, y varios le han puesto la nota de 7/10. ¿Logros? Dolarización vigente, mayor reserva internacional, menor riesgo país, ajuste fiscal, baja inflación, reducción de subsidios a combustibles, lucha contra la delincuencia e inseguridad. ¿Errores? Poco crecimiento económico, subida del IVA, crisis eléctrica, desempleo, baja inversión privada, abuso del orden constitucional.
La firma CB Consultora, a noviembre 2024, presenta a los presidentes de Uruguay (51,5 %), Argentina (50,2 %) y Brasil (48,6 %) como los más valorados por la ciudadanía en Sudamérica. Ecuador ocupa el quinto lugar (42,6 %). La presidenta V. Veloz es la asambleísta mejor evaluada (22,4 %); su vicepresidente O. Vera lo valora solo el 5,5 % y el 67,2 % lo desconoce. Reviso los nombres y hallo que entre el 70 % y 80 % de ciudadanos no sabe quiénes son 100 de los 137 legisladores.
El Principio de Peter resulta clave al leer los datos: “los empleados tienden a ser promovidos hasta alcanzar un nivel de incompetencia”. Sin embargo, los súbditos del reino de la mediocridad no parecen estar conscientes. No dudan, descalifican; no se avergüenzan, se refugian en su rebaño. ¿Cómo acceden al poder? O como pregunta S. Basabe: ¿Qué pasa con las normas, que permiten que lleguen los más mediocres y corruptos?
Liderar un país en los escenarios impredecibles del s. XXI, devastado por problemas estructurales y transnacionales, sumados a la inclemencia de la naturaleza, la frágil institucionalidad, el crimen organizado, la extrema violencia y la brutal corrupción, implica tomar decisiones arriesgadas y complejas. No es para mediocres.
Los cambios toman tiempo y requieren de la voluntad colectiva porque rebasan la capacidad de un gobierno para gestionar eficientemente la insoportable levedad burocrática; la podredumbre del sistema judicial; o el extravío de la juventud, arrasada por la delincuencia y el consumismo.
Nos falta visión de futuro y políticas de Estado consensuadas a mediano y largo plazo, considerando las amenazas y oportunidades del desorden geopolítico global. Gobernar en democracia es lidiar con el caos, abonado con la crítica radical por todo; no cabe concluir banalmente sobre hechos o datos, con la mirada en la punta del iceberg. Ya decía H. Maturana que la objetividad siempre está entre paréntesis.
Feroces batallas se libran en lo profundo de la convivencia estatal; no va más el clásico causa-efecto, la causalidad es múltiple, los efectos también. Son tiempos puntillistas, al decir de Z. Bauman, como los cuadros donde cada punto es clave para completarlos. Hoy cada punto podría desatar un Big Bang sin previo aviso.
Para calificar la gestión del presidente Noboa habría que comparar, no solo su Plan de Desarrollo frente a lo ejecutado, sino el afiebrado 2024 de monstruoso narcotráfico, despiadada criminalidad y sórdida corrupción con sus responsables.
Daniel Noboa, mutatis mutandis, entró al juego político y se revela como un hombre decidido a hacer camino al andar. (O)