Para quienes esperan descubrir nuevos libros, los anuncios de los premios Nobel son una guía para revelar autores y literaturas que enriquecen la visión de nuestro mundo. Leer escritores de países lejanos ensancha la perspectiva sobre lo humano y, en el caso de Jon Fosse, el más reciente ganador del galardón sueco, nos ayuda a profundizar los instantes maravillosos del nacer y del morir. Aunque Mañana y tarde originalmente se publicó en 2000, hace pocas semanas salió a la venta esta novela corta, publicada por Nórdica y Deconatus, editoriales madrileñas, en traducción de Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun.

Aún poco conocido y leído entre nosotros, Fosse nació en 1959 en Haugesund, Noruega. Su producción literaria arranca en 1983 con la novela Rojo, negro y hasta ahora ha publicado decenas de títulos en todos los géneros, especialmente novelas y obras de teatro; sus obras narrativas Trilogía y Septología han sido muy apreciadas por la crítica. Mañana y tarde es una excelente oportunidad para reconocer y admirar los méritos de la prosa de Fosse. Esta novela corta se concentra en el nacimiento y en la muerte de Johannes, un pescador que no sabe nadar y que, con su esposa Erna, ha podido criar bien a sus siete hijos.

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La novela cuenta la vida que los personajes llevan en las islas. Y empieza haciéndonos comprender la belleza del engendramiento desde la mirada del padre de Johannes: “el niño vendrá al frío de este mundo y aquí estará solo, separado de Marta, separado de todos los demás, estará solo aquí, siempre solo, y luego, cuando todo haya acabado, cuando llegue su hora, se descompondrá y volverá a la nada de la que salió, de la nada a la nada, ese es el curso de la vida”. Así como el nacimiento es prodigio de la biología, del amor, del espíritu, la muerte también es elemento supremo, pues es dar paso, silenciarse, cesar, rendirse.

El arco temporal de la novela va del Johannes recién nacido al Johannes recién muerto. Y, así como los días del bebé reúnen a las familias, también la inminencia de la muerte, pero en esta ocasión se trata de un mundo fantasmal donde uno mismo no sabe si sigue vivo o si ya se ha muerto, si los otros siguen vivos o están muertos. Los mejores amigos vienen a ayudarnos a pasar de un estado al otro. Así, nacer es entrar en el mundo del dolor, y morir es salir de él. En la novela, adonde uno va no existen palabras, no es ningún lugar, no hay cuerpos, no hay dolor, todo es separado y todo es sin separación, no existen el tú y el yo.

Hechiza el ritmo de la prosa de Mañana y tarde: una voz que deja avanzar los pensamientos y las sensaciones, con repeticiones constantes, casi obsesivas, pues tenemos pocas ideas y pocos gestos, y, a pesar de darnos la mayor importancia personal, no somos más que cuerpos que viven y mueren. La cercanía de la muerte “es como si todo estuviera cambiado y al mismo tiempo estuviera como siempre, todo está como antes y todo está distinto”. La de Johannes es una vida sin grandes acontecimientos, aparentemente, pero el engendrar y el morir se convierten en hechos definitivos para entender la muerte: “No hay nada que hacer, esto nos pasa a todos”. (O)