Querido lector, estamos a puertas de la Feria Internacional del Libro de Guayaquil, mi época favorita del año, los cinco días imprescindibles que hacen que me desconecte de la tragedia que se ha vuelto el día a día. ¿Por qué?

Porque estoy tan loco, como el hidalgo que se enfrentó a los molinos de viento con su armadura brillante y su regordete escudero, en busca del amor de mi Dulcinea.

Porque hoy prefiero leer las memorias de una niña que huía de los nazis y su horror.

Un libro no se acaba cuando leemos la última página, recién ahí es cuando comenzamos un profundo viaje hacia el alimento del alma.

Hoy me quiero volver a subir en una avioneta en búsqueda de ese pequeño príncipe que me enseñó que solo se puede ver con el corazón, porque lo esencial es invisible para los ojos, porque encontrarme con él por lo menos una vez al año me hace tan feliz como la primera vez que lo conocí.

Porque hoy comparo cómo se manipula la información al antojo y existe represión política y social, y me aterra pensar que estamos viviendo la sociedad ‘orwelliana’ en una ficción distópica, vigilados desde la habitación ciento uno.

Yo soy…

Porque cuando me acerco al rincón de la ansiedad y la frustración, prefiero buscar el andén nueve y tres cuartos, embarcarme a un castillo donde puedo usar la magia.

Porque hoy quiero ahogar mi frustración del juego del poder, imaginando que rompo un anillo que les da el poder como fuente principal, guiado de Frodo, en medio de criaturas antropomorfas… Qué bonito sería que se hiciera realidad esta fantasía épica, ¿verdad?

Porque me gustaría ser el vecino de las hermanas March, conversar mientras hacemos un ‘picnic’ sin importar la guerra civil.

Hoy quiero ser la resistencia de lo establecido, como lo hizo Montag y presentarle a usted las mejores obras literarias del mundo, porque si bien los libros ya no arden a 451 grados Fahrenheit, la falta de interés por un libro los hace pasar al olvido como cenizas que se lleva el viento.

Hoy quiero liderar la granja y evitar una rebelión que podría terminar en una dictadura de Napoleón el cerdo, como otro socialista fallido más.

Quiero leer a Julio Verne y sumergirme bajo el mar, acompañarlo a en su globo, mientras un capitán de 15 años lucha contra las tormentas aunque esto no le guste a Negoro, y después viajar hasta el centro de la tierra guiado por el profesor Lidenbrok.

Hoy quiero bajar a encontrarme con mis demonios, y que Beatriz me acompañe en este viaje poético, entre simbolismo, filosofía y religión.

Porque, querido lector, así son los libros, un fantástico recorrido por donde la mente humana reside, fantasea, viaja y aprende. Es el arte del refugio del alma, sentir las caricias de las palabras de Octavio Paz, o el loco y confuso amor de la Maga de Cortázar, son los miles de historias que reposan en nuestros estantes, y nuestros corazones, porque un libro no se acaba cuando leemos la última página, recién ahí es cuando comenzamos un profundo viaje hacia el alimento del alma, un lugar donde solo un libro, un café y nuestra mente nos puede hacer llegar y sacar una sonrisa por la historia que un amigo escritor nos hizo vivir. (O)