El reciente caso de secuestro extorsivo a un marino chileno que vino, con licencia de trabajo, a residir al país tras casarse con una ecuatoriana genera zozobra ciudadana. No es que no haya ocurrido antes en nuestro país el atroz delito de retener a una persona para exigir un rescate; ha habido secuestros de tipo político, los que han tenido como blanco a familias adineradas y los que se dan en zonas más cercanas a las fronteras donde el imperio de la ley casi se desdibuja, pero el caso referido genera preocupación porque se siente muy cercano al ciudadano de clase media.

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Hasta ahora, a ese nivel se han ejecutado los secuestros tipo exprés, que consiste en capturar a una persona y retenerla mientras los delincuentes tratan de obtener sumas de dinero a través de tarjetas de la víctima. Que en esta ocasión los criminales hayan sido capaces de torturar al secuestrado y mutilarle dos dedos, para presionar a la familia que reside en Chile para que transfiera dinero, da cuenta de una saña que debe ser detenida a raya. No se debe admitir que esta modalidad se instale en nuestro país como una práctica más de las importadas por los carteles.

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Una de las maneras de contener esta atrocidad será concentrando esfuerzos con el objetivo de capturar y procesar a todos los actores, materiales e intelectuales, del delito para darles la máxima sanción, al tiempo que los legisladores en la Asamblea Nacional se planteen en serio, con la responsabilidad que amerita ser tratada esta horrenda amenaza, cómo lograr que no se replique este tipo de delitos.

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Es innegable que las sociedades están cambiando, y una parte de estas no lo hace para bien. Es mandatorio cobrar conciencia de esto y realizar las enmiendas que se precisen en favor de procurar la seguridad de los ciudadanos, quienes nunca van a estar preparados para defenderse por sí mismos de perpetraciones insanas que persiguen aprovecharse del fruto del trabajo de la gente de bien, esa que se prepara para vivir de acuerdo con la ley, en comunidad, en paz, contribuyendo al desarrollo armónico del país. (O)

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