Para quienes no lo vieron con pantalones cortos: era un “9 y medio”, o sea tirado atrás, o bien un volante ofensivo de una habilidad y una creatividad alucinantes. Una zurda celestial. Sin duda, el de mayor sensibilidad con la bola de aquellos cinco genios de los 70: Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino. Ese era Tostao, el médico y campeón del mundo, hoy riguroso comentarista deportivo, defensor a ultranza del jogo bonito, que hizo célebre al fútbol brasileño y que un día comenzó a desaparecer. Acaso el último gran exponente de ese estilo maravilloso fueron aquellos cuadrazos de Telé Santana en los Mundiales 1982 y 1986. Luego hubo dos títulos más, el de 1994 con Parreira, un equipo obrero, y el del 2002, logrado bajo el pragmatismo utilitario de Luiz Felipe Scolari. Pero eran apenas vestigios del jogo bonito, y más que nada porque aún quedaban algunos fenómenos como Romario, Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho... Ya había entrado en un túnel oscuro, en una amnesia futbolera, Brasil, en un divorcio virtual con la pelota. Hasta desembocar en este insólito y vergonzante 1-7 frente a la selección de Alemania en su propia casa. Pasaron varios días, pero en Brasil no se habla de otra cosa.