El tablero final del reparto de medallas en unos Juegos Olímpicos no solo deja la lectura competitiva de clasificar a los países según su número de oros, platas o bronces. Más allá de la colección de metales de los que pudieron sumarlos, casa adentro los países deberían empezar una lectura de evaluación. ¿Qué hicimos mal? ¿En qué mejoramos? ¿Cómo podemos emular o superar modelos similares a los nuestros que están teniendo éxito? ¿Qué disciplinas merecen prioridad en los presupuestos?

Una mirada posible es la del ganador. Estados Unidos sigue siendo, de largo, la potencia deportiva mundial. Desde Atlanta 1996 -salvo la excepción de Beijing 2008, en que China lideró el número de medallas de oro- encabeza los medalleros de los Juegos Olímpicos. Han sido dos décadas de supremacía luego de cuatro décadas anteriores en los que la bipolaridad política del mundo vivía -cada cuatro años- su conflicto deportivo en los Juegos Olímpicos. Era la época para “demostrar” cuál de las dos posturas de la Guerra Fría terminaba como triunfadora. Cuál modelo tenía más éxito deportivo para presumir luego políticamente de aquello.

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Otro análisis posible es el de las medallas por continentes. Los economistas luego harán las estadísticas comparativas de las riquezas de países o regiones vs las medallas conseguidas. Lo cierto es que de las 528 medallas en juego, Europa es la que más ha cosechado éxitos (48%); le sigue América con 22% (de este, el 57,89% es de los EE.UU.); Asia con 21%; Oceanía y África empatan al final con el 5%.

Hay que hacer zoom a la región. De 40 países de las Américas participantes, solo 13 obtuvieron alguna medalla. De los 27 países restantes sin metales, Ecuador es la segunda delegación más numerosa (38 participantes), detrás de Chile, que fue a Río de Janeiro con 42 deportistas.

Si el foco lo ajustamos hacia Latinoamérica, el triunfador de estos juegos es el dueño de casa, Brasil, con 19 medallas (7 de oro), seguido de Cuba, con 11 (5 de oro). La isla ve de lejos su época dorada olímpica, aquella en la que, bajo permanente ayuda y asesoría soviética, logró desarrollar un enorme potencial deportivo (en Barcelona 92 -con los últimos coletazos de las ayudas ya programadas previas a la extinción de la URSS- terminó como quinto país en el medallero).

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Luego es necesario mirar a Colombia. Algo están haciendo bien en el país vecino a Ecuador. Su cosecha de Río 2016 (3 de oro, 2 de plata y 3 de bronce) es mejor que la de Londres 2012 (1-3-4), y esta fue superior a la de Beijing 2008 (0-1-1). Hay un proceso, una real visión a largo plazo.

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La penúltima mirada es la de los héroes. Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro dejarán en la memoria a dos leyendas del deporte mundial. ¿Quién es el rey? ¿El velocista jamaiquino Usain Bolt o el nadador estadounidense Michael Phelps? Ambos lograron lo que nadie ha podido. Son héroes deportivos indiscutidos de nuestro tiempo y tienen asegurado un lugar de privilegio en los libros de historia. Bolt completó su triple triplete de la velocidad en los últimos tres Juegos Olímpicos, mientras Phelps logró llegar a las 23 medallas de oro en cuatro ediciones olímpicas, el mortal con mayor gloria en 120 años de la era moderna de esta cita ecuménica.

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Y la última mirada es la de Ecuador. Seguimos extrañando a Jefferson Pérez. Toda la magia que significaba esperar con expectativa sus carreras, en las que los ecuatorianos sabíamos que había una posibilidad de medalla. ¿Quién es el nuevo Jeff? ¿Cómo lo estamos identificando? ¿A qué disciplina se le dará prioridad? ¿Debería ser el box, que muestra condiciones? ¿Qué puede aprender, por ejemplo, el Comité Olímpico Ecuatoriano de la experiencia exitosa colombiana? Son preguntas que debe hacerse el COE ahora, en el tiempo de las evaluaciones. (D)