Fue, para muchos, el partido técnicamente mejor jugado del Mundial México 1986, por los cuartos de final. Francia 1, Brasil 1, en 120 minutos antológicos. Bruno Bellone está solo en el círculo central del estadio Jalisco, de Guadalajara, bajo un sol abrasador. Con 25 años, el delantero afrontó la pesada misión de convertir el tercer lanzamiento francés en la tanda de penales. Estaba muy nervioso de fallar, como los astros Sócrates, Zico y Michel Platini. Temblaba y cerró los ojos. “Ya no tiene importancia; fue hace mucho tiempo. Aun así, me pareció interesante enterarme de que (Bellone) cerró los ojos antes de disparar”, dijo hace poco el arquero Carlos. Bellone, exdelantero del Mónaco, Cannes y Montpellier habló con FIFA.com del inolvidable juego y de su experiencia en el partido ganado por penales.

¿Cómo se sentían los franceses antes de esa famosa tanda de penales?
Acusábamos muchísimo los efectos del calor. Ese partido fue agotador, y tal vez por eso perdimos después contra los alemanes (en semifinales). Físicamente, habíamos dado todo sobre el césped ante Brasil. El choque, además se fue a la prórroga. No había respiro; el balón no salía casi nunca. ¡Al descanso, teníamos botellas de oxígeno en el vestuario! Yo solo jugué en el tramo final, ¡pero tenía la impresión de haber jugado todo el partido!

¿Cómo se decidió el orden de los lanzadores en la tanda de penales?

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¡Yo no decidí nada en absoluto! Yo era suplente, por lo que me decía a mí mismo que no podía figurar en la lista (risas). Digamos que hubo un jugador que renunció… Henri Michel vino hacia mí y me dijo: “Estás obligado a lanzar; no hay nadie”. Yo no tenía ganas, pero debía hacerlo. Fui realmente consciente cuando estaba en el círculo central…

Volvamos a ese momento en el que usted estaba solo en el círculo central.
Es terrible. Se hace muy largo, porque se te pasa todo por la cabeza. Todo. Piensas en tu familia, en la gente que está delante del TV, en los aficionados… Te dices a ti mismo: “Si fallo este penal, vuelvo a Francia en piragua…”. O en ese caso, tal vez nunca habría vuelto, y hoy estaría vendiendo piñas en la playa de Acapulco… (risas). Todo lo que se te pasa por la cabeza te perjudica… Además, tirábamos en el lado de la afición brasileña, y había no sé cuántos miles de personas detrás de la portería, con la samba y todo eso… A mí, eran las piernas las que me bailaban samba (risas).

¿Qué pensó al ver entrar el balón, que pegó en poste y luego rebotó en la espalda del portero Carlos?
Me dije “ya está, estoy salvado. Estoy tranquilo, ya no me debo retirar. ¡Puedo volver a Francia (risas)!”. Había brasileños que pensaban que el gol no era válido. Habría sido así si yo volvía a tocar el balón, pero fue el portero quien lo metió dentro.

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¿Cree que los brasileños se vinieron abajo mentalmente tras ese golpe de suerte?
Tal vez se dijeron a sí mismos que no era su día. Yo habría reaccionado igual si hubiese pasado al revés (risas). (D)