Lo del domingo pasado (el empate a 1) lo alcanzó en un final agónico, gracias a una genialidad de Lionel Messi. Él se fabricó la falta, él la puso donde duermen las telarañas. Antes de eso había reventado un balón contra el palo y antes aun había provocado un penalti, una mano con la que un Bruno Soriano gateante desvió su disparo. No lo vio Iglesias Villanueva, provocando una nueva irritación entre los barcelonistas que no aplacaría una posterior mano de Javier Mascherano. El Barça tiene razones para sentirse desdichado con la suerte en el partido de ayer, pero hay algo más.