El día de la última vez que celebró en Emelec, el 19 de enero de 1964, Carlos Alberto Raffo sentó en la silla eléctrica al arquero Manuel Arias, del Deportivo Quito, y le convirtió cuatro goles de alto voltaje. Los elogios del periodismo –que ignoraba que ya no lo vería más vestido de azul, y tal vez tampoco lo imaginaba el Flaco– fueron tan encendidos como los que recibió el 11 de septiembre de 1954, cuando le hizo tres tantos al Panamá, al comenzar su escalofriante y mítica cuenta anotadora.

Estremeció los cimientos del viejo estadio George Capwell cuando presentó su tarjeta de depredador del área y ratificó esa condición al irse, hace 55 años, al sacudir al Modelo con una faena memorable.

“¡No hubo quien lo parara! Como saeta se introdujo por las líneas defensivas y destrozó todo intento de marcación y cargó de goles las redes. Sembró el descontrol en sus celadores, que así fueron presa fácil de la sed de goles del Flaco Raffo, el héroe de la jornada al convertir los cuatro goles de su equipo. ¡Así jugó este Flaco eterno!”.

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Con esa emocionada alabanza Diario EL UNIVERSO se rindió asombrado, el 20 de enero de 1964, al antológico desempeño del más grande símbolo millonario en su jornada de adiós como hombre-gol.

Después de su show arrasador, la figura del centrodelantero se perdió al entrar en el túnel. Pero no iba al vestuario, sino a seguir un sendero de gloria que lo llevó directo a la inmortalidad futbolera. Y ahí sigue instalado Raffo. La leyenda del indomable destructor de defensas había empezado.

“Una vez repuesto de varias lesiones”, el técnico “Fernando Paternoster confió en el veterano piloto de ataque y este respondió con cuatro goles”. Pero Raffo pudo haberse ido sin marcar porque el duelo contra los chullas fue la repetición de otro que igualaban 0-0, hasta los 72 minutos, y que fue suspendido una semana antes por una lluvia torrencial.

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Las reglas de la época ordenaban que si había que medirse otra vez, “el partido tendrá duración completa, es decir que se jugarán dos tiempos de 45 minutos”. Esa disposición favoreció a Raffo. Pero no fue casualidad. El Flaco estaba predestinado a marcharse como había llegado diez temporadas atrás: con una explosión de goles.

Francisco Doylet, periodista de este Diario, explicaba la ausencia del veterano futbolista en una nota titulada ‘El Ballet volvió a brillar bajo la batuta del Flaco Raffo’. “(Fernando) Paternoster lo tenía en el banco y este se lamentaba de su no inclusión. Pero el entrenador esperaba que se encontrara en perfectas condiciones físicas –de las técnicas nunca dudó– para incluirlo en la nómina titular. Con el dictamen médico favorable al 100% Raffo fue a la cancha y ahí está el resultado”.

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Bajo el seudónimo de Frandofi, Doylet se hacía una pregunta que en la actualidad se contesta con un rotundo sí: “¿Es eterno el Flaco? Da esa impresión. Porque después de una larga ausencia vuelve en plenitud, como en sus mejores días, cuando era un verdadero terror de los arqueros. Raffo fue siempre un ejemplo de codicia, de hambre de gol, de peligro permanente frente al arco”.

 

Carlos Raffo (i) y Pelé antes de un partido entre Emelec y Santos en 1959. Foto: Archivo

Contra el Quito, el Flaco hizo el primer gol con “un disparo de media vuelta, suave tiro cruzado que llegó a las mallas ante la desesperación de Arias (11 minutos)”. El segundo (31m) nació tras “una feliz pared con Enrique Raymondi”. El 3-0 cayó cuando “Raffo mandó a los piolines un balón que manoteó Arias”, tras un cabezazo de José Vicente Loco Balseca (34m). El 4-0 fue una “obra maestra”. Al cobrar un tiro libre indirecto “Clemente de la Torre, con gran visión, sirvió a Raffo quien con disparo cruzado, a ras de césped, venció a Arias, ante el asombro de los zagueros que se quedaron estáticos, sin atinar gestión alguna (65m)”.

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Y hoy que la veteranía hace que en Emelec duden de la utilidad de jugadores treintañeros, Raffo, en su acto final como verdugo eléctrico, pulverizó esa teoría. “Demostró que aún tiene cuerda para un par de temporadas. Sus 37 años (estaba a tres meses de cumplir 38) no hacen mella en su escaso físico ni amenguan su gran calidad y su sentido intuitivo de gol”.

Jugó su último partido oficial con Emelec el 26 de enero de 1964, en el Clásico del Astillero que terminó sin goles con Barcelona (Ordenaña; Landázuri, Cruz Ávila, Mina; O. Zambrano, Magri; Balseca (Delgado Mena), Reymundo, Raffo, Raymondi (Flores) y Moscol (De la Torre); y la última vez que vistió la camiseta millonaria fue en el amistoso que su equipo perdió 1-3 con el brasileño Flamengo, el 26 de febrero de 1964 en el estadio Modelo. (D)