Las lágrimas de Damián Díaz dolían, certificaban que ya no tendrá otra ocasión de gloria como esta. El caballeroso final: saludo respetuoso, elogioso de Fabián Bustos a Renato Gaúcho, los intercambios de casacas, los abrazos entre todos eran testimonio de que fue una lucha viril, pero limpia, a puro corazón, con los roces lógicos de una instancia así, en la que dieron todo. Nadie se fue cabizbajo, porque se regó el césped de sudor y dignidad. Es ley del deporte, uno debe pasar, otro queda atrás. Barcelona dejó el alma en el campo, en los dos choques, le tocó caer ante un grandísimo equipo. Un epílogo sin reproches de nadie para nadie, ni para sí mismos. Barcelona lidió contra la más alta expresión de contundencia brasileña, un futbol que históricamente tiene la virtud de no perdonar: llega y liquida.

Fla, Fla, Fla, Fla… Cuatro veces Fla. Cuatro veces Bruno Henrique. Torero no fue Barcelona, fue el punta izquierda brasileño, que clavó las cuatro estocadas al cuadro amarillo, dos en Río, dos en Guayaquil, demasiadas, crueles, inexorables… Todo el fútbol que faltó en la otra semifinal, Palmeiras- Mineiro (180 minutos de nada), sobró en esta de Flamengo y Barcelona. Sólo cabe agradecerles a ambos haber devuelto con emociones todas las expectativas que uno deposita en una semifinal de Libertadores. Y la Copa debe reconocerles el haberla prestigiado. Es lo que se espera de dos semifinalistas, que compongan un alto espectáculo.

A diferencia de Palmeiras y Mineiro, que acumularon decenas de faltas, empujones, roces y ordinarieces, Barcelona y el Fla levantaron una montaña de fútbol. Cambiaron golpe por golpe, ida y vuelta constante, buscaron herirse jugando. “Felicitaciones, son un equipazo”, le dijo Fabián Bustos a Renato Gaúcho en el saludo final (muy gallardo, por cierto). Tal cual, pese a la conmovedora entrega de Barcelona en ambos juegos, el equipo rubronegro fue un vencedor incuestionable.

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Si computáramos los dos juegos, con seguridad Barcelona atacó más y generó un mayor número de acciones de gol, pero quedó con el grito atragantado y Flamengo festejó por cuatro. En ningún otro sector del campo se evidencia la jerarquía del futbolista como en el área, definiendo o defendiendo. La clase convierte el gol, la menor categoría da en el palo, en el arquero, la tira afuera. Lo mismo con los arqueros, Burrai no tuvo culpa en los goles, pero las que iban adentro, entraron. En cambio, Diego Alves salvó media docena. Igual, cabe subrayar que Emmanuel Martínez le tiró tres veces al cuerpo.

Similar al desarrollo del primer cotejo, Barcelona salió a beber vientos. Tozudamente convencido, tomó la lanza y fue contra el arco de Diego Alves. Pero una vez más fue Flamengo el que golpeó primero. Y esta vez hirió de muerte, porque un gol de visita sumado al 2-0 del Maracaná significaba que Barcelona debía hacer cuatro para darlo vuelta, una misión totalmente imposible frente a este magnífico once que armó el portugués Jorge Jesús en 2019 y que ahora le cayó del cielo a Renato. Flamengo es un equipo que, si le dan espacios, mata. Abrió el marcador en una contra letal dirigida por Everton Ribeiro, autor de las dos asistencias de los goles de Bruno Henrique, quien siempre es opción de pase, se desmarca permanentemente. Tres minutos después Andreas Pereira reventó la base del palo derecho de Burrai, en lo que parecía gol seguro.

Jugadores del Flamengo festejan la clasificación a la final de la Copa Libertadores tras derrotar con un global de 4-0 a Barcelona SC. Foto: EFE

(Párrafo al margen: 1) Bruno Henrique. Por suerte no viene ningún equipo europeo a llevarse a este crack y lo tenemos aquí. 2) Everton Ribeiro. Hace tiempo es el cerebro de este equipo y por algo en la Eliminatoria se ganó un lugar como titular en la selección de Tite pese a todas las opciones que el DT tiene en Europa.)

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Barcelona, como si no estuviera enterado del infortunio, redobló sus afanes ofensivos y fue por la hazaña. En nueve minutos puso a sus hombres tres veces mano a mano con Diego Alves, todas las sacó el arquero. Luego lo tuvo Adonis Preciado y la rechazó al córner Rodrigo Caio. Una digresión: los fenomenales guardametas actuales, son todos de buenos para muy buenos, y están los extraordinarios; pese a que la pelota es más rápida, tienen reacción gatuna. A lo largo del juego provocó ocho llegadas con peligro real Barcelona. Pero fue la pulseada de ACTITUD versus JERARQUÍA, y en esa disputa por regla general se impone la segunda. Esa mayor categoría se manifestó en el segundo tanto, una sucesión de once pases donde tocaron la bola los once brasileños y el hábil y escurridizo Bruno Henrique coronó en la red.

Por segundo año consecutivo veremos una final exclusivamente brasileña, y por tercera vez el campeón será de ese país. Lo mismo pasaría con la Copa Sudamericana. A su vez, la selección verdeamarilla lidera la Eliminatoria con puntaje ideal. No puede notarse más nítidamente el dominio de la patria de Pelé y Garrincha. Y dos de los tres clubes más ricos de Brasil estarán en la final. El otro es Atlético Mineiro. Será un choque entre dos antípodas estilísticas. Flamengo busca proponer, aunque no siempre lo consigue, tiene un plantel estelar y mucho gol con Gabigol y Bruno Henrique. Palmeiras no gusta ni a sus propios hinchas, hace un juego rácano, defensivo, pero es muy difícil de vencer, apenas perdió un encuentro de doce, ante Defensa y Justicia 4 a 3. Flamengo le ha ganado de visita 3-1 por el Brasileirão y es favorito al título, sin embargo, el Verdão de Parque Antarctica es una roca defendiendo. Todo puede suceder.

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Barcelona se queda sin el sueño de campeón, que cumple treinta y un años, pero se va con la frente alta, hizo una gran Copa, fue el único que logró romper la hegemonía brasileña al eliminar a Fluminense. Flamengo lo respetó extraordinariamente. Y en la medida en que pueda mantener el plantel seguirá siendo muy competitivo. También si puede retener a Fabián Bustos, quien le ha dado solidez al equipo y logra extraer de cada jugador el máximo compromiso de lucha. Eso se nota cuando un equipo planta cara a cualquier rival y va al frente. No hay equipos valientes con técnicos pusilánimes. (D)