El jueves último, en uno de los tantos partidos maravillosos que entrega la Premier League, el Manchester United venció 3-2 al Arsenal; se dio allí una circunstancia extraña, en la cual el cuadro londinense se puso en ventaja. Tras un córner servido por el noruego Odegaard (los tira fantásticamente, combados y llovidos como granadas al punto del penal), el arquero De Gea iba a intervenir, pero cayó al suelo, producto del entrevero en el área; pareció que acusaba una falta. En ese instante, Smith Rowe pateó al arco, el meta español seguía caído y la pelota entró. Gol. Sin embargo, el árbitro Martin Atkinson sancionó falta a favor del Manchester, anulando la conquista. Estaba concediendo tiro libre a favor del United cuando el VAR lo llamó y le informó que ningún rival tocó al arquero; fue su propio compañero Fred quien había pisado casualmente a De Gea. Por lo tanto, era gol legítimo. Y lo validó.