Nos lo contaba sonriendo, hace unos días, el Pulpo Colmenares, delicioso personaje y buen arquero venezolano de los años ‘60 y ‘70: “En 1972 fuimos a jugar el Mundialito a Brasil, perdimos 10 a 0 ante Yugoslavia y me eligieron el mejor jugador de la cancha. ¿Por qué…? Los periodistas dijeron que si no era por mi actuación perdíamos 25 a 0″. Lo cómico fue que Dusan Bajevic, delantero bosnio de gran estatura, le metió cinco goles de cabeza, pero igual el premio se lo llevó el Pulpo. Tanto fue lo que atajó.
Lo mismo podrá decir Thibaut Courtois en unos años. El Real Madrid cayó 3-0 y fue aplastado por el Arsenal, pero si no era por el belga estaba para 9 a 0. Gracias a sus increíbles reflejos y a su enorme humanidad tapó al menos ocho bolas que eran goles. Sin contar las que salvaron sobre la raya Alaba y Bellingham o la el travesaño.
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Tal como viene aconteciendo desde el comienzo de la temporada, el Madrid jugó mal -esta vez multiplicado por diez- y fue goleado por un Arsenal que impresionó como una fuerza compacta, convencida de sí misma, arrasadora, bien trabajada.
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Una tracción colectiva donde Declan Rice sobresalió por sus sensacionales dos goles de tiro libre, aunque la figura de los ingleses fue el movimiento conjunto, el ensamble de las piezas, la dinámica grupal, se pareció a una maquinaria. Ahí se ve la mano del técnico (el vasco Mikel Arteta), que sin jugadores excepcionales le da un baño a un rival que dice tener varias estrellas de nivel Balón de Oro, caso Vinicius, Mbappé, Bellingham…
Conste que le faltaron por lesión algunos elementos fundamentales al cuadro londinense, como Gabriel Magalhães, una roca física y mental, y los delanteros Kai Havertz, Sterling y Gabriel Jesús. Pero cuando un equipo sabe a qué juega, el funcionamiento suple las ausencias, las olvida. El Arsenal, muy eficiente y en crecimiento desde el arribo de Arteta en diciembre de 2019, regaló una de las grandes noches de Champions justamente frente al máximo referente de la competición. “El Arsenal pechea (arruga) en las citas importantes”, dice medio mundo, pareció al revés. Veremos cómo se comporta en el Bernabéu.
El Madrid tiene dos problemas: demasiados partidos y poco plantel, por eso juegan casi siempre los mismos. Por eso le toca actuar a Valverde de lateral o a Tchouameni de central. En este curso 2024-2025 afrontará en total siete torneos, lleva ya 55 cotejos disputados y le faltan mínimo diez, casi todos decisivos, porque uno es la final de la Copa del Rey ante el Barcelona, otro es la revancha contra el Arsenal y otros ocho de liga, donde no puede perder un punto más.
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Todo ello sin contar el Mundial de Clubes de junio. Con un agregado: todos sus jugadores son internacionales y deben atender también a sus selecciones. Esto, sumado a los viajes, lo tornan más vulnerable. Y, sobre todo, conspira contra sus posibilidades que no se le ve juego. Es aguantar y tirarla arriba al espacio para que den soluciones los delanteros. Ha reflotado cantidades de tardes y noches con la camiseta, con su épica célebre, con suerte y con fallos arbitrales (siempre a favor). Pero en Londres no se dio nada de eso. Y tocó fondo.
Ayer, sin entrar, ganó enteros Endrick, que cada vez que toca la pelota irradia una sensación de gol, sobre todo cuando le queda para su latigazo de zurda. Avanzó casilleros gracias a la pésima prestación de Vinicius, borrado por el correcto lateral holandés Jurriën Timber; de Rodrygo, quien observó el juego desde la punta derecha sin intervenir nunca (no quiso molestar), y también de Mbappé, quien definió mal las dos que tuvo frente al arco.
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El Real Madrid montó un escándalo mundial porque no le concedieron a Vinicius el Balón de Oro 2024. “Para el Real Madrid el Balón de Oro no existe más”, dijeron sus voceros en el momento de mayor furia. Ahora queda claro que nunca lo mereció. Un buen jugador normal, muy bueno en algunas ocasiones. Hasta ahí. En lo que va de la Eliminatoria lleva un gol (ante Colombia), que fue gol porque la bola se desvió en la cabeza del zaguero Cuesta y descolocó al arquero Vargas.
En cuanto a Mbappé, necesita varios mano a mano para marcar un gol. Siempre tira a reventar, nunca a colocar. Diez años después de su debut en Primera aún no lo ha aprendido. En palabras de Luis Suárez podría decirse que “él patea al arco, no a un lugar del arco”.
Aparte, se acusa a los atacantes de no colaborar defensivamente. “Los de arriba juegan comodísimos, no corren a nadie”, dice Álvaro Benito, exfutbolista del club merengue ahora comentarista. “Mbappé es como 007, tiene licencia para no correr”, critica. Y amplía: “Si te ahorras los esfuerzos defensivos y no eres decisivo ante la portería rival... aprieta un poco el culo”.
Siempre que se topan clubes españoles e ingleses es una excelente ocasión para pulsar el poderío de las dos ligas más fuertes del mundo. En cuanto a espectáculo, la Premier es la más atractiva y la más vista, el mejor producto futbolístico del planeta, pero los españoles los pueden: las diez finales jugadas en los últimos quince años por Champions y Europa League las ganaron, íntegras, los hispanos. Y ha estado repartido: conquistaron Barcelona 3, Real Madrid 2, Sevilla 2, Atlético de Madrid 2 y hasta el Villarreal 1. Esta vez el Arsenal sacó la cara en grande por los inventores del fútbol.
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No se puede jugar eternamente mal y ganar. Esta vez ni el árbitro podía salvarlo, la superioridad de los cañoneros fue abrumadora. Los resultados de este Real Madrid han sido brillantes, su juego nunca lo fue. Aunque ha sacado adelante las victorias una y otra vez, ha sido dominado, superado y a veces hasta bailado por un alto porcentaje de los adversarios que enfrentó a nivel europeo. En la instancia anterior el juez Marciniak se inventó lo del doble toque (que nunca se vio) de Julián Álvarez en la definición por penales. Y avanzó una vez más envuelto en polémica. Esta vez ni doble toque.
No es imposible darlo vuelta. O igualarlo. Un club de su porte y grandeza puede lograrlo. Tres goles se pueden marcar. La historia invita a creer, el presente no. El mismo Benito dejó su criterio: “Creo en la remontada, creer es gratis. El Real Madrid puede ganar perfectamente por 3-0 al Arsenal, pero tienen que hacer las cosas un millón de veces mejor de lo que lo han hecho”. Sí, un millón tal vez le alcance.
En la vereda de enfrente, el Barcelona derrocha fútbol y, sobre todo, goles. Lleva marcados 145 en lo que va de temporada, una locura. Barrió 4 a 0 al Borussia Dortmund y casi se aseguró un lugar en semifinales. Hansi Flick le ha cambiado la vida a un club acosado por las deudas con la fórmula eterna del éxito: jugar bien y ser ofensivo.
El Barça quiere el cuatriplete y está muy cerca: ya ganó la Supercopa de España, lleva cuatro puntos y una carrada de goles de ventaja al Madrid en la Liga, disputará la final de la Copa del Rey con su rival de toda la vida y, claro, está el anhelo intacto de Champions. Y si se da todo puede aportar dos nombres para el Balón de Oro: Lamine Yamal y Robert Lewandowski, fantasía y desequilibrio el primero, gol y mentalidad el segundo. La gloria puede cambiar de vereda este año. (O)