“Eh, ustedes tienen robo…”, nos quejábamos de chicos, en la canchita, cuando iba comenzar el picado y veíamos que todos los buenos del barrio estaban del lado de enfrente. No había cómo. Y en España, en Europa y el mundo pasa lo mismo con el Real Madrid. Mbappé, Vinícius, Bellingham, Rodrygo, Valverde, Modric, Rudiger, Carvajal, Militão, Alaba, Courtois… Todos del mismo bando. Así no vale…

Con la llegada de Kylian Mbappé, el cuadro blanco completa una nómina desmesuradamente superior a la de cualquier otro club del planeta. Nombres estelares, un crack en cada puesto y un banco de garantías, capacidades que unidas a la juventud (a excepción del sabio Luka Modric, que sigue entregando destellos de su técnica e inteligencia) presuponen un largo reinado en los próximos años. Y hay en la recámara algunos nombres que invitan a pensar en un futuro luminoso: Arda Guler, Endrick. Y otros que entran y suman como Brahim Díaz, Lucas Vázquez o el arquero Lunin.

La calidad del plantel del Real Madrid más la mística vencedora del club inducen a pensar que podría llevarse los siete títulos que disputará en este curso 2024-2025, como ese jugador de póker que gana la partida cumbre, estira los brazos y arrastra para sí una montaña de fichas. ¿Cómo haría para perder una liga de 38 partidos…? El FC Barcelona, en 2009, y el Bayern Munich, en 2020, tienen el honor de ser los únicos clubes en lograr el sextete, o sea, Liga, Copa y Supercopa nacionales, Champions y Supercopa de Europa y Mundial de Clubes. El Madrid podría igualarlos e incluso superarlos, pues desde este año regresará, en diciembre, la Copa Intercontinental, la que jugaban antiguamente los campeones de Europa y Sudamérica, solo que la FIFA, siempre insaciable con Infantino, le agregará el monarca de cada continente. El representante europeo —en este caso el Madrid— ingresa directo a la final; en cambio, el titular de la Libertadores deberá disputar una fase previa ante el de Concacaf. En una final será difícil tumbar al once de Ancelotti.

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Que ya se llevó la primera gema del posible collar: la Supercopa de Europa, al derrotar al Atalanta por 2 a 0. Ponderable lo del Atalanta de Gian Piero Gasperini, un equipo de buen funcionamiento con jugadores discretos provenientes de once países. De cada pueblo un paisano. Meritorio llegar a una final con el Madrid; es como correr una carrera de Fórmula Uno con un Renault 12 y llegar sexto. Bien. Para el Madrid fue otro día en la oficina. Mbappé se enteró rápido de lo que es este club: en su estreno con esa camiseta fue campeón internacional a nivel de club, algo que no había experimentado en diez años entre el Mónaco y el Paris Saint-Germain.

¿Cómo jugó Kylian…? Flojito, pero marcó un gol, que le sirvió Bellingham. Un gol fácil, pero que es un excelente bautismo para todo lo que viene. Como se preveía, Vinícius no le cedió la punta izquierda; Kylian aceptó mansamente ser el 9, posición en la que no puede exprimir su velocidad y que le quita espacios para su explosión en carrera. Veía pasar los centros por encima suyo de derecha a izquierda y viceversa (no es cabeceador) y estaba metido entre los centrales. A favor tiene que el Real Madrid genera mucho. Entre Rodrygo, Vinícius y Bellingham siempre va a tener ocasiones para encestar. Lo bueno: sintoniza con Vinícius, no se repelen.

A propósito de Mbappé. Hay un interés manifiesto por afirmar que “no costó un peso”. Falso. Es un tecnicismo: en realidad pagó 150 millones de euros por prima de fichaje, solo que no lo recibió el Paris Saint-Germain sino el jugador, por estar ya libre del club francés.

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El madridismo propala que es una institución prudente que consigue galácticos a buen precio y que los verdaderos millonarios repletos de estrellas son el Manchester City y el PSG. Patrañas. Estos dos están muy lejos del poderío del Madrid, y un somero ejemplo es que, de los cinco candidatos principales al Balón de Oro, cuatro son madridistas: Vinícius, Bellingham, Carvajal y Mbappé, en ese orden. El restante es Rodri, del Manchester City, quien en verdad debiera recibirlo.

La nómina actual del multicampeón español es fruto de un proceso virtuoso, casi genial de fichajes y ventas. Después de darlo todo en la Casa Blanca, fueron entrando en la veteranía y se les dio las gracias por los servicios prestados a Casillas, Pepe, Keylor Navas, Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Varane, Casemiro, Marcelo, Isco, Bale, Benzema, Asensio, Kroos, Nacho… Los cimientos de esa estructura triunfal. Sin tener una dirección deportiva, siendo él el todo del club, Florentino Pérez fue moviendo magistralmente las piezas, con cuidado, año tras año, rejuveneciendo el plantel sin perder jerarquía, al tiempo de llenar las vitrinas de trofeos y de convertir al Bernabéu en el templo más moderno e impactante del mundo.

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Y, por encima del talento individual, todo el que llega es imbuido del carácter del club, el que instauró Di Stéfano: ganar, ganar y ganar. “En su vocabulario no entraba la palabra empate”, dice José Santamaría, el defensa uruguayo que fue su compañero durante años. Lo define un recuerdo de Pachín, gran zaguero que compartió varias temporadas con la Saeta. “Una tarde jugando para el Osasuna, lo marqué muy bien. En el primer tiempo no le dejé casi tocar la pelota. Y, cuando estábamos yendo al camarín, se me acerca y me dice: ‘¿Te gustaría jugar en el Madrid…?’. ‘Claro’, le respondí. Quedó ahí. A los dos meses me llama Bernabéu: me contrataron. Luego me enteré de que don Santiago le consultaba todos los fichajes, o bien él sugería a tal o cual que le parecían buenos. Alfredo era un ganador tremendo, nunca vi a nadie igual. Ponte que íbamos a jugar a Santander por Copa del Rey y ganábamos 5 a 0; a la vuelta, en el tren, se sentaba cinco minutos con cada uno; venía y te decía: ‘Mirá que la serie no está cerrada, ¿eh…?’. Y todos le respondíamos lo mismo: ‘Alfredo, relájate, hemos ganado 5-0 de visita…'. Pero él insistía: ‘Mirá que la serie no está cerrada’. No quería que nadie se aflojara, no admitía la derrota”. Otros cuentan que, si al cabo de un primer tiempo el Madrid iba perdiendo o jugando mal, era capaz de insultar a todo el vestuario para que reaccionaran.

El Madrid había conquistado apenas dos ligas, en 1932 y 1933; llevaba veintiún años sin alcanzar el título, mandaban el Barcelona, el Atlético de Madrid, el Athletic de Bilbao, el Valencia. Pero en el primer campeonato de Alfredo con la casaca merengue, campeones. Y en sus once temporadas en Chamartín marcó una supremacía impresionante: ocho ligas, una Copa del Rey, cinco Copas de Europa, dos Copas Latina y una Intercontinental. Por eso, en el museo del Bernabéu los murales, los videos y los recuerdos homenajean especialmente a quien trazó el camino a la gloria.

Alfredo lo situó como el club más ganador del mundo. Setenta años después, aquel espíritu casi feroz de victoria se mantiene intacto. (O)