La historia del balompié alemán y de los éxitos que lo comienzan a identificar como una potencia no nace con la aparición de Franz Beckenbauer, pero con él sí se instaura una era de consolidación. La línea imaginaria que solemos invocar cuando queremos diferenciar las épocas se diseñó con la irrupción de Beckenbauer en la escena futbolística germana. Hay que precisar que su influencia se da a partir de 1964, cuando con 19 años debuta con el Bayern de Múnich.

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Alemania, antes del surgimiento de Beckenbauer había ganado un Mundial, el de Suiza 1954 en la famosa final contra Hungría bautizada ‘El milagro de Berna’ porque se derrotó a una poderosa selección, la de los famosos magiares mágicos del revolucionario DT Gusztáv Sebes. El equipo de Ferenc Puskas, Zoltan Czibor, Sandor Kocsis y más estrellas había ganado el torneo olímpico de Helsinki 1952. Llevaban cuatro años sin perder un partido. Los húngaros favoritos, cómodamente, ganaban 2-0 hasta que llegó el milagro. Los alemanes terminaron venciendo 3-2.

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El gran ídolo de esa Alemania campeona del mundo sin lugar a dudas fue Fritz Walter. Una de las razones del milagro se descubrió después de la final de Berna, jugada en un día lluvioso. Los húngaros resbalaban en ese terreno empantanado, mientras que los alemanes se mantenían firmes, gracias a los hermanos Adolf (apodado Adi) y Rudolf Dassler, fundadores de Adidas, quienes diseñaron para la final botines con pupos intercambiables para los germanos.

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Franz Anton Beckenbauer nació el 11 de septiembre de 1945 en Múnich, una ciudad devastada, que unos meses antes fue tomada por los ejércitos aliados en la caída del Tercer Reich de la Alemania nazi. En el barrio obrero de Giesing creció Franz y su inclinación por el fútbol se dio por la influencia de su ídolo Fritz Walter. Cuando tenía diez años Franz se registró en el equipo de su barrio, el club TSV 1860 Múnich, pero en 1958 se unió al FC Bayern de la misma ciudad.

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Con 19 años, el 6 de junio de 1964, debutó en el equipo mayor, que en esa campaña ascendió a la primera división y en 1965 fue convocado a la selección alemana, en la que debutó un 26 de septiembre con apenas 20 años. Para ese entonces la prensa teutona describía a este joven como un virtuoso, capaz de ser un defensa y convertirse en un ofensivo, poseedor de una técnica depurada. Llegó al Mundial de Inglaterra 1966 como titular indiscutible de su combinado. Alemania clasificó invicta a la final contra el local.

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El 30 de julio de 1966 en el estadio Wembley, ante 85.000 espectadores se enfrentaron Inglaterra y Alemania. Entre los germanos la figura más destacada en los partidos previos fue el joven Beckenbauer, quien había convertido cuatro goles. Inglaterra se impuso 4-2 en tiempos suplementarios. En los 90 minutos el duelo acabó 2-2, pero en la prórroga, en el minuto 101, fue marcado el gol que cambió la historia. El delantero inglés Geoffrey Hurst remató violentamente un balón que impactó en la parte inferior del travesaño y picó en la línea de meta para regresar al campo de juego.

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Ante la sorpresa de los alemanes, el juez de línea soviético Tofik Bakhramov le aseguró al árbitro suizo Gottfried Dienst que la pelota había ingresado, ante la algarabía del aficionado inglés. A ese tanto se lo denominó gol fantasma, porque ninguna toma de televisión pudo establecer 100 % si entró o no la pelota. Recién en 1995 Inglaterra aceptó que el balón no había cruzado la línea de meta. Un estudio de la Universidad de Oxford lo confirmó. El airado reclamo de los alemanes ante la decisión del juez suizo tuvo un protagonista: Franz Beckenbauer.

En 1999, en la presentación de la candidatura de Alemania para ser sede del Mundial 2006, el periodista Patricio Cornejo atestiguó presencialmente cuando Franz Beckenbauer, al conocer que Inglaterra también se había postulado, aprovechó la oportunidad para referirse a esa final de 1966 e hizo confesión.

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“Me molesté muchísimo con la decisión de validar el tercer gol; todos vimos que no ingresó la pelota. Yo tenía 21 años, pero igual le dije a mis compañeros que no debíamos permitir semejante despojo, tan descarado, y que debíamos retirarnos como señal de protesta. Cuando íbamos hacia el túnel me detuvo Uwe Seeler, el capitán, y me dijo enérgicamente: ‘Franz, no podemos irnos, es una señal de debilidad; los alemanes no merecemos más críticas, seguiremos luchando’. De no ser por el maestro Uwe Seeler, no estaría conversando con ustedes. No habría soportado la vergüenza de haber abandonado la lucha”.

Quienes han estudiado a fondo la personalidad del Káiser Beckenbauer lo califican como una persona serena ante la presión, reflexivo, con voz de mando, ejemplar para respetar las normas, con gran carisma, resiliente y planificador. Solo así se puede comprender tantos triunfos como futbolista: tres Copas de Europa (hoy Champions League) con el Bayern Múnich (1974, 1975, 1976), una Recopa de Europa (1967), cuatro títulos de la Bundesliga (1969, 1972, 1973, 1974) y cuatro Copas de Alemania (1966, 1967, 1969, 1971), una Copa Intercontinental (1976). Con Alemania jugó 103 veces, disputó tres mundiales (1966, 1970 y campeón en el de 1974), ganó de la Eurocopa en 1972. Fue el primer defensa en recibir el Balón de Oro (1972 y 1976).

Como DT de su selección, ganó el Mundial de Italia 1990 y fue subcampeón en México 1986. Su llegada al Cosmos de Nueva York en 1977 fue todo un suceso. Se formó un equipo con estrellas como Pelé, Giorgio Chinaglia, Carlos Alberto. Con el equipo neoyorquino ganó tres títulos. Cerró su carrera en 1982 con una corona de la Bundesliga con el Hamburgo.

Conocido como Der Kaiser (el Emperador) se lo asocia con la creación de la función de líbero; él trastocaba con movimientos estudiados la posición defensiva y se convertía en un volante ofensivo con gran panorama, pero lo que más llamaba la atención era su elegancia, la sutileza para conducir el balón. El periodista español Alfredo Relaño lo describió: “Era un futbolista de terciopelo, con una facilidad para el trato del balón y una elegancia casi empalagosa”.

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El Káiser jugó en Guayaquil con el Cosmos el 31 de octubre de 1978. Los detalles de esa noche inolvidable los describió minuciosamente Ricardo Vasconcellos Figueroa en el ar-

tículo “Beckenbauer contra Barcelona SC en el Modelo: puñetazos, apagón y goles”, publicado en Diario EL UNIVERSO el miércoles pasado.

En una entrevista hecha al Káiser en octubre del 2012, el periodista Matt Sebra, en la revista GQ, lo compara con el mejor bailarín de Hollywood siglo XX, Fred Astaire, por la virtuosidad, por su control técnico, equilibrio y sentido del ritmo de bailarín, por el garbo y andar aristocrático de Beckenbauer al recorrer la cancha.

Su muerte a los 78 años entristeció al mundo. El diario alemán Bild informó que estaba postrado en la cama y que apenas podía hablar. En su último año Beckenbauer fue operado dos veces del corazón. También sufrió un infarto ocular, era un enfermo avanzado de Parkinson y padecía de depresión. Había perdido las ganas de vivir, hasta que desde el pasado domingo 7 de enero ya descansa en paz. (O)