Dinámica total, velocidad, presión (presión hasta tocar al adversario para no darle un solo centímetro de libertad de movimientos), agresividad de marca y de juego, entradas fuertes, potencia física, ida y vuelta, ataque tras ataque, fuego graneado, prestación atlética al límite del esfuerzo. Un fútbol de ciencia ficción que nos recordó a Rollerball, aquella película con el recientemente fallecido James Caan en el protagónico. Rollerball era un deporte posmoderno, ficticio y violento, feroz, deshumanizado, con jugadores equipados con armaduras que se desplazan sobre patines e intentan meter una bola de acero en un pequeño agujero que es la portería contraria. En ese menester chocan, se golpean durísimo y se muestran crueles. Caan, el inolvidable Sonny Corleone de El Padrino, encarnó perfecto el papel.

¡Uuuuffff… qué arranque de Premier…! El ascendido Fulham recibía al Liverpool en su célebre guarida de Craven Cottage, al borde del Támesis, estrenada hace “apenas” 128 años, en 1896, o sea, recién. Y le dio una áspera bienvenida al campeón de la Copa Inglesa. Acostumbrado a atosigar a sus rivales, a acosarlos para quitarles la pelota primero y atacarlos después, el Liverpool de Klopp, la más acabada muestra del fútbol moderno, se vio avasallado de entrada por el Fulham, que lo hizo sentir verdaderamente incómodo, mal. ¡Qué Klopp ni Klopp…! El Fulham se plantó con una actitud intimidante en cada trabada, en cada choque. Y salió un partido frenético, ultrafísico, casi de ciencia ficción como en Rollerball. Y además se jugó bien, se vieron cosas buenas, esto es lo notable: con tan alto grado de oposición, el futbolista actual igual se ingenia para crear, armar juego, dibujar combinaciones geométricas a un toque, fabricar situaciones de gol. Y goles.

Fue 2 a 2, pero hubo peligro suficiente como para 3-3, 4 a 3. Los dos pudieron ganarse, aunque siempre flotó la sensación de que el Fulham ladraba más alto. Sobre todo, cada vez que entraba en acción ese fantástico 9 que es el serbio Aleksandar Mitrovic, que nunca suena en el mercado de pases, pero que sería también estelar en cualquier otro equipo. Mitrovic logró el año pasado dos proezas memorables. En Championship (segunda división) marcó 43 goles en 44 partidos. El ascenso es casi suyo. Y en el último partido de la Eliminatoria hizo el histórico gol a Portugal en Lisboa. Con empatar, Portugal iba al Mundial. Serbia caía frente a los lusos, pero igualó y en el minuto 90 Mitrovic metió un cabezazo mortal para el 2-1 que le dio la clasificación directa a Catar 2022. Ayer le metió dos al empinadísimo Liverpool, el primero, con un salto magnífico, cabeceando sobre la misma cabeza de Alexander Arnold, y la clavó arriba. El segundo, de penal, que Van Dijk le cometió a él mismo. Nadie lo duda, habrá estatua para Mitrovic en Craven Cottage en un futuro cercano.

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Recién en el minuto 64 pudieron emparejar los Reds. Y fue por la entrada de Darwin Núñez, quien está llamado a ser un grande. El uruguayo entró a los 51′ y rápidamente mostró los dientes. Igualó con un taquito, pero además fue el que le revolvió los papeles al Fulham. Se hablará harto de él. Luego bajó la bola para el gol que cerró el telón, a cargo del egipcio Salah. Dato aparte: más allá de un bonito desborde con remate al palo, fue otra actuación no destacada de Luis Díaz, y está Darwin Núñez en el banco. ¡Ojo, Lucho…! Al guajiro le dieron hasta para vender; primero una entrada rigurosísima de Tete y luego otra de Kebano, con codo incluido.

El resultado, sin embargo, es anecdótico. Lo impresionante fue el nivel de intensidad total del partido, en especial del primer tiempo. En el segundo amainó la furia porque, desde luego, los actores son seres humanos. Estamos yendo cada vez más hacia ese fútbol enérgico, hiperdinámico. Y en esa dirección van todos los demás. Así es hoy. Liverpool tiene un plantel valuado en 870 millones de euros, el del Fulham en 193. En la cancha no se notaron diferencias porque sigue habiendo tres aspectos que no están relacionados con el presupuesto: la actitud, la preparación y la táctica. Llevada a un plano de excelencia, esa trinidad puede igualar muchas otras virtudes adversarias. Podría agregarse una cuarta: la mística. Si un líder o un plantel logra crearla en su propio beneficio, todos rendirán el doble. En eso, el Fulham fue igual o mejor que el Liverpool.

Cuenta Claudio Vivas, técnico argentino, que cuando le mostró por primera vez a Marcelo Bielsa un video de un juvenil llamado Lionel Messi, por entonces de diecisiete años, Bielsa le dijo “ponga el video en velocidad normal”. Le pareció que era demasiado rápido. “Está en normal”, respondió Vivas. Si le mostramos este Fulham-Liverpool a un futbolista de los 50, los 60 o los 70 posiblemente pida lo mismo que Bielsa: “desacelérelo”. Por eso es mucho más difícil sobresalir hoy. A cualquier crack del pasado le hubiese costado hacer lo mismo que Mitrovic ayer. Por el altísimo nivel de obstáculo. Solamente la velocidad lo llevaría más frecuentemente al error. Sin contar la presión y la movilidad del rival.

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Vemos mucho fútbol, varios partidos por semana, de Europa y Sudamérica. La tendencia va por ahí. El miércoles apreciamos Vélez 3 - Talleres 2, volcánico también. El fútbol argentino, achicado por la economía, vaciado de figuras que emigran a todas partes, sigue siendo de una intensidad atrapante. Son todos Fulham. Corren, luchan y traban sin parar, se mueven como enzimas y además intentan jugar. Y todos buscan ganar. Patronato golea a Boca 3 a 0 y River cae en el Monumental con 70.000 partidarios frente a Sarmiento. Todos se ganan. Palmeiras conquistó la última Libertadores perdiendo un solo juego: ante Defensa y Justicia, en San Pablo, 4 a 3. Con nada, buscan ganar. Es la mentalidad imperante.

El viernes asistimos por TV al sensacional inicio de la Bundesliga: Eintracht Frankfurt, flamante campeón de la Europa League, recibía en su Waldstadion abarrotado al Bayern Munich y el descomedido visitante le hizo seis. ¡Seis a uno…! El club de Müller y Beckenbauer ha tiranizado el fútbol alemán a base de excelencia y superioridad. El miércoles, el Frankfurt jugará la Supercopa Europea frente al Real Madrid y ya el Bayern le aplastó la ilusión. También allí observamos, además de goles y buen fútbol, un duelo electrizante, de notable movilidad. Los veintidós actores se movieron durante 96 minutos como el conejito de Duracell, sin pararse nunca, con llamativa vivacidad. Todos van a hacia eso, caso contrario no pueden competir. (D)