El jueves pasado, en el choque por Europa League entre Manchester United y Sheriff Tiraspol saldado 3-0 en favor de los ingleses, se vio una acción inédita y por cierto muy llamativa, que se puede apreciar en YouTube. El brasileño Antony recibió un balón a 40 metros del arco, con su marca a unos 3 metros, y empezó a circular la redonda girando sobre sí mismo. Realmente una belleza y un alarde de destreza, pero lejos del área y sin defensas encimándolo. No era una acción para avanzar ni encarar al adversario, simplemente una golosina futbolística, como ponerse a hacer cascaritas en un costado del campo. Con un agravante: luego quiso dar un pase en profundidad y le salió mal, la tiró afuera. Quedó la sensación en el estadio y en los televidentes de ¿qué es eso…?, ¿para qué sirve…?, ¿es fútbol…? Toda floritura gusta, desde luego, pero lleva atada un requisito: que sea útil para la maniobra y, sobre todo, para el equipo. Es como si el arquero se pusiera a hacer malabarismo con tres naranjas en el aire mientras se disputa el partido. Alguien podrá encontrarlo original y divertido, sin embargo, la pregunta es ¿qué tiene que ver con el juego…? Porque no guarda relación alguna con este deporte.