Uruguay es el cuco del campeonato, Colombia el que mejor juega, se sabe que es una final anticipada porque son los dos mejores del momento. Brasil es un bello recuerdo, Argentina no está como en el Mundial. Colombia, si gana la partida, debe tener una escalera real en la mano: Brasil, Uruguay, Argentina. Terrible prueba, nunca una corona habrá costado tanto. Ya pasó a la Verdeamarela. Toca Uruguay, que tiene asustados a todos. Vuelan estos celestes, atacan como no lo hicieron en más de cien años. Aunque ante Estados Unidos se olvidaron del bielsismo y ganaron ahí nomás, con un gol discutido. Y ante Brasil se acordaron que son Uruguay y metieron leña como para un invierno entero. Ahora prometen más, aunque no estará Nández, capaz de hachar un bosque él solo.

Las tribunas son un gran mosaico amarillo con puntos celestes. Son 70.644 que han pagado boleto. Esta Copa es un negocio pingue para muchos, menos para los animadores, los que entrarán al campo. Los que ya se fueron a casa se llevaron dos milloncitos de dólares. Hay clima de fiesta, aunque todos saben que en el rectángulo habrá roces, empujones, broncas, palabrotas, amenazas, o sea, el variado menú sudamericano en este juego de la pelota.

Tocan los clarines, se enarbolan las banderas y empieza la lid. Conociendo a Bielsa, es obvio que Uruguay mandaría la caballada al frente, conociendo a Lorenzo era seguro que no se achicaría. Y el primer café lo sirve Muñoz: centro de Luis Díaz, cabezazo apenas desviado del mejor lateral del torneo. Era para gol. Pero Uruguay es joven, fuerte, se siente favorito y ese potro indomable que es Darwin Núñez se escapa tres veces seguidas, a los 17, 21 y 27 minutos y tira las tres afuera desde buena posición. Tino Asprilla le había arrojado unos dardos en la previa (“Se controla solo, necesita que le pongan seis balones para meter uno”, había dicho). Y Núñez parece querer responderle con un par de goles, pero tiene el caño de la escopeta torcido. Siguen 0 a 0.

Colombia contesta a los 33 min con otro cabezazo, esta vez de Córdoba, que se le va por centímetros. Y cuando las agujas de Cronos daban los 39 min, gol de Colombia. Perdón, golazo. Córner de James, el mejor centrador del mundo, a la cabeza de Jefferson Lerma, porque James hasta te elige el parietal. Lerma es el Coloso de Rodas, se eleva imperial entre Ugarte y Josema Giménez, y mete el cabezazo perfecto, de pique al suelo, como dictan las sagradas escrituras del fútbol. Se mete por un estrecho hueco entre el arquero Rochet y el palo. Ugarte no salta, Giménez sí, pero poco, y Rochet no sale. Entre los cuatro decretarían que Uruguay pase a perder. Es un gol de gladiador el de Lerma. Un gol psicológico. Uruguay lo sintió como un palo en la nuca, no entraba en sus cálculos. Como el boxeador que va dominando el combate, se nota confiado y de pronto recibe un gancho al hígado que lo paraliza.

Inmediatamente después llega la acción que daría un vuelco a la historia. En una reyerta de las varias, Ugarte le da un pellizcón en la cintura a Daniel Muñoz y este reacciona enfurecido con un codazo. Ugarte cae retorciéndose y Muñoz recibe tarjeta roja. Inesperado. Resulta sorprendente la reacción de Muñoz, sobre todo teniendo amarilla, pero hay que estar ahí, en ese mar de nervios y emociones fuertes. Ugarte, el rey del pase atrás, es un jugador menos que discreto, pero un virtuoso en el arte de calentar rivales a la vieja usanza. Lo hizo con Messi y De Paul en cancha de Boca. Le dijo a De Paul “mamadera de Messi”. Enloqueció a ambos. Messi, fuera de sí, tomó del cuello a Mathias Olivera, capitán uruguayo. No lo echaron porque es Messi. Ugarte sonrió, los sacó del partido, Uruguay ganó 2-0.

Se iba el primer tiempo y millones pensamos lo mismo: no va a aguantar Colombia un tiempo entero con un hombre menos, esto es mucho Uruguay. Néstor Lorenzo, el mayor descubrimiento mundial a nivel de dirección técnica junto con Scaloni y Xabi Alonso, rearmó el equipo: salió John Arias, volante mixto, y entró Santiago Arias, lateral puro. El gol ya estaba hecho, había que defenderlo. Pero ¿cómo…? Uruguay vendría con toda metralla. Y vino. Dominó, empujó, cascoteó, convirtió el partido en el Sitio de Alejandría. Colombia, amurallado, tirando aceite hirviendo desde las torres. Lorenzo refrescó el equipo, exhausto de tanto rechace. Sacó al 9, John Córdoba, y puso un 2 neto, Yerry Mina, un metro 95, un individuo que puede estar una semana cabeceando sin parar. Colombia alineó cinco atrás, casi tocando al arquero, y otros cuatro delante de ellos. Una línea Maginot.

Bielsa sacó del armario a Luis Suárez: “entrá y arreglá esto”. Y el Pistolero, apenas ingresado, mandó un pelotazo al palo. En Colombia casi muere la mitad de la población. El dramatismo aumentaba por minuto. Era el ansia contra el aguante. Y era hermoso, la belleza tiene muchos rostros y esto hacía rato había dejado de ser un cotejo de fútbol para convertirse en una batalla. Uruguay con flechas, con palos, con piedras lo intentó todo, pero Colombia no aflojó nunca. Cuando ya el reloj se acercaba a los 90 todos intuíamos que podría caer un gol uruguayo, no podía resistir más Colombia. Pero a medida que lo peloteaban, más se agrandaban los de amarillo. Nunca la habíamos visto tan aguerrida. Lo que jugó el lateral izquierdo Johan Mojica fue antológico. Ponerle 10 puntos es casi insultar su esfuerzo, su moral, regó todo el campo con su sangre.

El juez mexicano (ecuánime, por cierto) dio 7 min de adición, una vida para los corazones colombianos. ¿Soportaría siete más…? Lo hizo, sin problemas. El arquero colombiano Camilo Vargas no tuvo una sola parada de riesgo, fueron tiros por arriba, centros conjurados por Yerry Mina o Dávinson Sánchez, pelotas muy pasadas o mal dirigidas… Colombia tuvo tres en que era más difícil errar el gol que hacerlo, dos de ellas en los pies de Matheus Uribe.

Respetamos todas las opiniones, adoramos el pasado, pero esta es la mejor selección Colombia que este cronista vio. Tiene todo: fútbol, garra, fuerza, carácter, mente, gol, individualidades, pasión, resistencia. Extraordinario finalista. Por si acaso, que no venga el Tino Asprilla a decirnos que ellos jugaban mejor. No, Tino.

Reflexiones finales… El mejor duelo de la Copa América. Y de la Eurocopa también. Tuvo emociones, drama, juego, tensión. Los partidos no tienen que terminar 5 a 4 para que el fútbol guste. Con 1 a 0 sobra si tiene los ingredientes necesarios. Excepcional triunfo de Colombia. Es por mucho el equipo sobresaliente de esta Copa América hasta aquí. Uruguay no sabe ser favorito, para ganar tiene que ir de punto. Ojalá veamos una final para la historia. (O)