Las diferencias en el nivel competitivo entre nuestros deportistas de antaño y los de la actualidad son abismales. El profesionalismo y desarrollo de hoy permite que los atletas de Ecuador tengan mayores opciones para entrenar en centros de alto rendimiento en países que cuentan con instalaciones modernas, metodología avanzada y seguimiento científico de preparación. Además, se han creado estructuras que entregan a los deportistas ciclos de torneos regionales, continentales y mundiales. Nada que ver con las herramientas con las que nuestros deportistas de antes se alistaban para competir internacionalmente.

En Ecuador se fueron creando organismos para promover la práctica del deporte y se asociaron con organismos internacionales. Fue la puerta para conseguir la participación internacional. Lamentablemente, ante la inexistencia de apoyo del Gobierno central, las entidades nacionales subsistían gracias al respaldo de la empresa privada. Pese a estas razones y serios obstáculos, nuestro país protagonizó épicas jornadas deportivas.

Basta recordar el triunfo fantástico de los Cuatro Mosqueteros del Guayas, ganadores en 1938 del Campeonato Sudamericano Absoluto de Natación en Lima (primer título internacional del deporte tricolor). Los documentos y crónicas sobran para conocer la magnitud del hecho y la euforia generada en todo un país por tal hazaña.

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Ese mismo año se festejó la victoria del tenista Pancho Segura por su medalla de oro en los Juegos Bolivarianos de Bogotá. Diez mil personas colmaron el muelle, el Malecón y la avenida 9 de Octubre para recibirlo. En 1939, en Lima, Carola Castro, joven esmeraldeña, fue monarca sudamericana de 100 metros planos. Jacinta Sandiford alcanzó el oro en salto alto en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires 1951.

Resonó en 1962 la obtención del Sudamericano de Tenis con Miguel Olvera y Eduardo Zuleta, y haber eliminado a Estados Unidos en la Copa Davis de 1967. La natación vivió en la década de los 70 un periodo brillante gracias a Jorge Delgado Panchana y sus consagraciones en Panamericanos, Sudamericanos y por quedar cerca de ser medallista en los Juegos Olímpicos Múnich 1972. La natación también nos ofreció a la ondina dorada Mariuxi Febres-Cordero, ganadora de cinco preseas de oro en el Sudamericano de Maldonado (Uruguay) en 1976.

En la segunda mitad de los años 80, Rolando Vera, el Chasqui de Oro, ganó cuatro veces seguidas la carrera de San Silvestre. En 1990, el tenis volvió a brindar un éxito inolvidable con la coronación de Andrés Gómez en Roland Garros.

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Todos estos éxitos ya forman parte de los recuerdos. Fueron logrados, la mayoría de las veces, al superarse barreras de todos los tipos ya analizados. Por eso, son muy meritorios y deben ser recordados permanentemente. Así se entenderá que, si hoy disfrutamos de mejores épocas, es porque muchos otros —dirigentes y deportistas— alumbraron el camino.

El tiempo transcurrió y nuestro deporte se vistió de frac cuando Jefferson Pérez nos dio una medalla olímpica dorada en Atlanta 1996. El cuencano forjó desde ese día un legado infinito. Luego descubrimos el gran esfuerzo y sacrificio que debió transitar para llegar al oro olímpico.

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Fue Pérez el que encontró la llave maestra para que Ecuador piense en que es posible la cosecha de preseas en los Juegos Olímpicos. En Tokio 2020, se consiguieron tres con Richard Carapaz en ciclismo de ruta (oro), Neisi Dajomes en levantamiento de pesas (oro en 76 kilogramos) y Tamara Salazar (plata en 87 kilogramos).

Después de vencer en Tokio, Carapaz puso el dedo en la llaga: “El oro me pertenece, festejaré con quienes me dieron la mano, porque en el país existieron muchos que no creyeron en mí”. La fuerza del mensaje de la Locomotora del Carchi caló hondo, como lo reconoció la prensa española: “Carapaz monta un incendio tras su oro”. A la dirigencia nacional de esa disciplina no le tocó otra cosa que guardar silencio. No pudo ni subirse a la camioneta de la victoria por el peso de la vergüenza.

Carapaz se atrevió a destapar la olla de grillos con suficiente autoridad. Puso sobre el tapete un tema de abandono que ya tenía algún tiempo denunciándose. ¿O ya olvidamos los zapatos con hueco de Glenda Morejón, cuando en Nairobi 2017 ganó el Mundial sub-18? En París 2024, el 7 de agosto, Morejón se quedó con la plata en relevos mixtos de marcha. La denuncia de Carapaz fue confirmada por Sebastián Palacios, en 2021 ministro del Deporte: los ciclistas tricolores fueron a Tokio sin mecánicos, entrenadores ni fisioterapeutas.

Los Juegos de París nos están llenando de alegría y se comprueba que la marcha es un patrimonio nacional. Daniel Pintado se adueñó de dos medallas (una de oro en 20 km y otra de plata, conseguida en binomio con Glenda Morejón) y Lucía Yépez alcanzó plata en lucha libre. Y hay expectativa por más preseas para convalidar que vivimos una época dorada en nuestro deporte.

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Sin embargo, en días recientes, la Federación Ecuatoriana de Ciclismo estuvo nuevamente en el ojo de la tormenta. Las críticas señalaron como una gran injusticia la ausencia de Carapaz en París —para defender la medalla de oro— y que se haya preferido a Jhonatan Narváez como el único representante de nuestro país.

Después de la fallida participación de Narváez en la prueba de ruta, al arribar en el puesto 45, el ciclista ecuatoriano hizo hincapié en la falta de respuesta oportuna frente al daño mecánico sufrido en su bicicleta y la insuficiente atención durante la prueba en París 2024 con respecto al apoyo esencial, como recibir hidratantes.

Más cuestionamientos surgieron a raíz de que se resolvió tener un solo pedalista en París. ¿Acaso no se justificaba hacer gestiones ante la UCI para que fueran a los JJ. OO. los dos mejores ciclistas ecuatorianos, como en Tokio 2020? La contestación de Santiago Rosero, presidente de la FEC, fue esta: “Las críticas han llegado desde el desconocimiento”. Agregó que se ampara en reglamentos internacionales vigentes.

Rosero no profundizó en que, siendo él quien diseñó el reglamento interno que le permitía escoger entre Narváez y Carapaz, esa norma y las estadísticas privilegiaban por puntos a Narváez. Se conocía que Carapaz no pudo competir por lesión y cuando se puso en vigencia el reglamento no se tomaron en cuenta los puntos que consiguió mientras estuvo activo compitiendo. Además, se adujo que la ruta diseñada en París 2024 beneficiaba a Narváez. En fin, se impuso el reglamentarismo como único argumento expuesto por la dirigencia de ciclismo.

Desde mi punto de vista, ese reglamento que excluyó a Richard Carapaz pudo haber nacido de las serias acusaciones que hizo el tricolor contra la directiva de la Federación Ecuatoriana de Ciclismo después de ganar oro en Tokio. Si es así, la marginación podría ser considerada una retaliación al atrevimiento del carchense.

No me sorprendería que vuelva a responder Santiago Rosero que la versión expuesta proviene de la ignorancia sobre el reglamento que rige al ciclismo. Yo solo le recuerdo que, cuando se acumulan los reproches en un solo sentido, probablemente tienen alguna base de verdad. Cuando el río suena es porque piedras trae. (O)