Debutó en Primera a los 15 años, tomó parte de una inolvidable gira por Europa a los 17, emigró al fútbol argentino a los 18, ganó la Copa América a los 19, llegó al Bayern Munich a los 20… Al final del camino redondearía quince temporadas como futbolista y veintisiete como entrenador. Una aventura para escribir deliciosas memorias. Estar en el lugar justo en el momento justo. Ese lema podría resumir la existencia de Ramiro Blacut, patriarca del fútbol boliviano que se fue este lunes al otro mundo.

-Todas las cosas fueron así en mi vida, llena de oportunidades-, reconoció en una larga entrevista que nos concedió en julio de 2012, cuando fue condecorado por la Conmebol con la Orden al Mérito del Fútbol Sudamericano. Paceño y bolivarista, futbolista de vocación, técnico por formación, ingeniero de profesión, Ramiro fue un predestinado.

-Se inició nada menos que como ladero de Víctor Agustín Ugarte, el Maestro.

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-Sí, yo en la reserva y en la 4.ª del Bolívar jugaba de ‘10′, pero llegaba mucho, antes el ‘10′ era un segundo punta. Sin embargo, se lesionó Hugo Flores, el puntero derecho, y el técnico me preguntó si quería jugar ahí. Y yo con 15 años le dije que sí, imagínese el atrevimiento, la emoción… Jugué de puntero con la ayuda del interior derecho, que era Víctor Ugarte, un monstruo. Ese año y medio, casi dos que jugué con él fue una escuela muy grande para mí. Desde ahí no volví a dejar el puesto y quedé como titular. Eso fue en 1959.

Ramiro Blacut, que falleció el lunes en su natal Bolivia, fue condecorado en 2012 por la Conmebol. Foto: Cortesía

-¿Es Ugarte el más grande futbolista boliviano de la historia?

-Considero que sí, porque era un malabarista con la pelota y además era completo, manejaba los dos pies, era un ‘8′ de ida y vuelta con gran manejo, que organizaba, creaba juego, hacía goles y además marcaba. Lástima que actuó en una época medio amateur, hoy estaría en Europa. Fue un ídolo sensacional en Bolivia. Todos los domingos, después de cada partido, lo llevaban en hombros más o menos unas 20 cuadras desde el estadio hasta la plaza Murillo, a una cuadra del Palacio de Gobierno. La gente lo invitaba a comer, a sus casas...

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-¿Cómo sigue la saga de su vida?, porque eso ha sido.

-En 1961 viví una hermosa experiencia: Always Ready, otro club de La Paz, hizo una extensa gira por Europa, de gran nivel, y me llevaron como refuerzo. Fuimos muchos jóvenes porque los grandes jugadores que había en Bolivia, y eran muchos, no podían viajar; es que la gira no pagaba y los más grandes tenían que llevar dinero a sus casas. Jugamos en once países: Inglaterra, Escocia, Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, Dinamarca, Rumania, Grecia, España y Bulgaria... Fueron 27 partidos, casi todos contra grandes equipos, recuerdo con el Anderlecht de Bélgica, que empatamos a 3. Con 17 años, yo era el menor de la delegación.

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-¡Un recuerdo imborrable!

-Claro, fue sensacional. Y como aprendizaje, buenísimo porque enfrentábamos a grandes equipos. Jugábamos domingos y miércoles y después viajábamos en bus, tren, avión, en lo que sea. No entrenamos nunca porque no había tiempo. Duró cuatro meses, y estábamos por llegar a Rusia, pero nos volvimos, ya estábamos cansados y aparte no había más dinero.

El entusiasmo le achinaban los ojos al recordar, tenía una memoria prodigiosa, dando detalles de todo.

-Volví de la gira y jugué medio año en Bolívar. A 18 años actué en Ferro Carril Oeste, de Argentina. Eso fue en 1962. Fui a jugar y estudiar. Y me recibí de bachiller. Allí tuve de compañeros a Garabal, Marrapodi, Etchevest, Ribaudo, que después fue campeón de América con Estudiantes...

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-Pero ya llegaba la Copa América en Bolivia, a comienzos de 1963...

-Exacto, volví a La Paz y ya se estaba preparando la Selección. Yo me incorporo por Navidad o Año Nuevo… Cumplí 19 años en enero y la Copa en marzo. ¡La jugué con 19 años! Era el jugador más joven de la competencia.

-¿Bolivia la tomó muy seriamente, para ganarla?

-Muy seriamente porque éramos anfitriones, pero nadie imaginó que podía ganarla. Eso era impensable, la cosa fue creciendo ya en el mismo torneo. Había buenos jugadores. Se probaron como 500 jugadores para llegar a un plantel de 20. Era una selección muy fuerte, bien preparada físicamente. Con un espíritu enormemente luchador y con técnica depurada. Teníamos tres jugadores argentinos nacionalizados: Roberto Caínzo, lateral derecho de mucha experiencia y muy técnico; Eulogio Vargas en la banda izquierda, de gran entereza y fortaleza; y Eduardo Espinoza, zaguero fino, de clase.

-Fueron campeones invictos.

-Sí, el único que nos dio grandes problemas fue Ecuador, en la inauguración del campeonato. Perdíamos 2-0, empatamos a dos y nos metieron otros dos. Perdíamos 4 a 2 y logramos empatar a cuatro. Esa remontada levantó al público y de ahí en adelante fue todo euforia. Ganamos en serie a Colombia, Perú, Paraguay, Argentina y Brasil.

-¿Cómo fueron las expresiones de júbilo popular después del torneo?

-Después del partido con Brasil, que fue en Cochabamba, el viaje era por avión a La Paz. La pista estaba inundada por miles de personas. Había por lo menos cinco mil personas. La gente se metía directamente desde los campos vecinos, sin entrar por el edificio del aeropuerto. El avión no podía bajar. Cuando fuimos a aterrizar, el piloto tuvo que levantar vuelo otra vez porque podía haber una desgracia. Tuvieron que despejar la pista… La llegada fue muy emocionante, querían los zapatos, las medias, los pantalones, todo, la gente nos abrazaba. Ya tras ganarle a Argentina había sido así.

Allí hizo un punto de inflexión: dejaba el fútbol para ir a estudiar a Alemania,

-¿Qué iba a estudiar?

-Ingeniería, soy ingeniero civil. Me decía: “Soy campeón de América y voy a dejar el fútbol”. Pero, estando allá, gente de Múnich cercana al Bayern se enteró de que yo jugaba y me ofrecieron una prueba. Fui y quedé. El Bayern estaba en Segunda División, en la Liga del Sur. El fútbol alemán estaba dividido en cuatro grandes regiones. Había como 40 equipos en cada liga, durísimo.

-Era justo la época en que empezaba Beckenbauer...

-Exacto. Por reglamento se podían incorporar tres jugadores de cualquier nivel o país. Y otros tres de las divisiones inferiores. De afuera vino un puntero izquierdo, Schwan, un centrodelantero y yo como puntero derecho. El ‘9′ era un muchacho de 19 años que venía de un pueblito cerca de Múnich, Gerd Müller. Un goleador excepcional. Y de los jugadores de inferiores había uno que nos decían iba a ser un gran jugador: ¡Franz Beckenbauer! En dos años ya estaba en la Selección. Fue con 20 años al Mundial de Inglaterra. También estaba Sepp Maier, que en ese momento era el arquero suplente.

A esta altura, el cronista es un privilegiado escucha, pero Blacut prosigue el relato con naturalidad.

-Lamentablemente en la pretemporada me lesioné, rotura parcial de ligamentos. Y estuve cinco meses inactivo. Pero alcancé a jugar algunos partidos y a anotar algunos goles. En el primer año en el Bayern fuimos campeones y ascendimos a la Bundesliga.

-¿Cómo era el fútbol alemán entonces?

-Semiprofesional. Los jugadores tenían que trabajar en algo extrafútbol. No daba para vivir. Si un jugador tenía familia, no podía mantenerla solo con el fútbol, por ello cada uno tenía un trabajo extra. Todos teníamos que hacer algo, trabajar o estudiar. Sepp Maier, que tenía un gran físico, trabajaba con fierros, era herrero. Trabajaba de siete de la mañana a tres de la tarde. Entrenábamos a las cinco de la tarde porque todos venían de trabajar, pero Maier llegaba a las cuatro y entrenaba solo hasta las ocho de la noche. Beckenbauer trabajaba en una compañía de seguros, estaba más descansadito. Müller repartía muebles con una furgoneta. Así era.

-Y diez años después, ¡campeones del mundo!

-Claro. Y yo me volví. Fue uno de los errores más grandes que cometí. Esa oportunidad en Alemania no la consideré como un jugador profesional, no pensé en dedicarme solo al fútbol. Me dije, me voy a mi tierra, voy a trabajar en mi profesión.

Ramiro Blacut (c) fue el primer latinoamericano en militar en el Bayern Munich de Alemania. A su lado Franz Beckenbauer (i) y Gerd Müller.

-¿Volvió al Bayern...?

-Claro... Diez años después fui de visita y todo había cambiado. En 1964 el club no tenía nada, alquilaba dos canchas en un campo del ejército alemán-americano, una base. Los camarines eran casillas móviles de madera y se trabajaba en espacios chicos. Cuando volví ya el Bayern había ganado todo, Liga, Copa de Europa... Habían comprado todo el terreno. Construyeron un gran edificio con camarines hermosos. Y todavía quedaban Beckenbauer, Müller y Maier y otros jugadores también. Durante varios días fui a ver los entrenamientos.

Dirigió cuatro veces al Bolívar, cuatro a The Strongest, cuatro a Blooming, tres a la selección boliviana, en Ecuador estuvo en el Aucas, el Cuenca y El Nacional. Se podría editar un diario entero con Blacut. Hasta acá da el espacio. (O)