Carlos Alfaro Moreno pudo ser fichaje de Emelec, tal vez rival electoral de Nassib Neme, lloró delante de Carlos Salvador Bilardo y llegó a Barcelona SC hace 30 años

¿Lautaro Martínez o Julián Álvarez podrían ser contratados por un club de Ecuador cuando cada uno tenga 30 años? Imposible. El ariete del Inter de Milán cumplirá esa edad en el 2027 y el del Atlético de Madrid en el 2030. Ambos son miembros de la selección de Argentina y con certeza cuando sus vidas alcancen las tres décadas ellos sigan en equipos de Europa.Hoy, los costos desmesurados de las transferencias —y de los préstamos de futbolistas de menor trascendencia que los arriba citados— y la desastrosa realidad financiera de los empobrecidos clubes de la Liga Pro (muchos semiquebrados, varios con escalofriantes pasivos multimillonarios, uno con prohibición de la FIFA para fichar porque le debe a medio mundo, algunos listos para ser puestos a la venta porque la escasez de dinero es crónica, y otros que apenas sobreviven) , causan que los futbolistas extranjeros que aterrizan en el país sean, mayoritariamente, de pacotilla.¡Y el cupo por cada equipo es de ocho extranjeros! Hasta parece que el plan es masificar la mediocridad. Pero hubo una era, no tan lejana, cuando económicamente era viable fichar a refuerzos foráneos de mejores antecedentes que los que tienen los que ahora vienen a fracasar y a decepcionar. Carlos Alfaro Moreno es uno de los ejemplos más notables de aquellos buenos tiempos de fichajes de alto nivel en el balompié nacional.Pero no fue el único caso. Con 30 años desembarcó en Guayaquil Rubén Darío Insúa, en 1991. El Poeta , como Alfaro Moreno, también vistió la camiseta argentina (Copa América de 1983) y jugó en el Viejo Continente. Cuatro años después de ser campeón del mundo en México 1986, y con 35 de edad, Marcelo Trobbiani se incorporó a Barcelona SC. Ahí, el argentino confirmó lo que se sospechaba: que en Ecuador iba a ser un crack deslotado.Además, en 1992 Emelec importó, desde la primera división de Argentina, al polifuncional y superrendidor Marcelo Pepo Morales, que provenía de Independiente de Avellaneda. Y en 1995 los eléctricos consiguieron que el América de México les prestara a un brasileño que era sensación en el balompié azteca: Edú, de 28 años. Su nombre completo era Eduardo Antonio dos Santos y disputó diez encuentros con la selección auriverde.Cuando el 11 de febrero de 1994 Barcelona SC lo anunció como fichaje bomba, Alfaro Moreno estaba a ocho meses de cumplir 30 años. No vino acabado, como Paolo Guerrero y Marcelo Moreno Martins en el 2023; sus condiciones futbolísticas y físicas estaban en plenitud. El currículum del atacante registraba quince presencias con la Albiceleste (cuatro de ellas con el combinado que compitió en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988), y se marchó a Europa siendo considerado un delantero estelar en la primera categoría de Argentina. Su debut oficial se produjo el 2 de marzo de 1994, en un Clásico del Astillero jugado por la fase de grupos de la Copa Libertadores en el estadio Capwell. Barcelona SC venció por 1-0 (gol de Nixon Carcelén) y el desempeño del entonces nuevo barcelonista fue impresionante.Hace 30 años, en su estreno, EL UNIVERSO lo eligió “la figura del cotejo” porque “con un juego descollante en ambas puntas de la ofensiva canaria puso en serios apuros a los defensas de Emelec, quienes no encontraron la forma de evitar las entradas del argentino. Alfaro Moreno manejó bien el balón por los costados izquierdo y derecho. Fue atrevido para ir al contragolpe y en algunas ocasiones gambeteó a Luis Capurro, zaguero de Emelec”. Nacionalizado ecuatoriano recién tras su retiro en el 2002, Alfaro Moreno conversó con este Diario sobre el trigésimo aniversario de su explosivo arribo a Ecuador. Además, el Beto contó que enviados del Real Madrid lo fueron a observar a Buenos Aires y habló de su tristeza por no ser convocado para el Mundial de Italia 1990. T ambién dio detalles de un tema poco conocido: pudo ser jugador de Emelec. Recibió una oferta azul antes de unirse a la otra escuadra del Astillero, con la que fue campeón nacional en 1995 y 1997, y como presidente canario en el 2020. ¿Qué repaso hace de su llegada a Ecuador, hace 30 años? Jamás me imaginé que iba a vivir todo lo que viví como jugador y como persona. Me enamoré, me casé, tengo hijos ecuatorianos, soy ecuatoriano. Además, me sucedieron varias cosas singulares. En 1989, antes de venir a Barcelona SC, los futbolistas de la selección argentina teníamos la obsesión de quedar en la lista de los que irían al Mundial de Italia 1990. Jugamos un amistoso contra Ecuador (2-2) en el Monumental y le hice dos goles a Carlos Luis Morales, luego mi querido amigo, en el arco norte. Y 30 años después de ese partido, asumí como presidente del club, el 3 de diciembre del 2019. En ese momento me percaté de que nunca pensé que sería presidente de Barcelona SC. Isidro Romero hizo este vaticinio respecto a mí: “Acá vas a enterrar tus huesos”. Así será . Solo espero que el día del entierro sea dentro de mucho tiempo. Guayaquil es mi ciudad y estoy absolutamente identificado con todo. ¿Cuánto tiempo planeó quedarse, originalmente, cuando vino en 1994? Barcelona SC adquirió mis derechos deportivos y yo arreglé un contrato por cuatro temporadas. Venía para defender mi prestigio. Rubén Insúa había sido compañero mío en Independiente de Avellaneda (entre 1988 y 1990), y en 1993 mi entrenador en ese club era Miguel Ángel Brindisi, que ama a Barcelona SC y a Guayaquil. Ambos me hablaron maravillas del equipo. Yo sabía que me unía a un gigante del continente, que todos los años peleaba por tratar de ganar la Copa Libertadores, que Barcelona SC siempre era candidato al título nacional y que tenía una afición sensacional. En su debut, en un Clásico del Astillero, EL UNIVERSO lo eligió la figura del partido. De entrada, empezó bien. Yo vine a triunfar. El primer año me costó, aunque la gente se acuerda de lo bueno, del partido de estreno en el Capwell, de la Copa Antonio Labán (cuadrangular amistoso ganado en Chile, previo al debut oficial). Sufrí lesiones, estaba conociendo un nuevo fútbol, que era muy friccionado. Además, tuve que jugar en la altura y en el llano. Yo me pesaba antes de cada partido; por la humedad bajaba hasta cuatro kilos. Debía mantenerme encima de mi peso para no lesionarme y me adapté a un régimen alimenticio y a la hidratación permanente . Era obsesivo con esas cosas porque así me lo enseñó un gran maestro: Carlos Bilardo. Pero a partir de 1995, gracias a los grandes equipos que se armaron, a los excelentes cuerpos técnicos, y a las participaciones en Libertadores, pude explotar en Barcelona SC como jugador de fútbol. Hoy en Ecuador es imposible contratar futbolistas extranjeros de su nivel y de sus antecedentes. Desde el aspecto de la inversión, esa época (primera mitad de la década de los 90) fue muy especial para el fútbol de Guayaquil; los clubes tenían la intención de ser protagonistas en la Copa. Barcelona SC trajo a Jaime Pizarro, volvió Insúa y compraron mis derechos. Emelec trajo a Walter Pico, a Carlos Almada —fue goleador de la Libertadores, con Universidad Católica, de Chile—, al brasileño Edú, a Marcelo Pepo Morales. Emelec tenía, además, a toda la zaga titular de la selección ecuatoriana. Eran dos grandes equipos en una etapa de inversiones económicas importantes. Pero insisto: también vine porque Insúa, Brindisi y Marcelo Trobbiani me hablaron maravillas de Barcelona SC y de la directiva de Romero. Yo sabía muy bien adónde venía. Usted, Insúa y Trobbiani además habían sido jugadores de la selección argentina. Ningún equipo de Ecuador podría fichar ahora jugadores con ese antecedente, a no ser que estén semiretirados. Actualmente, los costos (de pases y sueldos) tendrían a la derecha un número cero más. No recuerdo cuánto costó mi pase, pero el de un futbolista así hoy costaría $ 10 millones, mínimo. Las cifras han cambiado mucho y también influye el tema de los pasaportes comunitarios, que como la ley Bosman antes no existían en Europa. Ahora tengo pasaporte portugués, como mis hijos, pero solo para irnos de viaje. Pedro Joaquín Iso, presidente de Independiente de Avellaneda, me dijo antes de una final: “Alfarito, hoy lo vienen a ver del Real Madrid”. No tengo dudas de que, si en esa época hubiera tenido pasaporte comunitario, yo hubiera jugado en el Real Madrid. Su destino pudo ser distinto porque lo tentó Emelec, antes que Barcelona SC. ¿Por qué no fue delantero eléctrico? Esa historia es muy particular y no muy conocida. En 1991 arribé con toda la ilusión del mundo al Espanyol, de Barcelona. Mi contratación la pidió Ljubomir Petrovic, que había sido técnico campeón de Europa con el Estrella Roja de Belgrado. Pero a los cuatro partidos, a Petrovic lo sacaron por malos resultados y llegó Javier Clemente, con cinco refuerzos rusos. Ígor Korneiev, que luego jugó en el Barça, era el más conocido. Clemente rotaba a los extranjeros y casi no tuve participación con él. Me empezaron a llamar para que regresara a Independiente de Avellaneda; también tuve propuestas del América de Cali y del Cruz Azul. Pero una noche de 1991 sonó mi teléfono en la ciudad de Barcelona. Era el Toto Salvador Capitano. Capitano vino a Emelec recién en 1992, ¿para qué lo llamó en 1991? Jorge Solari era entrenador del Tenerife, de la primera división de España, y su asistente era Capitano. El Toto me telefoneó a finales de 1991 y me contó esto: “Estoy en Tenerife, pero quiero avisarte que comenzaré mi carrera como técnico (principal) y me ha contratado Emelec, de Ecuador. Quiero saber si deseas acompañarme”. En realidad, yo no conocía mucho, así que empecé a averiguar. Pero sinceramente yo recién tenía seis o siete meses en Europa. A Capitano le enfatice que luché mucho por tener una oportunidad allá, que tenía un contrato largo y que seguiría peleando por un lugar como titular en el Espanyol. Le agradecí mucho, pero no acepté la oferta de unirme a Emelec. Es decir, la primera llamada que me hicieron para venir a Ecuador no fue de Barcelona SC. Después sí me contactó varias veces el capitán Javier Paulson y también intermediarios de Isidro Romero. Una carrera como futbolista eléctrico lo pudo convertir, eventualmente, en presidente de Emelec y no de Barcelona SC. Incluso, pudo ser rival electoral de Nassib Neme. No sé si la historia habría sido diferente. Sin embargo, a través de mi fe, creo que todo en la vida está trazado. Tampoco pensé cuando vine que me iba a quedar a vivir en Ecuador, que iba a tener hijos ecuatorianos, o que me iba a enamorar y a casar con una ecuatoriana. Ecuador cambió mi vida. Soy feliz aquí y le doy gracias a Dios por eso. ¿Ya le perdonó a Bilardo no haberlo llevado al Mundial de Italia 1990? Sí, claro. Pero no es que lo perdoné. Ahora que estoy del otro lado del mostrador sé que a veces se deben tomar decisiones que no le van a gustar a todo el mundo. Además, siendo en ese momento el técnico campeón del mundo, Bilardo tuvo una deferencia conmigo. Me citó a la sede de la AFA y me explicó, frente a frente, a solas, por qué no me iba a llevar al Mundial 1990. Iba a convocar a tres delanteros y todos estaban adaptados al fútbol italiano. Se trataba de Claudio Paul Caniggia, que era indiscutible, del Atalanta; Gustavo Dezotti, del Cremonese; y Abel Balbo, del Udinese. ¿Cómo tomó la decisión de Bilardo? Me puse a llorar delante de Bilardo, pero le deseé lo mejor. Cuando salí de su oficina sucedió algo anecdótico, y cada vez que me encuentro con Diego Simeone, él me lo recuerda. Salí llorando de la oficina de Bilardo y en la sala de espera estaba el Cholo . Al verme, se agarró la cabeza con las dos manos y dijo: “¡Uy, ya sé lo que me espera!”. Éramos 25 en la lista preliminar y quedamos afuera tres. Simeone fue otro de los que Bilardo cortó. Para mí fue una gran desilusión, pero esas decisiones complicadas hay que saber aceptarlas. Paradójicamente, se acabó el Mundial 1990, en reemplazo de Bilardo asumió como técnico Alfio Basile y en su primera convocatoria el Coco me llamó. En 1998 conversamos en México con usted, para EL UNIVERSO. Usted tenía el uniforme de concentración del América, pero usaba medias de Barcelona SC. ¿Por qué? ¡Recuerdo la anécdota! Visualicé eso apenas me lo mencionaste. Es cierto, usaba el uniforme de concentración del América, pero siempre me ponía mis otras medias. Eran unos polines pequeños con el escudo de Barcelona SC. Esa tarde en la capital mexicana usted parecía consternado, nostálgico. Te confieso algo. En el América firmé el contrato más importante de mi carrera, mejor que el que me dieron en España. El América es uno de los equipos más poderosamente impresionantes del continente. Es un club europeo pero con sede en México. Sin embargo, mi corazón estaba en Ecuador. Viví cosas muy hermosas con Barcelona SC, entre 1994 y 1997. Me identifiqué con el medio, con la hinchada. Cuando me iba a México, al aeropuerto de Guayaquil llegó una enorme cantidad de aficionados. ¡No me querían dejar ir! Hubo que duplicar la seguridad. Ese día que me marché prometí públicamente que regresaría para retirarme en Barcelona SC. Todas esas cosas me aferraron al club y también a Ecuador. ¿La gente del América no le pedía que dejara de usar la indumentaria de otro equipo? Me lo decían, medio en broma, medio en serio. Pero yo les explicaba que era mi cábala, y como ese América ganaba... Era poderoso. Había desarmado al Necaxa de Álex Aguinaga, pero él se quedó ahí porque era un referente. Contrataron a Ricardo Peláez, al Beto García Aspe, a Sergio Zárate, regresó Zague, desde el Atlante. Era un equipazo. Llegaron Leonardo Rodríguez, de Universidad de Chile; Gabriel Cedrés, de Boca Juniors; y yo, desde Barcelona SC. Tenían a Duilio Davino e Isaac Terrazas. Fuimos superlíderes todo el año y esa fue mi excusa para usar las medias de Barcelona SC. Pero no era cierto: yo quería tener y sentir cerca algo de mi antiguo equipo. (D)

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