“Cuando Barcelona salga del hotel para la Bombonera, va a haber ruido, cantos y mucho pero mucho color. Le vamos a explicar al mundo lo que significa ser amarillo. En Ecuador, en Argentina y en cualquier lugar de este p... planeta”.

El texto pertenece al tuit de @juanmdold y data del 19 de mayo de 2021. Un día antes del encuentro del Ídolo del Astillero contra Boca Juniors. Podría parecer la exclamación de un hincha eufórico antes de un partido, pero no fue más que una predicción embutida en un tuit que fue lanzado al mar de Twitter. Los 230 caracteres que plasmó Juan Ignacio Mariezcurrena engloban con precisión lo que pasó en Buenos Aires, antes de que el equipo amarillo partiese a su encuentro contra Boca Juniors en el estadio Alberto J. Armando.

‘Va a haber ruido’

El ruido comenzó a las 15:30, a los pies del Obelisco. Así lo habían pactado los 60 barcelonistas afincados en la Ciudad de la Furia en un grupo de WhatsApp que nació hace más de seis meses con la finalidad de compartir el amor que profesan por el equipo de sus amores. Uno al que la mayoría ya solo aprecia de lejos, a través de pantallas.

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La visita de Barcelona a Buenos Aires, en el penúltimo juego de la fase de grupos y motivada por la cercana clasificación a octavos de final de Copa Libertadores de América, era una buena excusa para vaciar los pulmones. Ni la pandemia ni la restricción de público en la Bombonera, ni las mismas medidas de seguridad serían un impedimento para guardar los cánticos que por mucho tiempo solo le han lanzado a sus computadores, celulares o tabletas. Ocho años después del último encuentro registrado, el once canario estaría en el mismo territorio y era imposible no gritarlo al viento.

Al son de “Barcelona campeón” y con una sonrisa oculta -en el mejor de los casos- detrás del barbijo (cubreboca), alrededor de 20 personas expresaron su amor por el equipo torero en la av. 9 de Julio. La sesión con banderas y camisetas terminó, pero no el cántico. La sonoridad migró por el microcentro de la ciudad, acarreada por los fanáticos que, cual peregrinación devocional, recorrieron catorce cuadras (más de 2 kilómetros) por la avenida Sarmiento hasta llegar a los exteriores del hotel Hilton.

‘Cantos y mucho pero mucho color’

El reloj marcaba las 16:41 cuando el amarillo de las hojas agonizantes por el otoño perdió protagonismo ante las camisas de los barcelonistas. El color fosforescente, combinado con negro y detalles rojos, se imponía a la naturaleza y resaltaba entre los transeúntes que, ajenos a la realidad deportiva y al amor torero, circulaban por la zona de Puerto Madero. Los colores marcaban diferencia, la algarabía escondía pasión.

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“Me siento en familia, me siento acogido. No importa que haga frío, no importa nada, solo Barcelona”, dice animado Leo Portilla, un quiteño de 20 años, estudiante de Medicina. Él, de familia liguista, entiende más que nadie que el amor por un equipo no se hereda, sino que nace, te encuentra y te atrapa. ”Desde que yo le vi jugar al Ídolo fue amor a primera vista. Es inexplicable, es como que te llama la camiseta. Solo me acuerdo que vi un partido y dije: Yo soy de acá”, relata.

Hinchas canarios en el Obelisco. Foto: Prisilla Jácome

No fue fácil cambiarse de bando. Parado en una plazoleta frente al hotel, para intentar ver a algún jugador del plantel amarillo, comenta con gracia que su familia se rehusó inicialmente a su amor por Barcelona. “Me dijeron: ¿Cómo vas a ser barcelonista si ni eres de Guayaquil?, pero no me importó, después entendieron que yo era la oveja negra. O la oveja amarilla en este caso”, dice entre risas. De fondo, un cántico. Dejaré el estudio por ti, dejaré el trabajo y vendré a verte a ti. Una letra que representaba a los casi 30 fanáticos que ya se agolpaban a las 17:40 en el lugar.

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‘Le vamos a explicar al mundo lo que significa ser amarillo’

Entre los asistentes, una cara distinta. Su altura y rasgos lo convierten en una especie de infiltrado que, lejos de ser aislado, es conscientemente aceptado por el resto. Pero no siempre fue así de simple. Juan Ignacio Mariezcurrena tuvo que ganarse esa aceptación. El bonaerense de 27 años tuvo que demostrar que era un verdadero fan del Ídolo, casi como si hubiese nacido en Guayaquil y comido agachado una tarrina de encebollado.

Nadie me creía que era barcelonista, pensaban que me estaba haciendo pasar por seguidor. Después la gente comenzó a ver que yo no estaba mintiendo, que seguía al equipo y que no me perdía nada y lo entendieron”, asegura. Lo entendieron, lo aceptaron y lo siguieron. Se convirtió en una especie de referente fanático del equipo en Argentina, por eso hoy, gran parte de sus 3.433 seguidores en Twitter son de Ecuador. Un follow que se ganó porque pelea con euforia teñida de humor negro contra cualquiera que hable mal del equipo que es dueño de la mitad de su corazón. Sí, porque la otra mitad le pertenece a San Lorenzo.

Pero el amor de Mariezcurrena por Barcelona no es solo digital. El martes y jueves efectuó viajes de aproximadamente una hora desde Tigre (ciudad en la que reside) hasta Buenos Aires por la llegada y estadía del plantel torero.

Fanáticos de Barcelona recibieron al equipo en Buenos Aires. Foto: Prisilla Jácome

El jueves, un derroche de afecto. No solo decidió dejar de trabajar la jornada y manejar nuevamente hacia la capital, sino que además se apostó por más de ocho horas afuera del hotel en la zona de Puerto Madero. Para él era importante que su equipo no se sintiera solo.

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De esos hinchas estaba lleno el exterior del hotel. Fue esa incondicionalidad eufórica la que tiñó el ambiente y que se transmitió al plantel cuando dejó el hotel para dirigirse a la Bombonera. La pasarela de las estrellas había durado apenas minutos, pero eso no importó. El respaldo y buenas vibras llegaron en forma de cánticos. Una vez que el bus entró en marcha, una pirotecnia salida de la clandestinidad hizo su aparición en el momento perfecto. A las 18:50, el cielo bonaerense se engalanaba en una fiesta desconocida y se hacía cómplice de una celebración, a esa hora, anticipada. El estallido y color de los fuegos artificiales llamaban la atención de quienes transitaban por el exclusivo sector, mientras los fanáticos arengaban y saltaban alrededor del micro. Fueron cinco minutos de éxtasis amarillo.

Los 13 grados de temperatura de ese instante se convirtieron por pocos minutos en los insoportables 33 de Guayaquil. Con esa calentura que solo un verdadero hincha de Barcelona siente por su equipo en una ciudad donde el aire también quedó con un olor a caramelo. (D)