Arabia Saudita nunca había sido capaz de ganar su primer partido en una Copa del Mundo. Siempre había salido malparada en las cinco ocasiones anteriores en las que disputó una fase final. No pudo elegir mejor momento para romper la racha y frustrar el trayecto de la Argentina de Lionel Messi, que afrontó el compromiso con lógico aire de superioridad y con 36 partidos sin perder como bagaje reciente.