Una quinta presencia en la Copa del Mundo sub-17 de la FIFA se aseguró Ecuador al vencer 1-0 a Argentina el jueves anterior, por la penúltima fecha del hexagonal final del Campeonato Sudamericano de la categoría. El golazo del prometedor volante guayaquileño Kendry Páez -un niño de 15 años- en la lluviosa noche quiteña electrizó al público en el estadio Olímpico Atahualpa y emocionó a los millones de ecuatorianos que siguieron a la distancia el desarrollo del duelo. Ahora, la mira de la Tricolor está puesta en ganar la medalla de oro en la jornada de clausura del torneo, este domingo.

A la alegría por la obtención del boleto (de idéntica forma en la que se accedió a las ediciones del 2011, 2015 y 2019. Previamente, en 1995, la Selección también jugó un Mundial sub-17, pero evitó el proceso clasificatorio al ser anfitriona) le siguió un hecho que se ha convertido en tendencia cada vez que el balompié nacional consigue un éxito de estas proporciones: desprestigiar todo lo que haya ocurrido antes del 7 de noviembre del 2001, día en que Ecuador se metió en la Copa del Mundo de Japón-Corea del Sur 2002.

Apenas fue dado el pitazo final del Ecuador 1, Argentina 0 quienes hablan como expertos irrebatibles incurrieron en la cantaleta molesta, inaudita, del discurso que ensucia el pasado. Se valieron de enunciados mentirosos como método de análisis del presente triunfal de la Tricolor.

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¿Se los dirían en la cara?

Se oyeron cosa como estas, el jueves: “Antes los futbolistas ecuatorianos no tenían personalidad (¿se atreverían a decírselo en persona, por ejemplo, a jugadores que se distinguieron precisamente por tener un carácter de acero como Vicente Lecaro, Lupo Quiñónez, Hólger Quiñónez, o Luis Capurro?)”. Hubo referencias al tótem que veneraban: “Antes no existía Luis Chiriboga Acosta (con Carlos Coello y Francisco Egas como presidentes de la FEF la Selección también llegó a mundiales. Ninguno de estos dos directivos ha recibido sentencias de la justicia ordinaria ni cargan con la vergüenza de haber sido suspendidos de por vida por la FIFA, como Luchito Chiriboga)”.

Y siguieron los disparates, principalmente vía ondas hertzianas: “Antes se jugaba en parques y en estadios que tenían un árbol en la cancha (desde enero de 1900, cuando en Guayaquil se jugó el primer partido de fútbol del que se tienen noticias en Ecuador, nunca hubo certámenes amateurs o profesionales de balompié desarrollados en esas anormales condiciones)”. Y también hay desatinos como este: “Antes de la llegada del Bolillo nunca fuimos a un Mundial”. Lo cierto es que la satisfacción futbolera que hoy proporciona la tropa sub-17 del técnico Diego Martínez no es nueva. Existe un antecedente feliz ocurrido en 1986, pero está semi olvidado o es ignorado y minimizado por quienes sorprendentemente asumen que el fútbol nació en Ecuador el día que ellos empezaron a interesarse en este deporte.

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Sí hubo en Ecuador un entrenador que se anticipó a Hernán Darío Gómez en concretar un viaje a un Mundial de la FIFA. Para ese personaje célebre e histórico nadie pide una estatua, como la que se reclama que sea levantada en honor a Gustavo Alfaro (demandante de la FEF por $4 millones).

La nómina de los héroes tricolores. Foto: Archivo

La hazaña de 1986

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La memorable fecha que marca un antes y un después es la del domingo 19 de octubre de 1986. El balompié nacional la registró para la posteridad porque es la de su primera clasificación mundialista. Sucedió 15 años antes del logro del Bolillo y 37 antes de que la generación de menores de edad que lideran Kendry Páez, Jair Collahuazo y Keny Arroyo encumbrara a la sub-17. “Ni el paso del tiempo ha podido disipar un hecho tan emocionante y alabado hace más de tres décadas”, sentenció EL UNIVERSO en marzo del 2022, en una nota que recordaba la hazaña de 1986.

A la Copa del Mundo sub-16 de Canadá 1987 la Tri se coló al igualar 2-2 en el estadio José Díaz, de Lima con Bolivia, en el cierre de la fase final del Sudamericano de Perú 1986. Si Ecuador sometía a los del Altiplano por puntaje se habría adueñado de la corona, pero el empate le bastó para acabar en tercera casilla y sellar su pasaporte para competir en el torneo de la FIFA.

‘Ecuador clasificó por primera vez a un Mundial de Fútbol’, fue el encabezado de este Diario en su portada, en octubre de 1986. “La afición celebró con alegría la clasificación de nuestro combinado a la justa mundial. Nuestro seleccionado realizó una excelente campaña y terminó invicto en el torneo prejuvenil”, se reseñó. Alcides Solís (Barcelona) y Óscar Carchi (Liga Deportiva Bernardino, de Loja) fueron los anotadores ecuatorianos. Un doblete de Marco Antonio Etcheverry rescató a los bolivianos, que dieron la vuelta olímpica.

Moacyr, antes que Bolillo

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El responsable de la impensada gesta, como técnico, fue Moacyr Claudino Pinto, famoso integrante del combinado de Brasil -el de Pelé, Garrincha y Didí-. que levantó la Copa del Mundo de Suecia 1958. Formado como entrenador en Ecuador, donde como volante de Everest y Barcelona inundó los campos de fútbol con la misma calidad excepcional que mostró en Flamengo, Peñarol y River Plate, Moacyr llevó a la Selección a la cima del Grupo B con estos resultados: 0-0 con Brasil, triunfo 1-0 sobre Perú, goleada 3-0 a Venezuela e paridad 3-3 con los brasileños en una batalla endiablada en la ronda inicial.

En la etapa clave del Sudamericano sub-16 de 1986 las huestes de Moacyr empataron con Argentina (0-0), Brasil (1-1) y Bolivia (2-2). Al adiestrador paulista, entonces de 50 años, lo acompañaron en aquella faena formidable Juan Triviño (asistente), Edilberto Ruiz (preparador físico), Mario León (médico) Francisco Alvear (utilero) y Miguel Cepeda (kinesiólogo).

Los nombres de los héroes que llevaron a Ecuador a su primer Mundial de la FIFA están huérfanos del reconocimiento que merecen, pero son de eterna remembranza, renovada cada vez que se indaga quiénes fueron los primeros en llegar a un Copa del Mundo con la Selección.

Moacyr Pinto, el técnico que condujo a la selección tricolor a su primer Mundial de fútbol.

Primeros mundialistas

Estos son los pioneros de la sub-16 de 1986, cuyos nombres deberían estar una placa (tal vez en la Casa de la Selección): Helmuth Moeller (Barcelona), Edwin Ramírez (Deportivo Quevedo), Enrique Muñoz (Barcelona), Raúl Pavito Noriega (Barcelona), Orlando Nazareno (Esmeraldas Petrolero), Lucitano Castro (Filanbanco), Nelson Toral (Filanbanco), Segundo Mina (Filanbanco), Tito Bravo (Filanbanco) , Óscar Carchi, Jorge Aguilar (Deportivo Quevedo), Rafael Mejía (Filanbanco), Alcides Solís (Barcelona), Jackson Cevallos (Filanbanco), Enrique Pizarro (Barcelona), Víctor Ramos (Emelec), José Morán (Panamá), Ansor Filián (Filanbanco), Rafael Mejía (Filanbanco), Óscar Carchi (Liga Deportiva Bernardino), May Gutiérrez (Liga de Quito), Luis Patiño y Julio García.

El 22 de marzo del 2002, en charla con EL UNIVERSO, Moacyr rememoró: “Fue un campeonato lindo, importante, desde la preparación y el escogimiento de los muchachos. Y sobre todo por la unión que hubo en el grupo: bien educados y con ganas de dejar el nombre de Ecuador bien alto. La manera como se comportaron, la manera como jugaron… Son cosas complicadas de explicar, porque todo nos salió bien, todo lo planificado con los chicos antes de iniciar la competición”. En la Copa del Mundo sub-16 de Canadá 1987 Moacyr, reacio a volar, fue reemplazado por el nacional Eduardo Macías.

El regreso de la Tricolor sub-16, en octubre de 1986. Foto: Archivo

El Sudamericano sub-16 dejó de disputarse en esa categoría y a partir de la edición de Paraguay 1991 se jugó en la división sub-17. La misma modificación de edades se produjo en la Copa del Mundo de la FIFA en Italia 1991. (D)