Emocionó San Lorenzo. Está casi eliminado en el campeonato argentino, con solo tres victorias en doce presentaciones, agobiado económicamente -mal endémico-, sin posibilidad de reforzarse mucho. Pero está la camiseta. Debutó en la Libertadores y volvió a ser San Lorenzo. Tocaba arrancar nada menos que ante Palmeiras, uno de los cucos actuales en Sudamérica. No hay, actualmente, equivalencias presupuestarias entre uno y otro, pero apareció el San Lorenzo de la historia, el del empuje y la grandeza, el cuadro sin miedo. Y atropelló a Palmeiras. Fallaron muchos goles los dirigidos por Rubén Darío Insua y el once paulista empató con un tiro libre, justo por el remate, injusto porque no lo merecía. Pero el 1 a 1 es una anécdota irrelevante. Emocionó por la entrega que a lo largo de los tiempos le granjeó el mote del Ciclón. En las casas de apuestas Palmeiras es el favorito número 2 a ganar la Copa, San Lorenzo el 20, pareció al revés. Fue en el comienzo de la fase de grupos, que empieza a delinear lo que será la competición.

Aún sin ganar, la del equipo de Boedo fue la actuación más impactante junto a la del Junior, que venció en Río de Janeiro 3 a 1 a Botafogo en una noche de esas que recuerdan años. Nunca había pasado en 65 ediciones de Copa que un conjunto brasileño recibiera 3 goles como local en los primeros 41 minutos. Y parte de ese mérito es de Carlos Bacca, el goleador barranquillero, quien tras once temporadas en Europa (Sevilla, Milan, Villarreal, etc.) volvió a su país y la sigue embocando seguido. Bacca marcó dos veces. Ya está casi pisando los 38 y se lo ve velocísimo, como en el tercer gol, en el que encabezó y definió un contraataque corriendo 30 metros. Triunfo enorme del Junior, que el 7 de agosto alcanzará los cien años y los quiere celebrar en grande. ¿Podrá llegar al 30 de noviembre en Buenos Aires…? Quien sabe. Ha armado un plantel calificado y extenso, como para hacer el intento. Junior, como San Lorenzo, demostraron con amplia superioridad que se puede competir contra los brasileños. No son superhombres. Hay que tener buen equipo y, sobre todo, atreverse. Junior jugó como para sacar del marasmo a los demás elencos colombianos, que vienen de muchos años grises en el campo internacional.

Otro que se animó fue The Strongest. El grande boliviano se estrenó en el Hernando Siles derrotando 2-0 al Gremio de Renato Gaúcho. Se jugó en la altura, sí, y Gremio llevó suplentes a La Paz, también, pero el Tigre paceño le ganó sin despeinarse y pudo ser por un gol más. Ya el año pasado Strongest había vencido a Fluminense, posterior campeón. Y antes había tumbado a Paranaense, Santos, São Paulo, Internacional, Goiás, Palmeiras y Juventude. Once éxitos en total. No le va mal contra los brasileños.

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De Alianza Lima todos se burlan porque estuvo once años y 30 partidos sin cosechar los tres puntos en la Libertadores (en abril del año pasado logró quebrar la racha ante Libertad, de Paraguay). Pero lo tuvo para noquearlo a Fluminense y se le escapó. Lo dominó, tuvo grandes oportunidades, sobre todo en los pies del gigante panameño Cecilio Waterman. Se le escurrieron los goles y le empató el actual campeón. Otra demostración de que se puede competir frente a los clubes brasileños, aun cuando tengan presupuestos mucho más altos. No se trata de desear que pierdan los brasileños, sobre todo si son los mejores, sí de que gane interés y que el trofeo esté al alcance de todos.

Millonarios se gustó ante el máximo favorito del torneo -Flamengo-. Logró un cierto predominio en el juego mientras fueron once contra once. Se puso en ventaja el rubronegro con un penal de Pedro y el cuadro bogotano quedó con diez por expulsión de Larry Vásquez, causante del penal. Millos jugó 35 minutos disminuido, no obstante, llegó a la igualdad con un bonito gol de Daniel Ruiz en combinación con Emerson Rivaldo Rodríguez, dos jóvenes de la casa. Se demostró a sí mismo Millonarios que podía no solo competir sino ganarle al gigante carioca.

Ninguna alegría para los de Brasil en los cinco primeros encuentros, dos caídas y tres empates. Y empates afortunados. Esto no los descarta en absoluto, recién es la primera fecha de la fase de grupos, pueden incluso llegar otra vez dos de ellos a la final. Siguen siendo los de mejores probabilidades. No obstante, queda demostrado: no son invencibles. Con intensidad, con táctica, pero sobre todo con actitud, se les puede ganar. “Los brasileños juegan a otro deporte”, escuchamos a diario. Nada que ver, juegan al mismo. El tema está en el número: con ocho equipos siempre es posible que lleguen a la máxima instancia y coronen.

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Disputado ya el 23 % de la competencia, el saldo de los primeros doce duelos de grupos deja un primerísimo análisis: levantaron los colombianos -mucho-, mejoraron los peruanos -un triunfo y un empate-, muy bien los chilenos, que por primera vez en 65 años tienen 4 equipos en grupos. Pésimo los paraguayos (Nacional de Montevideo ganó 2-0 a Libertad, pero pudo haber sido por seis goles, Cerro Porteño cayó ante Colo Colo), inesperadamente flojos los ecuatorianos, que ya perdieron dos representantes en las fases iniciales -Aucas y El Nacional- y en este comienzo Barcelona empató y Liga sucumbió ante Universitario.

La Conmebol programó 32 partidos en 72 horas entre Libertadores y Sudamericana. Obviamente hay que tener en cuenta las fechas FIFA para las selecciones, la Copa América, la Eliminatoria, los torneos locales, sin embargo, dado que se juegan a todo lo largo del año, tal vez se podría descomprimir. Son tantos juegos que es imposible seguir ambos torneos, uno no alcanza ni a enterarse de los resultados. Eso sí, todos los equipos están felices de clasificar a alguna de las copas. Son 91 clubes del continente que obtienen reconocimiento internacional, se muestran, ponen en vidriera a sus figuras y reciben jugosas recompensas económicas.

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El aumento de los premios año tras año hace que en todos los países vean la Copa como un reluciente filón de oro. Y saben que pasar las primeras rondas, los grupos, incluso llegar a octavos o cuartos de final conlleve una lluvia de millones. Estimula el apetito deportivo en los campeonatos nacionales. Pero tal vez haya llegado la hora de establecer coeficientes de rendimiento para darle aún mayor atractivo. Y justicia. Los coeficientes podrían emparejar en alguna medida los cupos. Fuera de Argentina y Brasil, el que obtenga mejor puntaje, que gane una plaza más. Todos se esforzarían por conseguirlo. Y luego mantenerlo. Y si un medio es el tercero por coeficiente (Ecuador debió serlo en los últimos años) y además gana la Sudamericana o la misma Libertadores, pues podría llegar a seis equipos en lugar de cuatro. Si un fútbol como el colombiano lograra cinco o seis lugares se tornaría candidato también. Los coeficientes son la zanahoria para que todos intenten elevar sus prestaciones.

También la posibilidad de clasificar al Mundial de Clubes es otro incentivo. Como sea, la Copa está bonita y hay que cuidarla y enriquecerla. Es un orgullo de nuestro fútbol. (D)