En la interminable colección de merecidos reconocimientos que ha recibido Jaime Jarrín probablemente el único que falta en su lista es el Premio Nobel. No lo tiene porque no hay uno, todavía, instituido para periodistas. Sin embargo, hasta que eso suceda, para el célebre y prestigioso ecuatoriano —decano entre los narradores de béisbol de los Estados Unidos— hay otro tipo de galardones que no dejan de llegar. El más reciente, reconoce, lo tomó por sorpresa.