En una pequeña habitación, seis mujeres bordan coloridas vulvas mientras mantienen una animada conversación. Una de ellas, Jess de Wahls, berlinesa instalada en Londres, enseña a sus compañeras a revisitar el arte del bordado rompiendo de paso algunos tabúes.

Con un colgante de plata en forma de ovarios en el cuello, los labios color carmín y mechas rojas en el pelo, esta artista de 36 años se ha dado a conocer por sus obras originales y muy elaboradas alrededor del tema de la menstruación, las desigualdades de género y las injusticias sociales.

En su taller en Brixton, en el sur de Londres, impresionantes retratos de mujeres reciben a los visitantes. En el interior, se pueden ver obras de inspiración floral junto a bordados de copas menstruales y tampones empapados de sangre, en medio de un batiburrillo de hilos, bastidores y telas de colores.

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De Wahls declina su motivo fetiche, los ovarios, según el humor del momento: en forma de cactus, con un arcoíris...

"Escojan su vulva", dice sonriendo la artista a sus alumnas. "Empezaremos bordando el clítoris para hacer luego el vello púbico".

- Hablar de "eso" -

Tras elegir un modelo, las alumnas, londinenses procedentes de todo el mundo, empiezan a bordar mientras hablan de la diversidad del sexo femenino, o de las diferentes formas de abordar la desnudez según sus culturas originarias.

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También se entusiasman ante la próxima apertura en Londres de un "museo de la vagina", primer centro de este tipo dedicado a la anatomía femenina.

Según la actriz y divulgadora científica Florence Schechter, quien está detrás de esta iniciativa, con este museo "la gente puede aprender que no hay nada vergonzoso o insultante respecto a las vaginas y las vulvas".

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Jess de Wahls está feliz: "Creo que es muy útil poder hablar de 'eso', que la gente se sienta cómoda pronunciando palabras como vagina, vulva, clítoris y este tipo de cosas".

Cuando se trata de hablar de sexo, "algunos todavía tienen reacciones de niños", se lamenta, estimando que es hora de "normalizar" estas conversaciones y, para las mujeres, aceptar su cuerpo.

Y ¿qué harán cuando acaben sus obras? "Llevaré la mía al trabajo para enseñarla a mis colegas", explica Jane, conservadora textil de 40 años. "El mío probablemente lo transformaré en cojín", cuenta Dana, estudiante de bordado de 29 años, que piensa que así suscitará temas de conversación entre sus invitados.

- Arte antiguo -

Considerado durante mucho tiempo como un pasatiempo inofensivo reservado a las mujeres, la imagen del bordado ha cambiado gracias a artistas como la india Sarah Naqvi, quien se ha centrado en la representación del cuerpo femenino o en el tema tabú de la menstruación, o la francesa Julie Sarloutte, cuyas obras bordadas parecen cuadros.

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Queda, sin embargo, mucho por hacer para que las artistas textiles sean reconocidas, considera Jess de Wahls, que cuenta que no supo qué casilla marcar cuando quiso enviar una de sus obras a la Royal Academy of Arts, porque no había una categoría adaptada.

La artista recuerda que se inició en las técnicas del bordado solo hace unos cuatro años, mirando videos en Youtube. Rápidamente, "se convirtió en un segundo lenguaje".

Según ella, las redes sociales la "ayudaron masivamente" para darse a conocer. Gracias a su cuenta Instagram, la Tate Modern, el famoso museo de arte moderno de Londres, la descubrió y le propuso organizar un curso. También fue el caso de una galería en Australia, que expuso el año pasado sus obras bajo el título de "Big swinging ovaries".

Las redes sociales "han tenido un impacto en cómo el bordado se ha hecho más conocido y popular", añade.

De Wahls quiere que esta técnica sea vista "como una forma de arte como las otras".

"Es una de las artes más antiguas", insiste, explicando que "en las sociedades occidentales antes era considerado como una forma elevada de arte". (I)