Para Romina Muñoz, ministra de Cultura y Patrimonio de Ecuador desde noviembre de 2023, no hay coincidencias para que haya llegado a ese alto cargo. Su formación educativa, sus mentores, incluso su influencia materna, le inspiraron vocación de servicio, detalla en esta entrevista.
La funcionaria nacida en 1984 es licenciada en Artes Visuales por la Universidad Casa Grande de Guayaquil, tecnóloga en Artes Visuales con una mención en Escultura por el Instituto Tecnológico Superior de Artes del Ecuador (donde también fue docente) y magíster en Arqueología del Neotrópico por la Escuela Superior Politécnica del Litoral.
¿Dónde creció Romina Muñoz?
Soy de Guayaquil. Crecí en Urdesa central. Mi mamá es del sur de Guayaquil, de la Pradera 2. Estudié en el colegio y en escuela Jefferson, y luego en el Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador, Itae, pionero en la educación artística. Marcó mi trayectoria, porque es un instituto creado por artistas.
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Al ser muy pequeño, el Itae generó un vínculo muy especial entre quienes formamos parte de él. Hicimos varios proyectos, fue un instituto que trabajó mucho con la comunidad del sur de Guayaquil, con los centros comunitarios de Domingo Savio, con la Caraguay y eso también marcó mi vocación por el servicio público.
En su hoja de vida están la arqueología y las artes visuales. ¿Cómo se encontró con estas carreras?
Siempre supe que me interesaba el ámbito de las humanidades. Aposté por las artes visuales, una disciplina que involucra muchos conocimientos. Para poder aproximarte una obra, necesitas conocer sobre historia, ciencias sociales, tener una mirada antropológica.
Pero al inicio estudié Diseño Industrial en la Universidad Jefferson, aunque no me sentía muy satisfecha. Pasó algo muy interesante, el año que estudié diseño coincidió con que un grupo de artistas habían ganado una beca para estudiar en el Jefferson, era el colectivo La Limpia.
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Me empezaron a motivar, conocer sus trayectorias. Tuve la suerte de tener como profesor a Javier Patiño, una figura muy importante en mi trayectoria. Él era mi profesor de dibujo y me dijo: “Tú no perteneces aquí, tienes que ir a estudiar artes”. Y así fue que llegué al Itae.
Y apunto por estudiar una maestría en arqueología, no porque me asuma como arqueóloga, no lo soy. Soy investigadora, editora, educadora. Estudié arqueología porque como he sido docente tanto tiempo, dando clases de Historia del Arte, me parecía que era una disciplina con la que podía ampliar la forma en cómo me aproximo hacia cierta producción material artística del pasado.
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¿Hay algún libro, película o exposición que marcara también su vocación profesional?
Uno que me gusta mucho es Las memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Sobre mujer que de repente se mete en el personaje de un hombre, un emperador y cómo logra crear una biografía ficticia desde 0. Me he dedicado a dar clases de Historia del Arte durante quince años, entonces también la conexión con las artes y en este caso con el mundo griego me parecían sumamente interesante.
Otro libro es Cartas a Theo, de Van Gogh. Es uno de los relatos más interesantes que hay, por esta descripción que hace de sus obras, de los colores, de los paisajes que ve. Me ha impactado mucho, porque es una descripción sobre el ámbito creativo y una crítica también sobre algunos artistas del momento.
Soy una aficionada a la escritura de Elena Ferrante, que escribe sobre la violencia de su ciudad y de su infancia.
Si tuviera que recomendar un lugar en Ecuador, uno solo, para conectar con la cultura, ¿cuál sería y por qué?
Recomendaría Palanda (cantón de Zamora Chinchipe). Porque es un lugar del origen del cacao, se encuentran las primeras evidencias de domesticación de cacao en el mundo. Es un lugar de difícil acceso, pero cuando llegas allá es un sitio tan especial, cobijado de naturaleza. Es pequeño en relación con otros lugares fantásticos de Ecuador o de sitios que te marcan por su monumentalidad. Acá es todo lo contrario, es un lugar muy pequeño, que parece frágil, pero tiene un encanto en su morfología.
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¿Alguna tradición ecuatoriana que le encante y que trate de mantenerla viva en su vida personal?
Amo los monigotes y su creación. Soy guayaquileña y para mí es infaltable ir a la 6 de Marzo. Vivo en Quito hace ocho años y cada vez que hago el esfuerzo de viajar en ese periodo a la Costa, para encontrarme con mi familia, amo llevar a mis hijos pasear por la 6 de Marzo y ver los años viejos.
Tengo un vínculo especial con el sur de Guayaquil. Como estudiante también veía los talleres, en las casas a puerta abierta, haciendo esta práctica, preparándose para el fin de año. Es una tradición que amo mucho.
¿Qué la llevó a dar el paso hacia el servicio público?
Creo que siempre he tenido vocación desde muy pequeña. Recuerdo que cuando fui estudiante, no era muy destacada, porque tenía fricciones con la institucionalidad. Pero mis compañeros me buscaban cuando les iba mal en ciencias sociales, justamente en literatura. Siempre he tenido vocación de enseñar o de facilitar, por eso me buscaban.
Mi madre es una mujer fantástica que enviudó cuando tenía 27 años y tiene una visión de la justicia social con la que yo he crecido.
Desde que empecé a estudiar en el ITAE tuve la suerte de rodearme de artistas y docentes maravillosos, como Lupe Álvarez, Saidel Brito, Javier Patiño, Marco Alvarado que también tienen esta vocación de servicio tan genuina, Santiago Rolando, Pilar Aranda, figuras importantísimas en el arte ecuatoriano, que admiro y respeto profundamente, han marcado mi visión sobre el poder transformador del arte. Desde muy temprano asumí este rol.
Todo eso me hizo involucrar de forma muy rápida con el servicio público. Yo soy producto de una institución pública.
Usted ha abordado estos pilares de la gestión cultural: posicionar a Ecuador como destino para producciones cinematográficas y el fomento a la lectura. ¿Qué iniciativas ha impulsado al respecto?
El año anterior se aprobaron los certificados de inversión audiovisual, que están siendo operativos este año, por un monto de más de 11 millones de dólares. Son títulos para que una productora internacional, haciendo una alianza con una productora nacional, sus gastos de producción puedan ser reconocidos bajo términos tributarios por una tasa del 37 %, la más alta de la región. Igual esto es un piloto, estamos viendo cómo funciona, recién se está implementando.
Ecuador es un país fantástico para promoverse como destino fílmico, porque es un país pequeño que en poco tiempo puedes cruzar todos los tipos de paisajes. Además es un país con carreras que están dando frutos en el ámbito de las artes y de lo audiovisual. Está en un buen momento para hacerlo.
En el ámbito de la lectura: el año pasado tuvimo uno de nuestros grandes logros, emitimos una política de fomento a la lectura. La importancia de una política tras objetivos comunes, estrategias claras de trabajo, no solo para el ministerio, sino para todas las instituciones que tienen la competencia en cultura. Por ejemplo, alianzas con el Ministerio de Educación para fomentar la lectura más allá del ámbito académico.
Invertimos el año pasado más de $ 800.000 en líneas de fomento para fortalecer bibliotecas, librerías, en el sector editorial. Creamos ludobibliotecas y rescatamos bibliotecas comunitarias a nivel nacional.
Ahora el 2 de abril inauguramos una ludobiblioteca en Los Ríos, en una de las sedes de la Casa de la Cultura. Creemos que el trabajo interinstitucional es lo único que puede realmente posicionar la cultura como un eje transversal para generar espacios seguros.
¿Cuál es el mayor aprendizaje que ha obtenido de su gestión como ministra?
El servicio público requiere de apertura, de escucha, de agilidad para poder atender lo que la gente necesita. Requiere de asumir responsabilidades, no de dejarlas pasar. Si hay algo que tú puedes resolverlo, tienes que hacerlo, no puedes esperar que otro lo haga.
Todo es siempre un proceso de aprendizaje y de humildad. Te encuentras con gente fascinante haciendo producciones artísticas en lugares tan remotos, que a veces ni te imaginas y que te ayudan a entender y ajustar también tu visión de la gestión cultural.
Además a veces uno tiene una idea de un proyecto, con un objetivo, pero luego te das cuenta que la gente quiere y necesita otra cosa. Tienes que tener esta plasticidad y capacidad de ser sensibles con eso.
Y lo que requiere el servicio público es el trabajo colectivo. Tú no puedes trabajar de manera individual, necesitas trabajar de manera horizontal con tu equipo. Esa es es la clave, porque si trabajas de manera aislada, individual, no logras cambiar ni transformar lo que necesitas. (E)