Después de cada acción que afecta a las bandas criminales ligadas al narcotráfico, ocurre una reacción en las calles de Guayaquil, especialmente en el sur, donde los moradores temen ser víctimas colaterales de las retaliaciones entre ellas luego de la última masacre en la Penitenciaría del Litoral, donde 119 reos fueron asesinados.

No es una preocupación infundada, pues en barrios de los Guasmos, Los Esteros, isla Trinitaria y en el aledaño cantón Durán, señalados como puntos críticos por parte de la Policía, se levantaron olas de sicariatos tras dos grandes sucesos ocurridos este año: el amotinamiento y muerte de 79 reos el pasado 23 de febrero y la captura de casi diez toneladas de cocaína, el 13 de agosto.

“Aquí no se puede vivir en paz. Desde que hubo la masacre en las cárceles (en febrero), las amenazas aumentaron. Se escuchan disparos, unos al aire, otros dejan un reguero de sangre”, señala un dirigente del Guasmo.

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“Todo el mundo sabe que cuando hay muertos de un lado, los otros toman venganza, imagínese ahora que dejaron más muertos que antes”, dice una moradora del sector El Arbolito, en Durán, al referirse a la nueva masacre que acabó con la vida de 118 internos de la Penitenciaría del Litoral.

Una familia completa fue asesinada en su casa en el Guasmo sur, en la cooperativa Proletarios sin Tierra. Ocurrió el 13 de marzo y la Policía cree que fue una retaliación tras la masacre del 23 de febrero en las cárceles. Foto: Carlos Barros

Aunque las autoridades aseguran que los amotinamientos responden a una pugna por el control interno de los centros penitenciarios, las evidencias apuntan a que la disputa es por las rutas millonarias del narcotráfico, dice con insistencia el coronel Mario Pazmiño, exjefe de Inteligencia del Ejército, basado en reportes que conoce.

Los cargamentos de cocaína y heroína, provenientes de Colombia y Perú, “se trafican por tierra a través de porosas fronteras y a través de rutas marítimas”, dice un informe de la Estrategia Internacional de Control de Estupefacientes elaborado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

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El mismo informe asegura que Ecuador no es un país productor de drogas, “pero sí es un gran centro de acopio y de procesamiento”, lamenta Pazmiño sobre el país, ubicado en medio de una ruta importante para la distribución de droga que se envía hacia Estados Unidos y Europa.

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A estas bandas no solo hay que desarmarlas, hay que dejarlas inoperativas, sugiere el ecuatoriano César Paz, agente especial del FBI en retiro, quien asegura que “existe una relación directa” entre lo que hacen los carteles que operan en las prisiones con la inseguridad en la ciudad.

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“Lo que ocurre en las cárceles se traslada a las calles en sicariatos, robos y secuestros, delitos violentos como hemos visto en Guayaquil los hemos visto también en ciudades de México y Colombia”.

¿Pero cómo lograrlo? Primero hay que identificar, mediante mecanismos de inteligencia, a los líderes y principales operadores de las bandas que sirven a los carteles de la droga “tanto dentro como fuera de las prisiones”, dice Paz. Y luego de eso hay que ser extremadamente duros en la judicialización. “Levantar bien los cargos”, para que no puedan evadir a la justicia, que debe encargarse de recuperar los bienes mal habidos.

“El narcotráfico no se sustenta por sí solo en las drogas, detrás de eso hay un problema muy serio que la justicia debe atacar: el lavado de activos. Solo quitándole los recursos se puede mermar sus acciones a estas organizaciones criminales”, complementa.

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El Gobierno ha ofrecido “adelantar” un plan para reestructurar la Penitenciaría del Litoral, que estaba previsto para dos años. Pero ahora será inmediato, ofreció el presidente Guillermo Lasso, para tratar de frenar la crisis carcelaria, que hasta ahora se ha cobrado la vida de 234 internos a nivel nacional, una cifra muy superior a los 52 del 2020.

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Mientras esa realidad no cambie, la guerra entre bandas que se libra en las cárceles y que se ha desbordado a las calles tiene en zozobra a los residentes en Guayaquil, donde ahora son comunes los homicidios selectivos, como los hechos lo demuestran.

El mercadillo de las drogas y armas

Una oleada de asesinatos se desató después del decomiso de 9,6 toneladas de cocaína en Los Vergeles, norte de Guayaquil, que tenía como destino México y Estados Unidos, según indicaron las autoridades.

Imagen de la Policía Nacional de Ecuador con el mayor cargamento de cocaína decomisado hasta ahora en un operativo. Ocurrió el 13 de agosto en Los Vergeles, norte de Guayaquil.

Henry Tapia, coronel de la Policía, declaró a EL UNIVERSO que las bandas eran las responsables de la ola de asesinatos, ocurridos en su totalidad en el sur de Guayaquil, muertes cometidas con pistolas, fusiles y subametralladoras que trafican las organizaciones narcodelictivas que han puesto a Ecuador en la ruta internacional del tráfico de armas.

Las matanzas se iniciaron horas después del hallazgo del alijo. La Policía informó que una de las víctimas, acribillada en el Guasmo, era familiar de un exlíder de una de las bandas que controlan la salida de droga en la zona denominada Cuarentena, donde se contaminan los buques que salen del puerto.

El decomiso de las casi diez toneladas de drogas fue el segundo alijo récord para la policía en menos de dos meses. A finales de junio, se incautaron más de siete toneladas de cocaína en el puerto de Guayaquil, en un cargamento con destino a España.

Cuatro días antes del decomiso, sicarios en motocicletas habían abatido en el sur de la ciudad a un trabajador del puerto que acababa de renunciar a su empleo. La policía descubrió $ 26.000 en la camioneta del hombre.

En el carro de la víctima se hallaron 26.000 dólares que se presume le entregaron los asesinos antes de dispararle. Foto: Ronald Cedeño

Según un informe de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, desde Guayaquil sale el 80 % de la cocaína que llega a Europa en cargueros con materias primas.

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Las detenciones de ciudadanos montenegrinos, albaneses, griegos, belgas, holandeses y españoles dan cuenta de ello, según agentes antinarcóticos. No son ‘mulas’, como se les dice a quien llevan droga en su cuerpo, son representantes de carteles que pagan con drogas a las bandas locales que les dan protección y ellas, a su vez, las comercializan en Guayaquil y Durán mediante el microtráfico. Así transforman su ganancia en efectivo.

Según el portal internacional de criminología, Insight Crime, Ecuador es un apetecido punto de salida de cocaína gracias a factores como su ubicación, en medio de países productores de cocaína -Colombia y Perú-, su extenso litoral sobre el Pacífico y su gran industria de carga marítima.

“Las bandas son útiles para los traficantes, quienes mantienen las redes logísticas, pues protegen los cargamentos y les sirven como cobradores de deudas y asesinos a sueldo”, analiza el sitio especializado en crimen.

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Los homicidios han venido aumentando en Guayaquil y en sus cárceles, dado que hay más bandas que están compitiendo por una tajada en el epicentro del negocio de las drogas. Los 734 homicidios que registra la Policía Nacional en la provincia del Guayas en lo que va del año supera a los 527 perpetrados en el 2020.

Los moradores del sur, mientras tanto, piden a la Policía poner especial atención a esta zona vetada por la Embajada de Estados Unidos, según un reciente comunicado que servía de advertencia de seguridad dirigido a sus funcionarios y compatriotas en esta ciudad. Esa parte forma parte de las zonas donde la Policía mantiene una intervención. (I)