Disertación de Christiana Figueres, Secretaria de la Convención sobre Cambio Climático.

“El acuerdo de París fija cuatro ejes de acción para a lo largo de un cierto periodo de tiempo hacerle frente al reto del cambio climático. El primero son los diferentes planes nacionales presentados por 189 países de las 195 naciones (firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático). Cada país de acuerdo con su realidad política, técnica, económica y financiera pudo identificar cómo, desde una perspectiva de coherencia con su plan nacional de desarrollo, podría contribuir a este esfuerzo global.

El segundo eje es que al ver reconocido que la suma total de todos estos planes nacionales no nos iban a llevar a lo que dicta la ciencia para el nivel global de descarbonización que necesitamos, entonces se entiende que estas no son el final del trayecto, sino que son el primer paso.

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El tercero es el destino final, que es lograr para la segunda mitad del siglo XXI el balance ecológico entre lo que estamos emitiendo en gases de efecto invernadero (GEI) y lo que el planeta puede absorber naturalmente con la cobertura forestal...

Y el cuarto eje tiene que ver con la adaptación y un compromiso de los países de incrementarla porque como nos hemos tardado en hacer la mitigación, más va creciendo la adaptación, que es inevitable. Tenemos que prepararnos para una adaptación porque ya hay impactos. Estos cuatro ejes están fundamentados en el apoyo financiero y tecnológico que pueden dar los países del norte a los del sur.

En términos simples, en una sola frase para resumir la meta del Acuerdo de París, es desligar el crecimiento económico del aumento de las emisiones de los GEI.

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Nuestra región (América Latina) es como un microcosmos de lo que se puede hacer en el mundo en cuanto a los esfuerzos globales por cinco aspectos. El primero: haber logrado un mejor índice de desarrollo humano con relativamente bajas emisiones de GEI con respecto a otras regiones. Eso nos indica que estamos en una posición de relativa ventaja. Sin embargo, la región enfrenta un reto que es la carbonización progresiva de su matriz energética y una deforestación que podría contradecir y llevarnos a una curva más alta de emisiones.

El segundo aspecto es la extrema vulnerabilidad de la región. Desde el deshielo de los glaciares en la zona andina hasta las sequías, inundaciones, las tormentas tropicales, el alza en el nivel del mar, la desaparición de ciertas especies marinas y de nuestros corales, todo eso representa la urgencia que tenemos de hacerle frente a este reto.

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El tercer aspecto es en el liderazgo político. En los últimos diez años, Brasil y Costa Rica lideraron el diseño del mercado de carbono y del protocolo de Kioto (en Japón)...

El cuarto aspecto son los recursos naturales. La región tiene alrededor de una cuarta parte de la tierra arable del planeta, una cuarta parte de la cobertura forestal y tenemos combustibles fósiles. Están las soluciones y los retos, sin hablar de los recursos hídricos, solares y eólicos que forman parte de la familia de las soluciones (renovables).

Y el quinto aspecto es la diversidad política. Tenemos los países del Alba, los del Aila (Asociación de Industriales Latinoamericanos), con posiciones muy distintas, Brasil y México, dos de los líderes...

Para el 2050, debemos llegar a una emisión de 2 toneladas per capita como promedio global y América Latina está hoy un poco por encima de eso. Pero si seguimos el patrón de carbonización de la economía que tenemos planeado dentro de nuestras políticas podríamos llegar a una emisión de 9 o 10 t per capita. Eso no puede ser porque estaríamos condenando a la población vulnerable a nunca poder salir de la pobreza.

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Nos debe quedar claro que más emisiones significan más pobreza porque implica impactos naturales sobre la región que nos obligaría a un constante reconstruir de la infraestructura básica, de carreteras, hospitales, iglesias, casas, usando los recursos del Gobierno, que en ningún país sobran; simplemente para reconstruir lo básico”. (I)

Hay que evitar condenarnos a un perfil de emisiones basado en una carbonización de la economía, lo que es no productivo.