Las imágenes quedarán grabadas para la posteridad: decenas de personas saliendo de sus casas con el agua hasta el pecho en las calles del cantón Santa Ana, en Manabí; los destrozos de una avalancha que arrasó casas y cultivos en la zona rural de Portoviejo; un tramo de la vía Zaracay-Piñas, en El Oro, totalmente borrado.

El rescate de cinco sepultados por un alud en Chunchi, Chimborazo. En Guayaquil, carros que casi flotaban en un tramo de la avenida Juan Tanca Marengo, en el norte. Y siguen los cuadros de más y más destrozos en gran parte de la Costa, de la Sierra y la Amazonía.

Las lluvias de este año, que en los últimos días disminuyen de intensidad, dejan una estela de destrucción, de muerte. Esto porque ha sido uno de los inviernos más fuertes de los últimos 19 años, como señala Raúl Mejía, coordinador regional del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi).

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El calentamiento excesivo del mar frente a las costas de Ecuador y Perú ha sido señalado como el motivo de este intenso fenómeno climático que se desató desde enero. En el país del sur incluso se lo denominó El Niño costero al evento climático. Allí las lluvias han sido mucho más fuertes y destructoras y los daños han sido mayores que en Ecuador.

En nuestro país, abril registró un nivel de precipitaciones que sobrepasó en el 93% el promedio de ese mes de los últimos 30 años, según el coordinador regional del Inamhi, quien detalla que las lluvias solo seguirán en zonas específicas del país por unas dos semanas.

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Este Diario hace un inventario de los daños, con base en los informes de la Secretaría de Gestión de Riesgos. (I)