Por Agni Castro Pita

Pensábamos que el siglo XX había sido el siglo marcado por el desplazamiento forzado de personas, por el asilo, por el desplazamiento interno. Desafortunadamente el siglo XXI aumenta esa espiral, reflejo de los conflictos armados, de la violencia generalizada, de la violación sistemática de derechos humanos. En otras palabras, de cómo hemos fallado como humanidad.

El ACNUR acaba de publicar las tendencias globales de personas que han sido forzadas a desplazarse en las diversas latitudes. Las cifras son desgarradoras. A fines de 2019, había 79,5 millones de personas víctimas del desplazamiento forzado en el mundo. Este total incluye alrededor de 26 millones de refugiados, es decir personas que han tenido que huir de sus países porque su vida, su seguridad, su integridad, su libertad estaba en peligro. De estos 26 millones, hay alrededor de 20,4 millones de refugiados bajo el mandato del ACNUR y 5,6 millones de refugiados palestinos bajo el mandato de UNRWA. Incluye además 45,7 millones de desplazados internos, es decir personas que han huido de sus comunidades por las mismas razones que los refugiados, pero que han permanecido dentro de sus fronteras nacionales. Incluye también 4,2 millones de solicitantes de asilo, es decir aquellas personas cuya solicitud de asilo está en trámite, así como 3,6 millones de venezolanos desplazados en el extranjero.

Publicidad

El ACNUR informa también que a finales de 2019 había 4,2 millones de apátridas, en 76 países. Es probable que la magnitud de la apatridia sea mucho mayor, ya que algunos países no informan sobre la apatridia. Los apátridas son personas que no son consideradas como nacionales Estado. A menudo son inadvertidos, se vuelven invisibles para los Estados.

Más allá de las cifras mencionadas, estamos hablando de 79,5 millones de rostros, de vidas desestructuradas, de destinos rotos. De ellos, alrededor de 43% son menores de 18 años.

El 68% de todos los refugiados y desplazados en el extranjero proceden de cinco países. De Siria, 6,6 millones; de Venezuela 3,7 millones; de Afganistán 2,7 millones; de Sudán del Sur 2,2 millones; de Myanmar 1,1 millones.

Publicidad

Los mayores países receptores de refugiados a fines de 2019, fueron: Turquía con 3,6 millones de personas, Colombia 1,8 millones; Pakistán 1,4 millones; Uganda 1,4 millones; Alemania 1,1 millones.

Más del 85 por ciento de los refugiados y desplazados internos del mundo se encuentran en países de bajos y medianos ingresos. Y si se afina el análisis, en países como Líbano 1 de cada 7 personas es desplazado forzado, en Jordania 1 de cada 15 personas, y en Turquía, 1 de cada 23 personas.

Publicidad

Por continentes, el África subsahariana acoge a 6.348.700 personas. Las Américas, a 4.283.800 personas. Asia y Pacífico a 4.182.400 personas. Europa, (incluida Turquía) 6.570.500. Medio Oriente y Norte de África a 2.642.700 personas. Total 24.028.100, cifra que incluye 3.582.200 de venezolanos desplazados en el extranjero.

El desplazamiento forzado es uno de los grandes desafíos de la humanidad. Responder de manera eficaz a esta problemática, implica tener la voluntad política para diseñar y ejecutar estrategias y leyes nacionales, para lo que se requiere capacidad institucional y logística.

Desplazamiento forzado en las Américas

Colombia es el país con mayor número de desplazados internos, con casi 8 millones de personas. Esta cifra proviene de los datos acumulados en el Registro Único de Víctimas, que el Gobierno comenzó en 1985.

La inseguridad en el triángulo norte de Centroamérica, así como el deterioro de la situación en Venezuela han dado lugar a un aumento del número de nuevas solicitudes de asilo registradas en América.

Publicidad

Hay aproximadamente 400.200 refugiados y solicitantes de asilo del norte de Centroamérica en el mundo. Hay más de 69.000 solicitantes de asilo y refugiados en México. Más de 318.000 desplazados internos en Honduras y El Salvador. Más de 110.000 solicitantes de asilo de Nicaragua en el mundo.

En México, si bien la pandemia preocupa a los solicitantes de asilo y refugiados, el peligro en el que vivían en sus países les generaba un temor mayor a causa de la inseguridad, inestabilidad, la amenaza de explotación y abuso por parte de bandas criminales. El reclutamiento forzoso, el haber sido testigo de crímenes o incidentes por parte de grupos delincuenciales, han hecho que a pesar de la pandemia, miles de personas se hayan dirigido a México a solicitar la condición de refugiados.

Los millones de venezolanos que han abandonado su país, representan el mayor éxodo en la historia reciente de la región. Más de 900.000 venezolanos han solicitado asilo en los últimos tres años, 430.000 de ellos en 2019. A fines de 2019, los países de América Latina concedieron a nacionales venezolanos más de 2,4 millones de permisos de residencia y otras formas de estancia legal.

En Ecuador, entre 1989 y abril de 2020, se reconoció la condición de refugiados a 69 524 personas, en su mayoría colombianos. Entre 2018 y abril 2020, se registraron 41 652 solicitudes de asilo. Por otro lado, alrededor de 400 000 ciudadanos venezolanos se encuentran en Ecuador. Muchos de ellos no han podido regularizar su estatuto migratorio.

Los refugiados frente al Coronavirus

Al drama del desplazamiento forzado y de la apatridia, se ha sumado el grave efecto de la pandemia. Las condiciones de vida de los refugiados y desplazados internos con frecuencia son muy precarias, lo que dificulta las medidas básicas de higiene y el distanciamiento social. De no tomar acción, esta pandemia puede diezmar a muchas comunidades sin medios de defensa.

El 24 de abril de 2020, los países de América Latina hicieron un llamado a los trabajadores sanitarios refugiados y migrantes para que ofrezcan su apoyo ante el COVID-19. Muchos de ellos ya están trabajando en los sistemas de salud nacionales, a través de medidas adoptadas por países de la región, que autorizan la contratación de profesionales y técnicos sanitarios extranjeros cualificados.

En Estados Unidos de Norte América, Nueva York es uno de los seis estados que facilita a los refugiados y migrantes con formación universitaria en el extranjero practicar la medicina, al menos durante la crisis.

El coronavirus ha agravado la vida de los refugiados. Sin embargo, hay muchos ejemplos de cómo ellos colaboran o desean colaborar con los países de acogida en el manejo de la crisis.

Muchos refugiados son médicos, enfermeras, laboratoristas, epidemiólogos, expertos en idiomas, artistas, maestros, etc. Los intercambios culturales en línea brindan una oportunidad para que aquellos que se vieron obligados a huir de sus países, compartan habilidades y talentos con su comunidad de acogida.

En Níger, un proyecto de autoayuda produce productos de higiene para la lucha contra el coronavirus, para su distribución gratuita. Los refugiados son parte de la respuesta a la pandemia, lo que les ha aumentado su autoestima y el agradecimiento de las comunidades de acogida, lo cual incide en la cohesión social.

En Perú, psicólogos venezolanos ayudan a sus compatriotas a través de sus sesiones en línea a lidiar con el estrés, la ansiedad y las preocupaciones que resultan del confinamiento. Frente a la incertidumbre de la supervivencia, muchos corren el riesgo de que su salud mental se vea afectada. Para ACNUR, el apoyo a la salud mental no hará que desaparezcan las dificultades, pero los ayudará a lidiar con estas emociones.

En Ecuador, médicos venezolanos con su título convalidado hacen visitas domiciliarias a personas mayores en la provincia de Esmeraldas, donde hay presencia de refugiados, incluyendo a colombianos y venezolanos. Redoblan sus esfuerzos para darle a la población local, incluida la comunidad refugiada, la información necesaria para mantenerse a salvo.

En São Paulo la producción, distribución y uso de mascarillas ha integrado a refugiados y migrantes. Una refugiada siria, diseñadora de modas, aplica sus conocimientos en la producción de las máscaras. La producción y distribución de las mismas cuenta con la participación directa de los refugiados.

En Cox Bazar – Bangladés, casi 860.000 refugiados rohingya viven bajo un completo aislamiento. Uno de ellos sueña con convertirse en periodista y cofundó la Escuela de Cine Rohingya con otros refugiados. Ahora están usando sus habilidades para hacer videos en su idioma sobre cómo protegerse del virus.

En Angola, un grupo de refugiados de la República Democrática del Congo comenzó a bloguear sobre su vida cotidiana. Sin embargo, a causa del Covid 19 organizaron un blog con información para mantenerse a salvo de la pandemia en el asentamiento donde se encuentran. Están decididos en trabajar para crear conciencia en esta comunidad donde viven unos 6.000 refugiados de la RDC.

En Kenia, los maestros transmiten clases por medio de la radio comunitaria para continuar con el proceso de aprendizaje de los estudiantes refugiados durante el confinamiento. Las lecciones por radio ayudan a apoyar a más de 100.000 estudiantes que asisten a las 22 escuelas primarias y nueve secundarias del campamento.

En España, los cuentacuentos alegran las vidas de niñas y niños refugiados durante el confinamiento en centros de acogida para refugiados a través de mensajes con historias para niños, vía WhatsApp. Las madres de los niños consideran que dichas historias son como amigos invisibles para sus hijos. Estas historias además ayudan a los niños de distintas nacionalidades a conocer la cultura del país que los acoge y aprender el idioma, a la vez que refuerzan unos lazos de solidaridad.

En fin de cuentas, aún en la adversidad, surgen iniciativas para tratar de colaborar y mitigar los efectos perversos de las crisis. Como dice Ernesto Sábato, “el ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer». (O)