Los ataques con bomba atómica en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945 y en el marco de la II Guera Mundial, acabaron con la vida de más de 200 000 personas y dejaron a cientos de miles de japones traumatizados e, incluso, estigmatizados.

Debido a la pandemia de COVID-19 que sacude al mundo este año las conmemoraciones de estos trágicos hechos se han visto reducidas y eclipsadas, pero el mensaje de los cerca de 136 700 sobrevivientes, cuya edad promedio es de 83 años, y que insta al país a firmar un tratado de prohibición de armas nucleares sigue buscando hacerse escuchar.

Hasta ahora Japón se ha negado a firmar el tratado. El primer ministro Shinzo Abe fue confrontado en un pequeño acto, con unas 1000 personas, en el Parque de la Paz de Hiroshima por seis sobrevivientes quienes reclaman la firma.

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Sin embargo, el Gobierno ha dicho que comparte el objetivo de eliminar las armas nucleares, pero que tiene un enfoque diferente sobre el tratado.

Algunos sobrevivientes de la bomba atómica han comparado su lucha contra las armas nucleares y la pandemia.

“Ya sea el coronavirus o las armas nucleares, la forma de superar (estos desafíos) es la solidaridad entre los pueblos”, dijo Keiko Ogura, una sobreviviente de Hiroshima.

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El jueves 6 de agosto se realizó una conmemoración del bombardeo, con unas 1000 peronas, en el Parque de la Paz de Hiroshima donde acudieron sobrevivientes. AFP

Hasta el momento. los dos ataques son las únicas ocasiones en las que se han utilizado bombas atómicas durante un conflicto bélico.

En 1945 la primera bomba atómica fue lanzada en Hiroshima, en el oeste del país, el 6 de agosto por un bombardero estadounidense llamado Enola Gay. La bomba, de entre 13 y 16 kilotones, fue apodada “Niño pequeño”, pero su impacto no fue algo similar al nombre.

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La bomba se detonó a unos 600 metros de la tierra, con una fuerza equivalente a unas 15 000 toneladas de TNT, y mató a 140 000 personas

Apenas tres días más tarde, Estados Unidos lanzó otra bomba atómica llamada "Fat Man" (Hombre gordo) en la ciudad de Nagasaki la que mató a otras 74 000 personas.

Tras los ataques, decenas de miles de personas murieron inmediatamente, mientras que otras fallecieron a causa de las heridas o por enfermedades semanas, meses o años después.

La bomba atómica, apodada “Niño pequeño, que cayó en Hiroshima tiene potencia de entre 13 y 16 kilotones. AFP

“Recuerdo los cuerpos carbonizados de niños pequeños yaciendo alrededor del hipocentro, como rocas negras”, declaró Koichi Wada, quien tenía 18 años cuando la ciudad de Nagasaki fue atacada.

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El entonces presidente de EE. UU. Harry Truman, encargó a un comité de asesores que decidieran si se debía utilizar la bomba atómica contra Japón y una mayoría optó por el sí.

Truman dejó libre la decisión de qué ciudad atacar e Hiroshima fue elegida primero por su gran relevancia militar y luego Nagasaki y expertos e historiadores creen que solo con estos ataques iban a causar la rendición, registró CNN.

Los dos bombardeos sellaron el final del Japón imperial, que se rindió el 15 de agosto de 1945, poniendo fin a la guerra.
Sin embargo, las secuelas que los ataques dejaron en la población recién empezaban a aparecer. Los bombardeos despidieron una radiación que fue letal, tanto a corto como a largo plazo. Se registraron enfermedades de origen radioactivo entre muchos de los supervivientes a la explosión y la tormenta de fuego. Muchos de los afectados por radiación murieron en las semanas o meses siguientes al ataque.

Los supervivientes también experimentaron otros efectos a largo plazo como un alto riesgo de padecer cáncer de tiroides y leucemia, y tanto en Hiroshima como en Nagasaki se han detectado altas cifras de cáncer.

De las 50 000 personas víctimas de la radiación de ambas ciudades que fueron examinadas por la Fundación japonesa-estadounidense para la investigación de los efectos de la radiación, unas 100 murieron de leucemia y 850 de cáncer.

Como parte de la conmemoración, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, lamentó en un mensaje que el objetivo de eliminar las armas atómicas, fijado por la ONU en sus inicios, siga sin cumplirse. “Hoy, un mundo sin armas nucleares parece cada vez más lejano”, apuntó.

En las décadas posteriores a los bombardeos y a la Guerra Fría (1947 y 1953) el almacenamiento de armas se convirtió el algo recurrente y ha persistido hasta nuestros días dando pie a la tensión nuclear entre naciones como EE. UU., Rusia, Irán y Corea del Norte. (I)