Las medidas para limitar la propagación del COVID-19 han provocado cambios en la vida cotidiana de los niños en Latinoamérica, incluido Ecuador. En la mayoría de los países de ingresos medios y bajos, las guarderías y escuelas han cerrado físicamente y no se ha podido mantener una educación virtual constante; además, varios servicios sociales se han visto interrumpidos o aplazados y los niveles de estrés y violencia han aumentado.

Todos estos factores afectarían en el desarrollo cognitivo y socioemocional de los infantes, indica la encuesta multinacional sobre los impactos socioeconómicos del COVID-19 realizada en 85 países por la Unicef.

En este estudio, que analizó información levantada entre mayo y junio de este año, se afirma que en Ecuador al menos seis servicios de protección infantil se vieron interrumpidos o afectados por la pandemia: acceso a las autoridades de bienestar infantil, acceso y/o tramitación de la solicitud de asilo (para niños extranjeros), vías de derivación para prevenir y responder a la violencia, servicios de línea de ayuda, guardería y programas de prevención de la violencia.

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Milena tiene una hija de 2 años de edad. Ella llevaba a su nena a un Centro de Desarrollo Infantil (CDI) del Ministerio de Inclusión Económica Social (MIES) en el norte de Guayaquil, antes de la pandemia. Con la llegada del virus, relata, el centro cerró, pero estableció un servicio ‘virtual’.

Ha recibido kits de alimentos, llamadas, mensajes de WhatsApp y de texto de los profesionales del CDI. Aunque reconoce que “no es lo mismo” a que su niña vaya a presencial. Asegura que, al menos este año, no la enviará al centro si este abre.

Además de los CDI, el MIES tiene los programas Creciendo con Nuestros Hijos, Erradicación del Trabajo Infantil, Erradicación Progresiva de la Mendicidad, Acogimiento Institucional, Acogimiento Familias, Apoyo y Custodia Familiar, Círculos de Cuidado, Recreación y Aprendizaje, y Movilidad Humana, que buscan la protección de los infantes.

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La inversión anual en todos los programas es de $247 700 millones y se ha alcanzado a 315 000 beneficiarios, según el MIES.

La cartera de Estado afirma que a partir del anuncio de la emergencia sanitaria se plantearon estrategias de atención virtual que incluyen llamadas telefónicas, mensajes de texto, de WhatsApp y multimedia.

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Indica que con los cambios de semáforos, y en los casos identificados de “difícil contactabilidad”, se establecieron mecanismos de visitas de seguimiento a las familias y ha trabajado en un “protocolo de virtualización de los servicios”.

La Unicef también alerta que los programas sociales para combatir la desnutrición infantil tuvieron tropiezos o fueron interrumpidos, pero el MIES lo desmiente. Asevera que ha mantenido el servicio de CDI con 521 entidades cooperantes en todo el país y una cobertura de 75 000 niños de 1 a 3 años.

“El servicio de alimentación previsto en esta modalidad se ajustó para asegurar la entrega de kits de alimentos a las familias de este programa”, dice.

Además, a través de la campaña “Dar una mano sin dar la mano” se entregaron más de 1 500 000 kits de alimentos. En las modalidades Creciendo con Nuestros Hijos y Círculos de Cuidado, Recreación y Aprendizaje se ha atendido a 200 000 niños de 0 a 3 años y mujeres gestantes, añade la cartera de Estado.

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Sobre el tema de la violencia, que señala la Unicef, el MIES asegura que mantiene activo el “Protocolo General de actuación frente a la violencia contra niñas, niños, adolescentes, personas con discapacidad, personas adultas mayores y mujeres” y que en las comunicaciones virtuales se trabajan con las familias las recomendaciones relacionadas con prevenir agresiones. Aunque no especifica si se han registrado o no casos de violencia contra infantes.

Según el Banco Mundial, los crecientes desafíos que encaran los padres para brindar cuidados y apoyar el aprendizaje desde casa de sus hijos, junto con la incertidumbre económica y el aislamiento, han elevado los niveles de estrés y el riesgo de violencia en el hogar.

Otro de los aspectos que cita el informe de Unicef es que el programa de alimentación escolar en Ecuador ha sufrido interrupciones lo que eleva el riesgo de bajo rendimiento y desempeño académico.

Sin embargo, la ministra de Educación, Monserrat Creamer, aclara que solo se dio una interrupción de tres semanas al inicio de la emergencia, ya que “nadie podía salir de sus casas por las restricciones”.

Aunque, afirma, también fue provocada por la “oposición de dos gremios de maestros” que rechazaron que los profesores se acerquen a las unidades educativas para que ellos entreguen las raciones de alimentos a los padres. “Nos acusaron de ser genocidas a pesar de que estábamos aplicando todas las medidas de bioseguridad. Ahora están de candidatos para la Asamblea Nacional”, dice.

Es por esto que el Ministerio de Educación procedió a convocar ‘voluntariamente’ a los docentes y, según Creamer, el magisterio respondió de forma positiva en su “gran mayoría”. En la Sierra y Amazonía, en el periodo lectivo anterior, 1 248 510 kits (con 14 alimentos sólidos y 18 líquidos) fueron entregados. En la Costa se han repartido 1 700 000 kits. Las raciones son para 18 días.

No obstante, reconoce que hubo padres que no se acercaron a retirar los alimentos porque no “estuvieron interesados”.

Los profesores de las escuelas fiscales son los encargados de entregar la colación escolar a los padres de familia. Foto: Cortesía Ministerio de Educación

Nancy Salcedo cuida de su nieto Milan, de 7 años. El niño estudia en una escuela pública en el Guasmo sur de Guayaquil. Ella afirma que recién la semana pasada se presentó a retirar la colación escolar. No iba por miedo al virus.

Sobre el abandono escolar debido a la falta de recursos tecnológicos en esta pandemia, Creamer es cauta: “No podemos hablar de abandono cuando un niño no se conecta a la clase en Zoom. Los docentes realizan seguimiento cuando no se conectan. Sería cruel calificar a un niño de mal estudiante o que abandonó porque no logra conectarse o enviar sus tareas”.

Si bien la Unicef indica que los niños se han ‘librado’ de los efectos directos del COVID-19 en su salud, son las ‘víctimas ocultas’ de la pandemia. Pide retomar o reforzar los programas de protección infantil. (I)