En La Teoría del Desarrollo Económico (1934), Schumpeter anticipó que innovar era generar nuevas combinaciones de los recursos e ideas existentes.

Sin embargo, por un tiempo las empresas (y gobiernos) cedieron esa tarea creativa a las tecnologías. Probablemente pensaron que los algoritmos podrían juntar de manera más eficiente los recursos de aquí con los de allá; que el conocimiento universal estaba bien para DaVinci; y que se necesitaban especialistas hiperespecializados.

La nueva realidad pospandemia reveló que mantener parcelas del saber es anacrónico. Que la producción industrial y reproducción uniforme de conocimiento es injusta, incompleta y poco práctica. Que cada 10 años se duplica la producción científica (aun vive el 90 % de los investigadores que hubo en la historia de la humanidad). Que todo el conocimiento está a un clic de distancia. Y que es humanamente imposible abarcarlo todo –incluso en el propio ámbito de especialización–.

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Luego, ¿cómo innovar?

Para innovar, las empresas deben invertir en la gente y no en la tecnología.

Para innovar, la empresas deben contratar y preparar, polímatas. Juntar ciencia, técnica y arte –como lo hacía DaVinci–.

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¿Se aceleró el Efecto Medici?

En El Efecto Medici (2005), Frans Johansson propuso que si buscamos innovar desde nuestra especialización, nuestro cerebro producirá conexiones entre conceptos que son solo afines a ese campo. Que si innovamos desde la mezcla de campos del saber, entonces generaremos ideas con múltiples perspectivas.

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Porque una mente que mezcle arte y ciencia alcanza mayor fecundidad –en ambas facetas– que una mente que permanece anclada en una. Así lo explicó Root-Bernstein en The art of innovation (2003).

Para innovar hay que dominar varias disciplinas, sostiene el estudio “Polímatas” de 3M y Deusto Business School. Y esta columna, en abril 2018, titulaba 'Más maestros y menos maestrías' al llamado a innovar la educación con “más conocimiento transversal y menos enfoque monotemático…”.

Pero, ¿hay espacio para un DaVinci en esta era digital?

“Es una ironía horrible que en el momento en el que el mundo se ha vuelto más complejo, animemos a los jóvenes a especializarse en una disciplina…”, ha dicho la presidenta de Illinois Wesleyan University.

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El “uomo universale” es residente, facilita la polinización (fertilización) cruzada de ideas, es curioso, innova, es “knowmada”, no tiene edad.

La pregunta –realmente– es: ¿Hay espacio para un DaVinci, un Newton, un Tesla, en su empresa? (O)