Cuando hablamos de ciudades inteligentes, solemos imaginar un ideal lejano, intangible, casi utópico. Sin embargo, basta con observar nuestro entorno para notar que, poco a poco, muchas urbes están dando pasos hacia un modelo más justo, más verde y más humano. Es el caso de la ciudad de Barcelona en España, que adoptó su nuevo modelo de planificación territorial en 1860, impulsado por el ingeniero Ildefonso Cerdá con una estructura de cuadrícula regular, manzanas chaflanadas (esquinas recortadas) y vías amplias diseñadas para mejorar la ventilación, la luz y la movilidad urbana. Este ejemplo hizo que muchas ciudades en el mundo observaran sus avances y trataran de copiar su idea. Pero esto solo fue un comienzo.

Según los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, una ciudad verdaderamente sostenible debe garantizar el acceso equitativo a servicios básicos, vivienda digna, transporte seguro y una gestión eficiente de residuos, todo ello en equilibrio con el medio ambiente y con una ciudadanía activa y comprometida. No se trata únicamente de levantar edificios modernos o digitalizar procesos, sino de construir entornos donde la calidad de vida de todas las personas sea la prioridad. La sostenibilidad implica repensar cómo habitamos, nos desplazamos, consumimos recursos y nos relacionamos en el espacio urbano.

Y sí, hay señales de avance. Las tecnologías limpias están transformando la forma en que usamos la energía y gestionamos los recursos, tanto dentro como fuera del hogar. Sensores inteligentes que monitorean en tiempo real la calidad del ambiental, el tránsito vehicular y el consumo de recursos, ayudando a optimizar el uso de estos indicadores, edificaciones inteligentes que se ajustan a las condiciones climáticas para reducir el consumo energético, mientras que techos verdes y corredores ecológicos aportan soluciones para mitigar el calor urbano, absorber CO2 y restaurar biodiversidad local.

La academia desempeña un papel clave en el desarrollo sostenible de las ciudades, aportando información técnica, investigaciones aplicadas, proyectos interdisciplinarios y propuestas innovadoras que responden a los desafíos urbanos actuales. Desde distintas carreras fuertemente vinculadas con la sostenibilidad como Ingeniería Ambiental, Arquitectura Sostenible, entre otras se han impulsado diversas iniciativas alineadas con este enfoque. Un ejemplo reciente es el proyecto liderado por la carrera de Ingeniería Ambiental de la UNEMI, que culminó este año, centrado en el uso de equipos de bajo costo para el monitoreo de la calidad del aire en varias zonas de la ciudad con el fin de contribuir a soluciones para disminuir la presencia de enfermedades respiratorias debido a contaminantes atmosféricos.

Pese a los progresos alcanzados, no todo es favorable en el panorama actual. Las ciudades se expanden impulsadas por una población que no deja de crecer, y con ello aumentan las demandas de agua, energía, alimentos, transporte, vivienda y empleo. Aunque la tecnología desempeña un papel clave, no siempre logra acompañar el ritmo de estas exigencias. A esto se suma una profunda desigualdad: barrios con servicios básicos limitados conviven con zonas altamente tecnificadas, generando un contraste urbano que evidencia las brechas sociales. La sostenibilidad no puede limitarse a lo técnico o lo ambiental; es también un reto político, económico, ético y cultural. Y no podemos olvidar el impacto del cambio climático: inundaciones, olas de calor, incendios forestales y otros fenómenos extremos afectan con mayor fuerza a los sectores más vulnerables.

Carlos Andrés Vaca Coronel, MSc Profesor Auxiliar 1 - Facultad de Ciencias e Ingeniería - Universidad Estatal de Milagro (UNEMI)

Frente a este panorama complejo, una alternativa poderosa es repensar nuestras ciudades desde una perspectiva más humana. Una ciudad inteligente no debe reducirse a redes de sensores o automatización de servicios. Debe entenderse como un espacio vivo, donde cada decisión esté orientada a mejorar la vida cotidiana de sus habitantes. Estamos más cerca que nunca de construir ciudades que funcionen para todos, pero también más conscientes de los obstáculos que debemos superar. El camino hacia la sostenibilidad urbana no es sencillo, pero tampoco es inalcanzable, requiere valentía política, liderazgos éticos, comunidades organizadas y decisiones firmes que prioricen el bienestar colectivo por encima de intereses individuales. Solo una ciudad que pone a las personas en el centro de sus decisiones puede ser, en esencia, una verdadera ciudad inteligente.