En un contexto global marcado por desafíos económicos, sociales y ambientales, la ética ha dejado de ser un valor aspiracional para convertirse en un pilar fundamental de la estabilidad y sostenibilidad de las organizaciones. La ausencia de principios éticos ha generado irregularidades financieras, debilitando la confianza ciudadana en las instituciones y aumentando la incertidumbre en la sociedad. La pérdida de valores en diversos sectores resalta la necesidad urgente de formar líderes íntegros, capaces de tomar decisiones no solo rentables, sino también responsables con su entorno y sostenibles a largo plazo.

Frente a esta realidad, la formación de profesionales éticamente comprometidos se convierte en una tarea prioritaria. Desde la academia, es imperativo preparar a futuros líderes que no solo dominen conocimientos técnicos, sino que también actúen con integridad y fomenten prácticas que garanticen la transparencia y el respeto por los principios éticos. Sin embargo, la educación no es el único factor clave; la cultura organizacional también juega un papel fundamental en la consolidación de estos valores dentro de las empresas. Para que la ética trascienda el ámbito teórico y se refleje en la práctica, es necesario que las organizaciones adopten un enfoque estructural en su gestión.

Las empresas, como actores clave del desarrollo económico y social, tienen la responsabilidad de adoptar una conducta ética que oriente sus decisiones y relaciones con empleados, inversionistas, clientes y la comunidad en general. No basta con tener códigos de ética o declaraciones de valores; estos principios deben traducirse en acciones concretas que se reflejen en todos los niveles de la organización. La transparencia, la equidad y la rendición de cuentas no solo fortalecen la reputación corporativa, sino que también generan confianza y aseguran la sostenibilidad del negocio.

La evidencia muestra que aquellas organizaciones que integran la ética en su modelo de gestión obtienen beneficios tangibles. De acuerdo con un estudio de Deloitte (2024), el mercado valora más a las empresas con una orientación hacia la sostenibilidad. Por cada 10 puntos que se incrementa el “ESG Score” de una compañía, su EV/EBITDA aumenta entre 0,4 y 0,7 puntos, lo que equivale a un crecimiento de entre el 2,7 % y el 4,7 % en su valoración. En sectores como el de servicios, este impacto es aún mayor, con incrementos de hasta el 6,6 %. Sin embargo, el lado opuesto también es evidente: las empresas que descuidan la ética pueden ver caer su valoración bursátil y perder la confianza de los inversionistas. Esto demuestra que actuar con responsabilidad no solo es una exigencia moral, sino también una estrategia clave para la estabilidad y el crecimiento empresarial.

Ignorar la ética en la toma de decisiones tiene costos elevados. No solo afecta la credibilidad ante consumidores e inversionistas, sino que compromete la sostenibilidad de la empresa.

Mgtr. Ana María Correa Vaca, Coordinadora de Carrera – Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales – Universidad Tecnológica ECOTEC.

Por otro lado, las compañías que hacen de la ética su principio rector consolidan su liderazgo y fortalecen su competitividad. En Ecuador, empresas como Corporación Favorita, Nestlé, Pronaca, Cervecería Nacional y Produbanco-Grupo Promérica, entre otras, han sido destacadas en el Ranking Merco Empresas Ecuador 2024 por su sólida reputación corporativa (Merco, 2024). Estas organizaciones implementan prácticas como la independencia en los consejos de administración, la publicación de información financiera transparente y la adopción de mecanismos de control interno efectivos. Cuando la ética es parte del ADN corporativo, se forjan relaciones duraderas con clientes, proveedores e inversionistas, asegurando la resiliencia ante los desafíos del mercado.

La pregunta que queda por responder es: ¿están las empresas preparadas para asumir este desafío? La evidencia respalda que aquellas que lo hacen obtienen mejores resultados a largo plazo. En un escenario donde la sostenibilidad ya no es una opción, sino un requisito, la diferencia entre el éxito y el fracaso radica en la capacidad de las organizaciones para alinearse con estos principios y actuar con responsabilidad desde hoy. La ética empresarial no solo es el nuevo estándar, sino la base sobre la cual se construirá el futuro de los negocios y la sociedad en su conjunto.

La rentabilidad y la responsabilidad no son conceptos opuestos, sino dos caras de la misma moneda en la construcción de modelos empresariales exitosos.