El 15 de noviembre de 1922, las calles de Guayaquil se tiñeron de sangre obrera. Ese día, decenas de trabajadores cayeron abatidos por los fusiles de las fuerzas del orden mientras protestaban por mejores condiciones laborales, en especial para que se cumpliera el trabajo de ocho horas y un aumento de sueldos para paliar la crisis económica que atravesaba Ecuador en aquellos años.