Vivieron la violencia en su hogar y en unos casos resultaron heridos y fueron testigos del crimen de sus madres a manos de sus padres, padrastros, familiares o de las parejas sentimentales de ellas. Otros en cambio las vieron en un ataúd tras recibir la desgarradora noticia de que no volverían a tener sus cuidados, su compañía, su guía, sus abrazos...