En 31 días de movilizaciones, paro y protestas por la eliminación del subsidio al diésel, la resiliencia se activó en muchos comerciantes, quienes encontraron en los cierres de vías, escasez de turistas y enfrentamientos una oportunidad para crecer y aprender.

Este reclamo social que se concentró sobre todo en dos provincias, parte de Pichincha y casi todo Imbabura, dejó pérdidas que ascienden a $ 70′000.000. Los buses interprovinciales no llegaban, los negocios fueron obligados a cerrar y el turismo se perdió.

En medio ese panorama estuvo Nicole Taranto, una abogada de 29 años que reside con su familia en El Cajas, límite entre Pichincha e Imbabura, considerado como punto conflictivo durante las protestas, porque allí se registraron confrontaciones entre ciudadanos y la fuerza pública.

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Durante los primeros días, Nicole observó bombas lacrimógenas, palos y piedras volar por un extremo de su hogar. Luego palpó el silencio absoluto, la desolación abrumadora y la falta de suministros, que atentaban contra la zona, producto de la escasez de transporte.

Su negocio, Snacks by Nicky, estaba completamente cerrado. Las puertas y las ventanas se encontraban cubiertas de polvo y en el piso se evidenciaba la señal de las duras y largas jornadas de protestas con casquillos de bombas lacrimógenas, perdigones, palos y picos de hierro que se usaban como si fuera un “campo de guerra”, así los miembros de la comunidad calificaban a la Panamericana norte E-35.

Esto le permitió a Nicole tener la gran idea de reactivar su local: abrirlo por las mañanas, invitar a la poca gente que transitaba a pie por los largos tramos de la arteria y todo registrarlo en videos que, posteriormente, le cambiarían la vida.

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Los audiovisuales los registró en sus cuentas de redes sociales de TikTok e Instagram.

“Desde que nos enteramos de que iba a haber cierre de vías fue bastante triste como emprendedores y dueños de negocio, porque esto nos afecta en un 90 % o 100 %, porque nosotros vivimos del transporte diario de vehículos y personas”, expuso.

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Sufrió varios atentados por parte de los manifestantes al tratar de proveerse de productos. Foto: Cortesía

Ella se basó en la actitud. Vio la autopista vacía, pero más pudieron las ganas de intentarlo. “Quedarme de brazos cruzados nunca fue una opción y decidí mostrar mi día a día, sin pensar que esto iba a impactar en la gente. Abrí mi local, le hice una limpieza extrema por si algún caminante llegaba con la ilusión de encontrar algo abierto”, manifestó Nicole.

El miedo le embargó el cuerpo por momentos, varias veces estuvo a punto de desertar, pero algo le decía que no abandone el proyecto que había conformado con mucho esfuerzo luego de completar sus estudios.

Mantener cerrado el local nunca fue una opción, dije: ‘Vamos a trabajar, aunque con miedo de que la violencia gane, pero vamos a trabajar y a dar lo mejor’. Eso me ha demostrado que los buenos somos más”, apuntó.

Nicole reside prácticamente al lado de su negocio y el de sus padres, que es un restaurante donde se ofrece todo tipo de comida, bebidas y golosinas. Sin embargo, el reto más fuerte fue salir a Cayambe para poder abastecerse.

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“Vivimos un episodio bastante triste, bastante aterrador, cuando un sábado los manifestantes nos rompieron el parabrisas con esos palos como lanzas. Fue una desgracia con felicidad, porque justo pegaron en el parante del parabrisas y esto no permitió que el vidrio explote hacia nosotros. Sentí miedo, incertidumbre y enojo, porque se suponía que las vías estaban abiertas”, puntualizó Nicole.

Ella contó que hubo un momento en que ya no tenía nada para vender. Junto con su familia se arriesgó a salir: "Viva o muerte tenía que llegar a Cayambe. Tomamos vías alternas y otros caminos, a veces de tierra y lodo, porque los manifestantes cavaron, de extremo a extremo, zanjas de un metro de profundidad”.

En medio de esa travesía, Nicole se encontró con dos personas en una moto que estaban caídas dentro del espacio. No había nadie para ayudarlas y habían pasado mucho tiempo allí, incluso una de ellas tenía dislocado el hombro, mencionó Nicole.

No obstante, reconoció que los comuneros se portaron muy amables con ella, pero no dejó pasar el momento para contar otra anécdota no tan especial.

“Un día recibimos la visita de una comunidad de Imbabura y se acercaron para decirnos que cerremos los locales, que habrá saqueos. Fue un momento de tensión, porque no sabía qué hacer y en el local estaban cinco personas comiendo. Entonces, si mi local es descubierto, pensé lo peor. Estaba preparando una pizza, si algo pasaba, no lo quiero ni imaginar”, aseguró Nicole.

Entre todo lo que tuvo que pasar, ella sintió satisfacción cuando pudo comprar los productos para la tienda, pero a la vez se quedó con el temor de que en el camino le puedan quitar los suministros.

En los días de las manifestaciones, el cariño de la gente fue lo que más llenó el corazón de Nicole y la razón principal para seguir adelante con su restaurante.

Ha sido una ola de amor gigante. Han visto en mi resiliencia y buena actitud y me han motivado a continuar”, afirmó.

Al no tener carros por las vías, las personas que caminaban eran sus clientes. Nicole recordó con mucho entusiasmo cuando dos chicas de la parroquia Espejo llegaron a su local solo para saludarla.

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“Me hicieron muy feliz, porque sabían que era mi cumpleaños y ellas subieron para felicitarme. Entonces, realmente el cariño de la gente ha sido inexplicable”, contó Nicole.

En sus videos, la joven tuvo la particularidad de que al ponerse un delantal repite la frase “El ritual”. Esto la llevó a tener muchos admiradores por la forma en que la expresó y por lo que significó para ella y quienes estuvieron detrás de las grabaciones.

“Tengo un primo que me estaba ayudando y, de hecho, él empezó a grabarme y vimos que los videos tenían acogida y, posteriormente, llamé a las chicas que trabajan conmigo, quienes también se unieron al proyecto audiovisual”, mencionó.

Desde los 18 años, Nicole tiene corazón de emprendedora. Junto con su abuelita, quien le enseñó el arte de superarse, empezó a vender pan de casa, un secreto de su familia que lo exhibe en el negocio de sus padres.

“Para mí siempre fue importante perseguir mis sueños, por eso, sí, tengo mi profesión, pero ser dueña de mi tiempo es excelente. No hay nada más satisfactorio que cumplir las metas que uno se proyecta”, añadió.

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Así nació Snacks by Nicky, un emprendimiento que resistió las embestidas del paro en el redondel de El Cajas.

Ahora, en medio del feriado, vive días intensos entre la reactivación de actividades y el intenso flujo de turistas que se movilizan entre Pichincha y el norte del país. (I)