Este viernes 24 de mayo se conmemoran 202 años de la Batalla de Pichincha, un hito crucial en la historia de la independencia ecuatoriana. Librada en las faldas del volcán Pichincha, específicamente en lo que ahora se conoce como el barrio Cima de la Libertad, en la zona occidental de Quito, la batalla fue comandada por el Mariscal Antonio José de Sucre.

Este enfrentamiento decisivo culminó con la victoria del ejército independentista sobre las fuerzas españolas, marcando un paso fundamental hacia la independencia de lo que hoy es la República del Ecuador.

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Sin embargo, durante años se ha mantenido en segundo plano la participación de las mujeres en este trascendental evento.

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Haidy Espinosa, administradora de Museos y Centros Culturales del Ministerio de Defensa Nacional, destacó el rol de las mujeres en la Batalla de Pichincha que ha sido históricamente silenciado, respondiendo a los contextos de la época. Sin embargo, los estudios contemporáneos han comenzado a visibilizar su valioso aporte.

Explicó que las mujeres, dependiendo de su estatus social, participaron de diversas maneras. Las mujeres criollas adineradas vendieron sus joyas y pertenencias para financiar al ejército patriota, facilitando la adquisición de armamento, vestimenta y alimentación.

QUITO.- En una de las salas del museo del Templo de la Patria, se puede observar al único monumento a una mujer, se trata de Manuela Sáenz. Foto: Carlos Granja Medranda

Además, las mujeres del pueblo asumieron roles activos como cocineras, costureras y enfermeras, acompañando al ejército en las campañas libertarias. Este aporte fue crucial, ya que, sin su apoyo, el ejército hubiera carecido de los recursos necesarios para continuar con el prolongado proceso de independencia.

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Un grupo especialmente destacado son las llamadas “Guarichas”, mujeres luchadoras que, además de brindar apoyo logístico, vistieron uniformes militares y combatieron junto a los hombres por la libertad.

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Espinosa resaltó que, en el museo del Templo de la Patria, ubicado en el sitio de la batalla, se rinde homenaje simbólico a Manuela Sáenz, una de las figuras femeninas más emblemáticas de la independencia.

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Aunque los restos de Sáenz no pudieron ser recuperados, se trajeron restos simbólicos de tierra desde Paita, Perú, donde murió en el exilio, para honrar su memoria y la de todas las mujeres que lucharon por la igualdad de derechos.

Para Gabriela Pavón, historiadora del Archivo Metropolitano de Historia de Quito, la participación femenina no se limitó a la Batalla de Pichincha, sino que fue fundamental a lo largo de todo el proceso de independencia.

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A pesar de haber sido invisibilizadas históricamente, investigaciones recientes han sacado a la luz su importante rol en diversas esferas. Las mujeres no solo apoyaron económicamente a los ejércitos vendiendo bienes, sino que también cumplieron labores de espionaje, cocina, enfermería y sepultura. Algunas incluso tomaron las armas y combatieron directamente.

Entre las mujeres destacadas, además de Manuela Sáenz, Pavón mencionó a Manuela Cañizares, quien prestó su casa para las primeras reuniones independentistas, y a otras figuras como María Ontaneda y Larraín, y Rosa Montúfar. Estas mujeres, aunque no siempre reconocidas por la historia oficial, jugaron roles esenciales en las luchas insurgentes, apoyando a los soldados y asegurando la continuidad de la resistencia, desempeñando el papel de lideresas.

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“Reconocer la labor de las mujeres en estos procesos de liberación es crucial para entender la reconfiguración de la sociedad en tiempos de guerra, no solo a nivel político, sino también económico y social”, expresó Pavón.

Agregó que las mujeres, al abandonar sus roles tradicionales de hogar, incursionaron en esferas que la sociedad de la época consideraba inapropiadas para ellas. La necesidad del momento las obligó a adaptarse y a asumir roles que contribuyeron significativamente a la causa independentista.

Las Guarichas, por ejemplo, acompañaban a los soldados en sus marchas, cocinando, cuidando a los heridos y asegurándose de que los combatientes mantuvieran su moral alta, evitando así la deserción. (I)