La comuna de Santa Clara de San Millán, ubicada en el norte de Quito, cerca del barrio La Gasca, es una de las pocas que aún se mantienen de pie en medio de una ciudad en constante cambio.

Este lugar saltó a la atención pública el 31 de enero de 2022, cuando un devastador aluvión sepultó a 28 personas y dejó más de 40 heridos. Aquel fatídico día, una mezcla de agua, lodo, piedras y troncos descendió desde la quebrada El Tejado y arrastró a quienes se encontraban disfrutando de un partido de ecuavóley.

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La tragedia unió a la comunidad y provocó una ola de solidaridad con ciudadanos donando víveres y ropa, y diversas instituciones públicas y privadas prestando su ayuda.

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Sin embargo, tras la reconstrucción y el paso del tiempo, la comuna ahora enfrenta un nuevo y serio problema: la creciente inseguridad y la venta de drogas, que han transformado la vida de sus habitantes.

Una residente de la comuna, que prefirió mantenerse en el anonimato por motivos de seguridad, describió el temor constante que sienten los vecinos.

“En la noche ya no podemos salir de nuestros domicilios. Aquí hay dealers (vendedores de droga), sobre todo, en la esquina de abajo es donde se mueven todos los dealers. No hay cómo salir por ese motivo”, expresó.

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La mujer se refería a la esquina de las calles Humberto Albornoz e Ignacio de Quezada. Esa zona sería el epicentro de la venta de droga y disputa de territorio.

La situación ha llevado a que ella y su familia restrinjan sus movimientos, especialmente después de las 18:00, sus hijos no salen para nada, según comentó, pues aseguró que son quienes más peligro corren.

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La presencia policial, aunque existente, es percibida como ineficaz. “Tenemos el PAI en La Gasca, pero se llama y no hacen nada”, afirmó la residente, reflejando una desconfianza generalizada en las autoridades.

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Otro vecino, Alberto, también bajo condición de anonimato, señaló otros problemas que enfrenta el barrio, como la inseguridad y la acumulación de basura.

“Se entran a fumar por ahí, arrancan las carteras, los teléfonos a las personas que están transitando por el sector”, explicó.

Los ataques suelen ocurrir durante el horario pico de salida de los trabajos, desde las 16:00 en adelante, lo que ha obligado a los comerciantes a cerrar sus locales más temprano por razones de seguridad.

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“Hace unos meses vinieron a pedir una cuota, pero nos unimos todos los vecinos y pusimos alarmas comunitarias. Logramos ahuyentar a los vacunadores, pero la inseguridad persiste”, enfatizó.

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Fidel Cortez, otro habitante, subrayó que la falta de presencia policial regular contribuye a la proliferación del narcotráfico en la zona.

“La policía no viene continuamente, se da una ronda en el mayor de los casos, y a veces ni viene”, señaló.

La situación se agrava porque muchos de los implicados en la venta de drogas serían familiares de los mismos moradores de la comuna, lo que genera un ambiente de miedo y silencio, según comentaron los vecinos del lugar.

QUITO.- Calle Humberto Albornoz, en el barrio de la comuna de Santa Clara de San Millán, en el norte de Quito. Foto: Alfredo Cárdenas.

Cortez destacó la existencia de un cabildo comunitario que mantiene reuniones con la policía, pero lamentó que de estas reuniones rara vez resultan acciones concretas. “Tenemos una UPC en la Comuna Alta, pero no funciona. Necesitamos una presencia policial permanente”, agregó.

La venta de drogas y la inseguridad resultante han tenido consecuencias mortales. “Se ha escuchado que por ahí han aparecido muertos, pero nadie dice por qué”, dijo Cortez, sugiriendo que estas muertes están relacionadas con el narcotráfico.

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La comuna de Santa Clara de San Millán se ha convertido en una pequeña radiografía de los desafíos más amplios que enfrenta Quito: urbanización rápida, desastres naturales y ahora, una lucha contra la inseguridad y las drogas.

La comunidad, una vez unida por la tragedia del aluvión, ahora se encuentra dividida y atemorizada por la delincuencia y la falta de acción efectiva de la Policía.

Los habitantes han pedido presencia policial y militar permanente en este sector, al menos mientras se logra erradicar la violencia generada en sus domicilios. (I)