Aura vivía en un cuarto en el que tenía la cama, una bacinilla y una cocina vetusta, todo en un mismo espacio que compartía con su único hijo vivo. Ella era blanco de bromas de los jóvenes del barrio suburbano de Quinindé (en Esmeraldas) donde vivía, porque siempre andaba somnolienta y se desvanecía dormida estando de pie.