Las diferencias entre Luisa González, candidata de la Revolución Ciudadana, y Daniel Noboa, presidenciable por la alianza ADN, también salieron a relucir en el escenario del debate presidencial del pasado domingo 1 de octubre en la forma de sus gestos, su elección de atuendos y su tono de voz.

El primer contraste entre ambos presidenciables fue su forma de hablar: mientras que Noboa hablaba de forma calmada y pausada, con un tono bajo, González tenía fuerza detrás de su voz.

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Para Juan José Christiansen, experto en comunicación no verbal, la manera de hablar de González es muy “discursiva” y tradicional, en contraste con el estilo un poco más conversacional de Noboa.

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Sin embargo, el tono bajo y la velocidad lenta de Noboa al expresarse podría comunicar “cansancio y desgano”. Álvaro Noboa, padre de Daniel, añade, comparte algunas de las características que demostró su hijo al hablar en el debate de anoche.

“Alvarito era un tipo que te hablaba lento, pausado, como que las ideas las iba desarrollando en el momento. Ayer Daniel tuvo mucho de eso”, explica Christiansen. “No había una fluidez, me equivoco, me corrijo, entro a una muletilla, todo eso transmite que no estoy preparado, aunque sí lo esté”.

González, en cambio, tiene un tono de voz fuerte “que la hizo destacar y por eso se la veía más segura, transmitía más seguridad”.

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La candidata correísta, además, cambió su aspecto en comparación al primer debate, al cual se presentó vestida toda de blanco. Ahora usó unos lentes bastante llamativos, una cruz y una blusa un poco más descubierta, que dejaba ver uno de sus tatuajes.

La visibilidad del tatuaje, para el estratega en comunicación Eduardo Reinoso, la acercó más a los jóvenes, mientras que la cruz representó un intento de conectar con el electorado de creencias cristianas.

“Esta vez combinó el blanco con azul. El azul es conocimiento, orden y control, le da mayor certeza. El blanco es transparencia. Le da la altura necesaria para una persona que aspira a la Presidencia de la República”, recalca.

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Christiansen, en cambio, indica que el contraste entre el tatuaje y la cruz podría resultar “un arma de doble filo” para la sección conservadora del electorado, a la cual podría resultarle incómodo.

Un elemento que resaltó en la apariencia de la candidata fueron los lentes, que le dieron un aire de intelectualidad. Un gesto en particular destacó: en varias ocasiones la presidenciable correísta se sacó los anteojos antes de responder un cuestionamiento de su contrincante. Lo que quería transmitir, según Reinoso, era franqueza, dirigirse directamente a los votantes.

El atuendo de Noboa, como el de su rival, también denotaba seguridad, y el morado, además de ser el color de la alianza ADN, representa al electorado más joven.

Al comienzo del debate, reflexiona Reinoso, ambos presidenciables estaban nerviosos, pero Noboa no pudo cambiar su tono de voz demasiado pausado. A González, en cambio, se la vio con “un poco más de aplomo” en comparación.

“Esto no indica que estén diciendo o no la verdad. Solo indica quién se preparó mejor para tratar de conectar de manera visual”, lo cual es importante porque “el ser humano es más visual que auditivo”.

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El campo del estudio de la comunicación no verbal en política y cómo afecta esto a la decisión de los votantes no es uno muy explorado por la academia. Sin embargo, un estudio realizado en Estados Unidos en 2016 encontró que elementos del electorado ‘castigaron’ a los candidatos presidenciales de las elecciones generales del 2012 de ese país, Barack Obama y Mitt Romney, por gestos faciales inapropiados, limitando la potencia de sus respectivos mensajes de campaña.

Otro aspecto de la comunicación no verbal de Noboa son sus cejas, que son bastante pronunciadas y expresivas. El candidato las alzaba constantemente, y la combinación de esa expresión con su ligera sonrisa podrían interpretarse como arrogancia.

Lo que importa, recalcan ambos expertos, es lo que la gente termina percibiendo de un gesto y no la intención comunicativa detrás del mismo, incluso si es algo propio de la personalidad del político o de su manera natural de gesticular.

Una audiencia probablemente tomaría el gesto de cruzarse de brazos como algo que demuestra que la persona es cerrada o arrogante, incluso si solo lo hizo porque tenía frío, por ejemplo.

Noboa también movía las cejas y fruncía el ceño de la misma forma en el último debate y en apariciones previas en medios. Esto “probablemente es parte de su comportamiento normal”, para Christiansen, pero alzar la ceja podría transmitir desconfianza.

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“Es una mirada que hacemos cuando dudamos algo, está asociado con la duda. Alguien que está diciendo algo en lo que tiene que afirmar seguridad y levanta una ceja (...). Inconscientemente hay una incongruencia en el mensaje”, subraya Christiansen.

González venía de un mal primer debate, según Reinoso, y esto derivó en que los dos candidatos hayan entrado al segundo debate con ópticas distintas. Mientras que la candidata de la Revolución Ciudadana debía recuperar terreno, Noboa llegaba con seguridad y la necesidad de reafirmar su buena presentación durante el primer debate.

El presidenciable de la alianza ADN, continúa, debe mostrar “la habilidad de recuperarse” después de perder su “primer hito” durante su apuesta presidencial.

A diferencia de la campaña de primera vuelta, Noboa tiene los reflectores sobre él. Ambos analistas coinciden en que la estrategia comunicativa es diferente cuando se trata de una elección de segunda vuelta. Dar la sorpresa y destacar en comparación a otros candidatos que no tuvieron un buen primer debate es diferente a ser el protagonista. (I)