Fernanda, de 24 años, actualmente alumna de una universidad pública en Guayaquil, prioriza tres aspectos de su vida: su carrera, su educación y viajar, por sobre muchos otros.

Aunque ha tenido varias relaciones a través de los años, ha tenido que cortar algunas por las dificultades que supone viajar e intentar mantener una relación a distancia cuando existe inseguridad de uno o de ambas partes del vínculo.

Vivía en Cuenca, donde tenía un novio, antes de acceder a un cupo para estudiar en Guayaquil. Intentaron seguir a distancia, pero eso solo duró un par de meses.

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Él empezó a desconfiar de Fernanda, esa sensación se tornó mutua y Fernanda decidió terminar el vínculo. Fue en plena pandemia, y luego se dio cuenta de que sus planes eran viajar y estudiar, y una relación no cuadraba con eso.

Cuenta que ambos tenían visiones diferentes para sus vidas: mientras ella soñaba con viajar, él nunca planeó salir de Cuenca. “Hasta el día de hoy no ha salido de la ciudad”, dice.

Años después, tras avanzar un poco más en su carrera universitaria, decidió empezar una relación con un chico que conoció en Guayaquil. Poco más de un año luego de iniciar, sin embargo, tuvo la oportunidad de irse de intercambio a Argentina, y la tomó. “Él creía en una relación supernormativa, donde tú para mí y yo para ti, y aquí nos morimos”, explica Fernanda. “Yo no podía con eso”.

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No obstante, a diferencia de su novio en Cuenca, ellos intentaron llevar la relación a distancia y sí pudieron, a pesar de que también relucieron inseguridades por parte de su expareja, tal como pasó con su antigua relación en Cuenca.

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Terminaron apenas Fernanda regresó a Guayaquil. Ella, dice, volvió del viaje con otra visión del mundo. “Él todavía no encontraba esa tranquilidad conmigo como soy, estudiando, viajando. Llegué y dije que esto no va, porque capaz me voy otra vez y ahí se acaba todo. Vivir con esa ansiedad de la persona detrás del teléfono es imposible”.

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Quedarse con él, expone, hubiera significado elegir a su pareja por sobre su educación y sus viajes. En un mundo ideal, imagina, no hubiera tenido que tomar una decisión así. Por eso, concluye, prefirió la soltería.

“Yo soy de las que se aburre rápido de un lugar. Al año ya me quiero ir a otro”, indica.

Su viaje a Argentina, dice, le hizo caer en cuenta que tenía oportunidades laborales en el exterior. Ella cree que su expareja desmerecía sus logros, tal vez por sentimientos de inseguridad, y que han sido sus exparejas, más que su familia o sus amigos, quienes la han presionado a quedarse quieta, a conformarse con las expectativas que tiene la sociedad para una mujer.

“Siento que es esta idea de ‘piensa en mí antes de ti’, de ‘ah, es que tú ya te quieres ir por allá, pero no has pensado en mí”, expone. Fernanda ve su futuro “lejos, lejos de aquí”. Espera volver a Argentina o hacer su maestría en los Países Bajos. (I)

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