Sitiado por edificaciones de lujo terminó un hombre que se resiste a vender su vivienda. Lamenta no tener vecinos. Desde hace unos 20 años vive en disputas y pese a los disgustos declara a la prensa que “está más decidido que nunca a no marcharse”.

Se llama Orlando Capote, nacido en un hogar de inmigrantes cubanos que se radicaron en la Florida. En 1989, cuenta BBC Mundo, este hombre “se mudó con sus padres a una casa en una tranquilla y soleada calle del suroeste de Miami”.

Capote dice que la vivienda –convertida años después en una suerte de manzana de la discordia- “la compramos los tres, mi mamá, mi papá y yo”. Está situada, explica, “en la calle de Coconut Grove Dr, a unas cuantas calles del centro de Coral Gables, una ciudad del condado Miami-Dade”.

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Con el paso de los años a la zona llegó una empresa constructora que levantó “otro mundo”: lujosos edificios de The Plaza, un desarrollo inmobiliario, señala BBC, “de 600 millones de dólares que incluye un hotel de 242 habitaciones, restaurantes y tiendas exclusivas, oficinas y departamentos residenciales de alta gama”.

Capote quedó flanqueado en su casa por torres… Unos edificios de hasta 10 pisos, que según declara al medio británico, le imposibilitan recibir luz del Sol y hasta sentir la brisa.

Sin sueño americano

Orlando Capote, de profesión ingeniero y de 64 años, no puede sentarse en el frente de su vivienda. No tiene más vista que “unos grandes maceteros del desarrollo inmobiliario que Capote llama ‘los ataúdes”, publica BBC.

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Capote se negó a ceder su vivienda a la constructora. Su historia recuerda la de Carl Fredricksen, el abuelo de la película Up.

¿Cómo avanzó tanto la construcción de lujo en la zona? Señala que “el gobierno de Coral Gables dio todas las facilidades a una firma inmobiliaria a costa de sus derechos y de su acceso a los servicios públicos que todo residente de la ciudad tiene”.

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Cuando eso comenzó, vinieron las reuniones, las propuestas. “En 2004″, recuerda, “empezaron las compras de terrenos en el bloque donde vivían los Capote”. Allí iniciaron las despedidas de sus vecinos.

Nos quitaron el sueño americano y se lo dieron al desarrollador.

Orlando Capote

El movimiento de máquinas para echar abajo las casas comenzaron, dice BBC, “un año después y para 2007 en el bloque ya solo quedaba un edificio que iba a ser demolido, un antiguo edificio de la ciudad protegido por su valor histórico, y la casa de la familia de inmigrantes cubanos”.

Representantes de la constructora tocaron su puerta con la oferta para adquirir la propiedad en la época en la que el padre de Capote estaba aquejado de salud y en un hospital.

Rechazaron todo. Su progenitor murió y tiempo después el proyecto inmobiliario pasó a manos de otra firma, a la que también él dijo no; aunque su madre dudó. Narra que se buscó asesoría con abogados y estos le dijeron que “la propuesta era legalmente deficiente”.

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Y no era tanto una oferta, sino una trampa para que la ciudad viera que estábamos negociando.

Orlando Capote

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No vende la casa

Para 2019, la zona tenía sus cambios. Desde su casa comenzó a ver “la masiva construcción de The Plaza Coral Gables y los otros desarrollos de Agave Holdings”.

Ese año murió su mamá. Lo que ocurrió lo llevó a un juzgado. Dijo que al caerse su madre en la cocina no llegó a tiempo la asistencia médica por el bloqueo causado al frente de su vivienda por las construcciones vecinas.

Según BBC, este ingeniero “denuncia que fue violado su derecho de acceso a los servicios de emergencia al estar bloqueada su calle. También que hubo modificaciones indebidas en el callejón de servicio trasero que impidieron el rescate de su mamá. Advierte que fueron violadas las normas contra incendios”.

No prosperaron sus planteamientos. Los desestimaron, dice con dolor. Sin sus padres y con una vivienda, que recibe luz solar solo al mediodía, Orlando expone que no pierde la fe.

Tiene problemas para entrar a su casa, lamenta que su mata de mangos ya no le regale frutos y ha escuchado, cuenta a BBC Mundo, que “a centímetros del límite de su propiedad está por abrir un bar que, según la ley, podrá permanecer abierto hasta las 2:00 de la madrugada.

Nos quitaron el derecho en un proceso que no era legal. Nuestros derechos de luz, de aire, de visibilidad, nos los han quitado.

Orlando Capote

La casa que se niega a ceder, mucho menos a abandonar, les llevó dos décadas conseguirla, reitera.

Hoy, como hace años, pese a que la otra parte ha conseguido los permisos para llegar al punto que alteró la vida de Capote, este ingeniero recuerda cómo ha respondido a quienes se sorprenden de su situación: “Prefiero hacer un trato con el diablo que con un desarrollador inmobiliario, porque el diablo va a honrar su contrato y del desarrollador nunca se va a saber”.

(I)

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