Dominique Pelicot, un hombre jubilado de 71 años, vivía hasta hace cuatro años una vida ‘normal’ con su esposa y tres hijos en Francia. Siempre se mostró un padre de familia común y corriente, un esposo atento y un vecino amigable. Si los vecinos o la familia de Dominique hubieran tenido que describir a un abusador, nunca se les hubiera ocurrido pensar en alguien como él.

Sin embargo, Dominique enfrenta actualmente un escalofriante juicio de violencia sexual, luego de que la policía descubriera evidencias de una década de abuso hacia su esposa, Gisèle Pelicot, de 71 años. Además, encontraron varias carpetas con imágenes íntimas de su hija y dos nueras.

El hombre fue detenido por primera vez en el 2020, luego de que tres jóvenes lo denunciaran por haber intentado tomar fotos de sus partes íntimas debajo de sus faldas en un supermercado. En una investigación tras su arresto, la policía descubrió en su computadora más de 4.000 videos de hombres violando a su esposa, quien se encontraba bajo los efectos de las drogas que él le suministraba sin su conocimiento.

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Dominique, quien ya se declaró culpable de múltiples cargos de violación, reclutó por años a hombres franceses en un sitio de citas en línea. Los invitaba a ir a su casa y violar a su esposa, comunicándoles que ella iba a estar sedada y que él iba a estar presente.

Alrededor de 72 hombres violaron unas 200 veces a Gisèle en su propia casa, durante 10 años, sin que ella lo supiera. La mujer, de 71 años, acudió en varias ocasiones a ginecólogos y neurólogos por dolores, fatiga y pérdida de memoria, sin imaginarse el verdadero origen de su dolencia.

“Mi mundo se derrumba, todo se derrumba, todo lo que construí durante 50 años”, aseguró Gisèle frente al juzgado en el cuarto día del juicio.

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Gisèle Pelicot sentada junto a su hija Caroline Darian y sus hijos Florian y David, en el juzgado durante el juicio a su marido acusado de drogarla durante casi diez años. (Foto de Christophe SIMON / AFP)

Este caso ha conmocionado al país entero y ha trascendido como un tema de discusión entre usuarios de redes sociales. Los detalles de los abusos son sobrecogedores, pero reflejan la realidad que viven millones de mujeres alrededor del mundo, víctimas de la violencia sexual y basada en género.

Por eso, este caso que ocurrió en Francia revela la importancia de ampliar el discurso y las conversaciones acerca de la violencia, no solo en ese país sino también en el contexto local.

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“Si bien esto ocurre en otro continente que está a muchos kilómetros de nosotros, es cierto que nos permite hacer una pausa para reflexionar qué está pasando casa adentro”, asegura Thalíe Ponce, directora y fundadora de Indómita Media, un portal de noticias con enfoque de género y derechos.

Según un reporte de Primicias con información de Fiscalía, en el periodo de 2018 a 2023 en Ecuador se registraron 52.051 denuncias de violencia sexual, de las cuales 29.720 estaban en indagación previa y solo 2.500 procesos llegaron a sentencia.

De acuerdo a un informe emitido por Plan International en noviembre del 2021, en promedio se reciben 14 denuncias de violación por día, tres de ellas son contra niñas menores de 14 años.

Ante las alarmantes y crecientes cifras, nace también la necesidad de entender cuáles son las estructuras elementales de la violencia, sobre todo de la violencia sexual.

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Un sistema complaciente ante la violencia sexual

El caso de Gisèle Pelicot “demuestra una violencia sistemática que ha vivido por muchos años esta mujer”, explica la socióloga guayaquileña Marilyn Urresto a EL UNIVERSO. Ella plantea que esta violencia responde sobretodo al sistema patriarcal en el que los agresores y las víctimas conviven, además de la construcción histórica de los roles de género.

“Comúnmente se puede asociar a que los hombres violan por el deseo sexual”, señala la experta, pero “no es precisamente así, la violación es un ejercicio de poder, es un ejercicio de castigo contra las mujeres, es un ejercicio desmoralizador”.

“La violación es un acto que se define como esta idea de ‘tengo poder sobre este cuerpo, sobre esta vida, y por eso puedo ejercer mi violencia sexual. No solo lo hago yo sino además la comparto con otros hombres’”, agrega Urresto.

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A pesar de la conmoción que le causó enterarse de las atrocidades que vivió a manos de su -ahora- ex esposo, Gisèle tomó una decisión que asombra. En vez de elegir tener un juicio privado, la mujer decidió que sea público y abierto a los medios de comunicación. Al exponer su identidad, también expone la de los 51 violadores identificados, porque la vergüenza tiene que cambiar de bando”.

El grupo de acusados es un mosaico de la clase media francesa, describe Catherine Porter para The New York Times. Tienen entre 26 y 74 años, y tienen ocupaciones comunes como obrero, soldado, guardia de seguridad, enfermero, ciclista, bombero y periodista local. Algunos están casados y también son padres de familia.

Y esto invita a cuestionar el mito de que los agresores sexuales son solamente personas extrañas, socialmente desadaptadas y totalmente ajenos a nuestros círculos sociales.

“Es importante quitar esta etiqueta de llamar monstruos, psicópatas, o enfermos a estas personas, porque al patologizarlos estamos quitándole la importancia del delito”, indica Ponce. “Son personas que están 100% conscientes de lo que están haciendo, este caso lo demuestra”.

De acuerdo a la experta, los agresores pueden estar en cualquier parte, integrados en la sociedad y núcleos familiares: “Podría ser un padre de familia, un abuelo, un maestro, un directivo, una persona en nuestro espacio laboral”.

No es necesario mirar fuera del país para encontrar casos de agresiones sexuales dentro de un núcleo familiar.

El domingo 1 de septiembre, un hombre fue detenido por la presunta violación y asesinato de su nieta de 11 años, en Zamora Chinchipe. En la misma provincia, fue procesado el 7 de agosto un hombre que habría violado a su hijastra desde el 2020, cuando ella tenía 11 años. Y cinco días después, el 12 de agosto, Ólger M. fue condenado por la violación de su sobrina política en la provincia de Chimborazo.

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Urresto coincide en que al hablar sobre violencia sexual hay que poner el foco sobre la masculinidad, reconociendo que esta idea puede generar rechazo y negativa de parte de hombres que no son agresores, o que no identifican la agresividad en su comportamiento.

La idea no es promocionar ‘odiar a los hombres’ o culparlos a todos, pero si es una invitación a que reconozcan los privilegios que tienen, cómo han sido criados, cómo esta crianza da paso a la permanencia de los roles y estereotipos de género y posteriormente a la violencia contra las niñas y mujeres”, expresa la socióloga.

La menor fue abusada por su padrastro en un domicilio en Orellana. Foto: Cortesía Fiscalía

En ese marco, Urresto menciona que el femicidio es la máxima expresión de la violencia basada en género. Según un informe de ONU Mujeres emitido en marzo del 2024, se estima que en Ecuador una mujer es asesinada cada 27 horas.

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El caso de la violación sexual en Francia también es un llamado de atención para lo que las expertas llaman “pacto patriarcal”, que se refiere al encubrimiento cuando un hombre tiene conocimiento de un abuso cometido por otro, pero no lo denuncia.

El silencio o el encubrimiento hacia otros delitos es igual de grave que el delito en sí”, afirma Ponce, refiriéndose a todas las personas contactadas por Dominique en internet, que sabían de las violaciones que sufría su esposa, y aunque no participaban, tampoco denunciaban.

“Cualquiera de esas personas podría haber hablado sobre lo que estaba pasando (...) Debería generarnos una alerta bastante grande y pensar en todos los casos que no llegan a ser denunciados” por temor a las consecuencias, agrega.

Gisèle Pelicot fue una víctima de violencia sexual, y enfrentará las secuelas por el resto de su vida. Ahora, la mujer y su familia están usando su caso para hablar por el resto de mujeres que son violentadas y sedadas con medicamentos.

“Hablo por todas estas mujeres que son drogadas y no lo saben, en nombre de todas estas mujeres que quizás no lo sabrán nunca (...), para que ninguna mujer más tenga que sufrir la sumisión química”, dijo en el cuarto día del juicio. (I)