Afectados por la pandemia, el costo de vida, el desempleo y la crisis política, los nicaragüenses se muestran apáticos a las elecciones del próximo 7 de noviembre, en las que el presidente Daniel Ortega busca su cuarto mandato consecutivo, con sus rivales presos.

A menos de un mes de la votación no se percibe un verdadero ambiente electoral. No hay pancartas de candidatos en las calles ni actividades proselitistas para estos comicios que la oposición califica de “farsa electoral”.

Apenas algunos puestos de ventas de camisetas estampadas con el rostro de Ortega. Hasta ahora ha habido un par de pequeños actos de dos candidatos desconocidos, que no representan ningún real desafío de oposición a Ortega.

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Las autoridades electorales prohibieron actividades de más de 200 personas para frenar la propagación del coronavirus. En cambio, en algunas zonas se ven largas filas, bajo el sol, para el turno de vacunación.

“Yo no miro que vayan a ser buenas estas elecciones, uno no halla ni a quién escoger como presidente... como todos están presos”, dice Lucía Vega, de 42 años, en su puesto de venta de tortillas (a base de maíz) en Managua.

Desde junio pasado, un total de 37 opositores, siete de ellos aspirantes presidenciales, han sido detenidos acusados de “traición” a la patria o lavado de dinero, bajo leyes aprobadas por el Gobierno en diciembre.

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La grave crisis política que vive este país centroamericano estalló con las protestas antigubernamentales de abril de 2018, cuya represión dejó más de 300 muertos, centenares de encarcelados y más de 100.000 exiliados.

‘Protesta con el silencio’

Ortega, un exguerrillero de 75 años quien gobierna desde 2007, acusa a los opositores de ser “criminales” y “terroristas” que intentaron, con la ayuda de Estados Unidos, sacarlo del poder a través de un golpe de Estado, como llama a las protestas de 2018.

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Las acciones contra los opositores motivaron sanciones y críticas de la comunidad internacional, que reclama la liberación de los detenidos y elecciones libres y justas.

“Afuera pueden decir lo que quieran, pero es el pueblo el que decide aquí; el pueblo va a votar por la paz”, afirmó Ortega, quien busca la reelección de nuevo con su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta.

Para el sociólogo Óscar René Vargas, en el exilio, la apatía de la gente es “una expresión de prudencia y descontento”. “Como no puede protestar en las calles por temor a la represión, protesta con el silencio”, comentó.

Ortega y Murillo aseguran que “con la paz vendrán el progreso y el bienestar”. El Gobierno proyectó para 2021 que la economía crecerá un 7 % pese a la pandemia del COVID-19 y los rezagos de la crisis política. En las últimas semanas ha inaugurados varios proyectos de infraestructura como calles, parques y escuelas.

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Fotografía de una pancarta de propaganda política del partido liberal independiente (PLI), en Managua (Nicaragua). EFE/Jorge Torres Foto: EFE

‘Esto está feo’

Pero a muchos nicaragüenses, como Lucía, les preocupa la situación económica. “Esto está feo (las ventas), no se gana mucho porque la gente no quiere salir a comprar por la epidemia”, comentó.

La población resiente en sus bolsillos los aumentos semanales de combustible y las tarifas de los servicios públicos.

“Uno si tiene para una cosa no tiene para dos, yo aquí pago alquiler y a veces con lo de la comida me la tengo que ingeniar”, dijo a la AFP Fabiola Ponce, de 22 años, dueña de una peluquería en un mercado del oeste de Managua.

Su pequeño local está vacío porque, dice, la gente “si tiene para la comida no tiene para cortarse el pelo”.

Aunque evita comentar sobre las elecciones, Fabiola dice que no escucha “bulla de campaña” (ambiente electoral), pero que espera que “todo sea mejor, porque realmente esto (la situación económica) no está bien”.

Wilber Espinoza, quien vende camisetas con la imagen de Ortega y de Ernesto Che Guevara en una calle de Managua, reconoce que “la gente anda un poco limitada (de dinero)”.

“Pero esto va a ir mejorando, porque el Gobierno quiere que salgamos siempre adelante, nos desarrollemos”, afirmó.

El economista Luis Núñez advierte que “la gente está sobreviviendo con lo mínimo porque el costo de la vida está demasiado alto”, mientras el salario mínimo es de 186 dólares, se necesita mucho más del doble para subsistir con lo básico. (I)